Iglesia y liberación

Índice

Introducción

1 Movimiento liberador eclesial latinoamericano y caribeño

2 Líneas teológicas de la Iglesia liberadora

3 Dificultades y críticas

4 Evolución y nuevas perspectivas

Conclusión

Introducción

Aunque el tema de la liberación tiene profundas raíces bíblicas tanto en al AT (Éxodo) como en el NT (por ejemplo, el programa de Jesús en su visita a la sinagoga de Nazaret, narrado por Lc 4,16-21), sin embargo, ha sido la Iglesia latinoamericana y caribeña la que ha explicitado y actualizado el tema liberador a nivel teológico y pastoral, después del Vaticano II (1962-1965).

Juan XXIII quiso que el rostro de la Iglesia conciliar fuera el de la Iglesia de los pobres, pero este rostro no aparece en los documentos del Vaticano II (fuera de dos citas en LG 8 y GS 1), seguramente porque los obispos y teólogos más influyentes en el Vaticano II eran de Centroeuropa, estaban más preocupados por el ateísmo, el ecumenismo y la libertad religiosa que por la pobreza y el hambre del pueblo. Sin embargo, el Vaticano II, al hablar de los signos de los tiempos y la necesidad de escuchar y discernir la presencia del Espíritu en los deseos y clamor del pueblo (GS 4, 11, 44), abrió el campo a una nueva visión de la historia.

1 Movimiento liberador eclesial latinoamericano y caribeño

En la Asamblea Episcopal de Medellín (1968) la Iglesia latinoamericana y caribeña no solo aplicó el Vaticano II al continente latinoamericano, sino que lo recibió creativamente al escuchar al Espíritu en la voz del pueblo que pedía justicia y libertad, como en otro tiempo el pueblo de Israel pedía la liberación de la esclavitud de Egipto (Ex 3). En Medellín surge la exigencia de una Iglesia pobre, sencilla y pascual que denuncie las estructuras injustas de pecado que oprimen al pueblo y se comprometa en luchar por la justicia y su liberación. Las demás Asambleas Episcopales de Puebla (1979), Santo Domingo (1992) y Aparecida (2007) profundizarán la opción evangélica por los pobres, la defensa de sus culturas y de la tierra, como explicitación y actualización de la fe cristológica en Jesús de Nazaret.

Desde entonces encontramos una serie de obispos latinoamericanos comprometidos con los pobres como Proaño, Bogarín, Méndez Arceo, Luna, Samuel Ruíz, Hélder Câmara, Dammert, Landázuri, Silva Henríquez, Novak, Nevares, Angelleli, Pironio, Lorscheider, Oscar Romero, Arns, Casaldaliga, Mendes de Almeida, José Maria Pires, Terrazas, Piña, Gerardi, Casaldáliga etc. Son los verdaderos Santos Padres de la Iglesia de los pobres.

A partir de entonces muchos cristianos están presentes en los procesos sociales de liberación y en las Comunidades Eclesiales de Base, una nueva forma de ser Iglesia. La vida religiosa latinoamericana y caribeña, inspirada por la CLAR (Confederación Latinoamericana de religiosos-as), ha realizado un éxodo hacia barrios populares, sectores campesinos, mineros, afros e indígenas, en un proceso de inserción e inculturación, que recuperó sus orígenes evangélicos y carismáticos.

Este proceso eclesial estuvo animado e inspirado por la reflexión teológica llamada Teología de la liberación, promovida tanto por teólogos católicos (Gustavo Gutiérrez, Juan Luis Segundo, Leonardo Boff, Clodovis Boff, Jon Sobrino, Ignacio Ellacuría, João B. Libanio, José Comblin, Ronaldo Muñoz, Enrique Dussel, Carlos Mesters, Marcelo Barros, Ivone Gebara, Maria Clara Lucchetti Bingemer, Pablo Richard, Hugo Assmann, Pedro Trigo, Frei Beto, Segundo Galilea, José Marins etc.) como por teólogos evangélicos (Rubem Alves, José Míguez Bonino, Harvey Cox, Jorge Pixley, Elsa Támez etc.).

Simultáneamente a esta corriente teológica liberadora del Norte, surgió en Argentina la llamada Teología del Pueblo (Lucio Gera, Rafael Tello, Ricardo Farrell, Juan Carlos Scannone, Carlos María Galli etc.) que ve el pueblo no solo como empobrecido al que hay que liberar, sino como un pueblo económicamente pobre, pero con una gran riqueza espiritual, cultural e histórica, de la cual los movimientos populares son parte importante. De esta última corriente participaba Jorge Mario Bergoglio, el futuro Papa Francisco.

