TEOLOGÍA FUNDAMENTAL

“Estad siempre listos para responder, aunque con dulzura y respeto, a todo aquel que os ofrezca la razón de vuestra esperanza”(1Pd 3,15)

La Teología fundamental es, en el conjunto de la teología, el ámbito más movilizador de cuestionamiento sobre su identidad, su objeto, su método. Coloca sus raíces en los tiempos del Nuevo Testamento. No es sin razón que 1Pd 3,15 es considerado su Carta Magna. El anuncio de la fe cristiana nace junto con la necesidad y el desafío del defenderla y justificarla frente a aquellos que le piden rendir cuentas. Ya en el cristianismo naciente este desafío se presentó en dos fases: por un lado, en el debate religioso con los judíos alrededor de la interpretación del papel e identidad de Jesús y, por otro lado, en la controversia de naturaleza religiosa y política con los helénicos, una vez que los cristianos eran acusados de “enemigos del género humano”, ateos e impíos porque no adherían a la religión de la polis.

A lo largo de la historia del cristianismo, encontramos ecos de esto que hoy llamamos Teología Fundamental en los intentos emprendidos en defensa racional de la fe en diversos contextos. De la Antigüedad y de la Patrística se destacan varios nombres en la defensa de la fe frente a las amenazas del paganismo y de las tendencias heréticas: Carta a Diogneto, Atenágoras, Orígenes, San Irineo, Justino, Tertuliano, Eusebio de Cesarea, entre otros. San Agustín, por ejemplo, defendió la fe cristiana en el contexto en que los paganos predecían la ruina del Imperio Romano debido al abandono de los dioses resultante de la conversión de Constantino al cristianismo. Los paganos se sentían legitimados en su acusación cuando se consumó la caída del Imperio. Con su obra De civitate Dei, San Agustín desconstruyó el argumento de los paganos, hablando de la ciudad de la cual Dios es fundador y rey, de la ciudad que vive como peregrina en este mundo a partir de la fe. Esta ciudad se confunde provisoriamente con la ciudad terrena, pero los cristianos, que participan de las dos ciudades, actúan en la ciudad terrena por devoción a Dios.

En la Edad Media, Santo Tomás de Aquino, con su obra Summa contra gentiles, elabora una defensa de la fe que entonces estaba enfrentada con el judaísmo, con la invasión mora y, especialmente, con la interpretación panteísta de Aristóteles. A pesar del empeño de Santo Tomás, el clima religioso medieval configuraba un ambiente cultural de seguridad y tranquilidad para los cristianos lo que, a su vez, dispensaba el ejercicio de la tarea de una teología fundamental propiamente dicha. Sería impensable no creer … el imaginario religioso llenaba todos los ámbitos de la vida.

El esfuerzo por elaborar la razonabilidad de la fe en los diferentes contextos como una constante de la Teología Fundamental, mismo antes de recibir tal nomenclatura, desaconseja una conceptuación unívoca. Ella evoca muchas connotaciones: apologética, ciencia fundamental de la fe, prolegómenos a la dogmática, teología filosófica, filosofía de la religión, fundamentos de la teología y otros. Tal situación hace de la Teología Fundamental objeto de intenso debate entre los teólogos sobre su epistemología. A pesar del movimiento dinámico que la caracteriza, tanto en términos terminológicos como en lo relativo a su tarea, es consensual afirmar que ella, a lo largo del tiempo, asumió la tarea simultánea de la justificación racional de la fe cristiana y de la elucidación de los fundamentos y del método de la teología en cuanto ciencia. Más allá de la función de la justificación, la Teología fundamental incluye el estudio de la Palabra de Dios y su acogida por el ser humano. Ella valoriza de modo significativo el protagonismo del interrogante de la fe, de cómo el canon de sus temas, y hasta mismo su método, evolucionan en función del régimen histórico del espíritu santo. Por eso, más que en otras disciplinas, es de la naturaleza de la Teología fundamental, en cuanto área de frontera, caminar con las ventanas abiertas a las ciencias elaboradas y renovadas por las exigencias del espíritu humano.