Ambas teologías no se contraponen, sino que se complementan, una es más sociológica, otra más cultural y religiosa. La teología de la liberación es más una corriente plural y una familia teológica que una única línea ideológica.

Este proceso liberador de la Iglesia latinoamericana estuvo regado, como en la Iglesia primitiva, por la sangre de numerosos mártires: obispos como Romero, Angelleli y Gerardi, religiosos como Ellacuría y sus compañeros de la UCA de El Salvador, Espinal, Rutilo Grande y sus catequistas, J. Bosco Penido Burnier, las hermanas de Maryknoll, Ita Ford, Dorothy Lu Kazel, Jean Donovan; la religiosa Alice Domon asesinada en Argentina, Dorothy Stang asesinada en Brasil, muchos sacerdotes, religiosos y religiosas, numerosos campesinos, indígenas, jóvenes y familias asesinados en masacres en Chile, El Salvador, Brasil, Guatemala, Uruguay etc. Estas matanzas eran obra de gobiernos militares y dictatoriales que se proclamaban defensores de la civilización cristiana occidental.

Todo este movimiento liberador fue sin duda fruto del Espíritu que suscita dones proféticos y renueva constantemente la Iglesia desde abajo.

2 Líneas teológicas de la Iglesia liberadora

La eclesiología y teología moderna (Mysterium salutis, Hans Küng etc.) están centradas sobre todo en la dimensión personal e interior de la fe y se preocupan por el sentido de la Iglesia en el mundo de hoy, por la falta de fe y la secularización. A diferencia de ella, la teología y eclesiología liberadora están preocupadas ante todo por escuchar el clamor del pueblo pobre que pide justicia, pan, trabajo y techo. El principal problema no es la secularización sino el hambre. El Reino de Dios es visto no solo en su dimensión interior y para más allá de esta vida, sino como una realidad que comienza en nuestro mundo y en la historia: Jesús sanó enfermos, alimentó hambrientos, enseñó a pobres, anunció las bienaventuranzas y en la parábola del juicio final él se identifica con el pobre, el desnudo, el enfermo, el prisionero, el hambriento (Mt 25,31-45).

Como resumió Pedro en casa de Cornelio, “Dios ungió a Jesús de Nazaret con el Espíritu Santo y con poder y cómo pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él” (Hch 10,38). La Iglesia y la teología latinoamericana conciben la salvación no solo como algo interior y escatológico sino como una realidad histórica, ya presente en este mundo. El Crucificado está presente en los crucificados de la historia y hay que bajar de la cruz a los crucificados.

La reflexión teológica liberadora usa una metodología que proviene de la Acción Católica, sobre todo de Juventud Obrera Católica (JOC) europea, el método ver, juzgar, actuar.

Parte de la realidad (clamor de los pobres, hambre, vida amenazada y corta, víctimas, religiosidad popular, etc.): es el VER.

Esta realidad es iluminada por la Palabra: el Éxodo, los profetas de Israel y sobre todo por la vida de Jesús de Nazaret, su opción por los pobres, su enseñanza del Reino, su actividad sanadora y liberadora, su pasión, muerte y resurrección; es el JUZGAR.

Finalmente, esta teología quiere desembocar en una praxis de compromiso liberador, de solidaridad, de lucha por la justicia contra las estructuras de pecado sociales, económicas y políticas; es el ACTUAR, al que se añade también el CELEBRAR.

3 Dificultades y críticas

Esta visión y misión liberadora eclesial y teológica ha recibido a lo largo de los años numerosas críticas, no solo de sectores militares, políticos y económicos que se sentían cuestionados y criticados, sino también por parte del magisterio de la Iglesia, concretamente de dos instrucciones, de la Congregación de la Doctrina de la fe (1984 y 1986) dirigida por el Cardenal Ratzinger, bajo el pontificado de Juan Pablo II. A estas dos Instrucciones se han añadido otras voces críticas de otros sectores eclesiales. Se acusa a la Teología de la liberación de una serie de defectos:

– Reducir la salvación y la misión de la Iglesia a lo socioeconómico y político, limitarse a la búsqueda del cambio político y social, dejar de lado la dimensión trascendente y escatológica de la salvación;

– Jesucristo queda reducido a un líder sociopolítico y el Reino se convierte en un programa puramente temporal y político;

– Esta teología liberadora se fundamenta no en la Palabra y la fe de la tradición de la Iglesia, sino en la sociología y el análisis marxista, con peligro de quedar impregnada de la ideología atea y materialista del comunismo;

– Busca edificar una Iglesia popular en contra de la Iglesia jerárquica, introduciendo la lucha de clases en la Iglesia;

– Fomenta la violencia armada y las guerrillas;

– Es un pensamiento y una teología solo de lo social y político (una teología de “genitivo”), no es como la gran teología de la Tradición que trata de la Trinidad, cristología, pneumatología, eclesiología, sacramentos, liturgia, moral, espiritualidad, escatología etc.