Aunque su tarea remonta a la apología del cristianismo antiguo y a la Apologética, su designación como Teología fundamental solamente se impone en el siglo XIX. Mejor dicho, ella heredó de la Apologética medieval sus tres tratados clásicos:

  • demonstratio religiosa, o tratado de la religión, en la que se analizaba la compatibilidad entre religión y razón y las cuestiones levantadas por el ateísmo a la fe;
  • demonstratio christiana, o tratado da revelación, donde se fundamentaba racionalmente la religión cristiana como religión revelada, distinguiéndola de las otras religiones;
  • demonstratio catholica, o tratado de la Iglesia, donde se analizaba la propia Confesión como la religión adecuada y como religión eclesialmente institucionalizada, estableciendo fronteras con las otras confesiones cristianas.

La ciencia apologética se constituye en el siglo XVII, en el contexto de las controversias confesionales, como búsqueda metódica de la justificación de la fe cristiana. Ella marcó la teología católica en los tiempos modernos, en función de la Reforma, del racionalismo con el Iluminismo y del ateísmo, sobre todo en las culturas nórdicas del planeta. Los diversos proyectos de la apologética científica tienen en común la voluntad de situarse en el interior de la fe y, al mismo tiempo, de querer construir una demostración de la fe como ciencia objetiva con el máximo de evidencia. La Apologética se configuró como la ciencia de la credibilidad racional de la revelación divina. Pero, sus límites como ciencia objetiva fueron evidenciándose ya antes del Concilio Vaticano II debido, en parte, a la renovación de los estudios bíblicos que favorecían una concepción de revelación menos extrinsecista y apriorística. La despedida del extrinsecismo y del apriorismo en la concepción de la revelación se inicia con la “apologética inmanente” de Maurice Blondel. A los pocos se va desarrollando un sustento antropológico de la Teología Fundamental. Este proceso de giro antropocéntrico es consagrado por el Vaticano II, especialmente en la Constitución Dei Verbum que, disponiendo de un método histórico y teológico, parte del acontecimiento concreto de la revelación consumado en Jesús Cristo.

La Apologética acumuló una carga bastante negativa por parecer fija en la pura defensa del status quo en la que transparenta, sobre todo, un “salvar la verdad a todo costo” más que el amor a la verdad. En el corazón de la crisis de la apologética y de la búsqueda de una nueva forma, se va delineando el estatuto epistemológico de la reflexión de los fundamentos de la fe. Así, la Teología Fundamental surge de esta crítica a la apologética tradicional asumiendo, por lo tanto, la vocación de “dar razones de nuestra esperanza” a quien nos cuestione o delante de quien nos interpele. Ella se propone reinterpretar esta tarea y reinventar el método, haciendo que permanezca la tensión que le es intrínseca: por un lado, es la reflexión teológica, es decir, a partir de Dios y de su revelación en Jesús Cristo y, por otro lado, elabora su discurso partiendo de las cuestiones humanas fundamentales, asumiendo las formas de lenguaje y los instrumentos de análisis de comprensión de lo real. En este sentido, ella atribuye nuevo significado a la tarea apologética a través del continuo ejercicio de una autocrítica de su función, método y lenguaje. La nueva configuración de la Teología Fundamental amplió su elenco temático, procesando un verdadero desplazamiento o ampliación de los horizontes y fronteras, lo que la transformó, por decir así, en el refugio de todos los temas de actualidad o la disciplina que tratará de todos los fundamentos de la teología y del cristianismo en interfaz con todas las dimensiones o aspectos de la existencia humana. En América Latina, la Teología Fundamental asumió el desafío de la modernidad en un esfuerzo significativo de tratar todos los temas clásicos de la teología a partir de la “opción por los pobres” como una llave hermenéutica de recepción auténtica del mensaje de Cristiano.

Degislando Nóbrega de Lima. UNICAP. Texto original en Portugués.