Frente a estas acusaciones hay que responder que seguramente en estos años hubo en la Iglesia y en la teología latinoamericana algunos abusos y exageraciones, pero que esto no ha sido ni la dirección dominante, ni el modo habitual de proceder de los de pastores, de la vida religiosa, del laicado, ni tampoco de los teólogos.

Una teología que parte de la realidad de los signos de los tiempos, ha de dialogar con la filosofía y las ciencias sociales de su tiempo, entre las cuales está el marxismo. Los Padres de la Iglesia de los primeros siglos dialogaron con el platonismo y Santo Tomás dialogó con el aristotelismo, a pesar de los riesgos que estas filosofías tenían. La teología liberadora, al dialogar con la filosofía marxista, no cae en el materialismo dialéctico, ni en la lucha de clases, ni en la violencia y la dictadura del proletariado, ni considera la religión como el opio del pueblo. En cambio, recupera la importancia de lo económico para la vida de las personas y de la sociedad y la necesidad de buscar estructuras justas para defender una vida digna para los pobres.

La teología y la Iglesia liberadora no reducen la salvación a lo económico y temporal, admiten la trascendencia del Misterio, la dimensión gratuita y escatológica de la salvación y del Reino, pero afirman que el Reino de Dios, a la luz de toda la tradición bíblica, comienza ya en la historia real de la humanidad, implica el derecho y la justicia para los pobres.

Jesús no queda reducido a un Mesías político, sino que se recupera su vida pobre y sencilla en Nazaret, su predilección por los pobres, sus milagros y parábolas sobre el Reino (como la del buen samaritano), su crítica a la idolatría del dinero y al fariseísmo de una religión que se olvida de los pobres, insiste en el mandamiento del amor fraterno y en el juicio final contra los que han pasado de largo junto al pobre, al desnudo, al hambriento, al enfermo y al prisionero. Con estos pobres marginados y excluidos socialmente se identifica Jesús.

La teología de la liberación no es una teología “de genitivo”, es decir solo preocupada de la liberación socioeconómica sino que, como toda teología cristiana, reflexiona sobre el misterio de la fe, desde la Trinidad a la escatología, pero lo hace partiendo de la realidad de la pobreza del pueblo y redefine la salvación como Misterio trinitario comunitario de amor misericordioso del Padre, del Hijo que se hace carne para vivir nuestra vida y de un Espíritu que actúa desde abajo e inspira una Iglesia de los pobres y una vida cristiana centrada en el amor y la justicia. Es una teología de la compasión y la misericordia, que defiende la vida en todas sus dimensiones, desde el pan de cada día a la eucaristía y a la vida plena y definitiva, divina y eterna de la escatología.

Evidentemente desde este punto de partida, todos los tratados teológicos y pastorales tienen un acento especial: compasión, misericordia, responsabilidad, lucha contra el pecado de la injusticia, solidaridad, cercanía al pueblo pobre y sencillo a quien han sido revelados los misterios del Reino, génesis de una Iglesia comunitaria en la que los pobres ocupan un lugar central, Comunidades Eclesiales de Base, respeto a los sacramentales y a la religiosidad popular, espiritualidad liberadora etc. No hay ninguna incitación a la violencia ni a la construcción de una Iglesia paralela a la jerárquica, aunque esta teología sea crítica frente a todo clericalismo y triunfalismo eclesiástico, al poder mundano de la Iglesias, al olvido de los carismas del Espíritu, autor de dones jerárquicos y no jerárquicos al Pueblo de Dios (LG 4).

En el fondo la eclesiología y teología de la liberación explicitan las consecuencias del Vaticano II, de los signos de los tiempos proclamados en Gaudium et spes y del sueño de Juan XXIII de una Iglesia de los pobres.

4 Evolución y nuevas perspectivas

Desde Medellín a nuestros días ha habido un desarrollo y evolución tanto en la sociedad como en la Iglesia latinoamericana. Ha habido profundos cambios sociales y políticos en esos años, tanto a nivel mundial (caída del muro de Berlín) como a nivel latinoamericano: el paso de dictaduras a democracias, aunque últimamente asistimos a gobiernos muy autoritarios de extrema derecha y de extrema izquierda.

Al primer grupo teológico latinoamericano de la liberación, formado mayormente por presbíteros de formación europea, sigue ahora una generación teológica más joven, más laical, con mucha mayor participación femenina. Está surgiendo una teología liberadora abierta al feminismo, a la teología indígena (teología india, mestiza y afro), a la ecología, a las nuevas configuraciones sexuales, con una profundización en la Pneumatología o teología del Espíritu.

Pero seguramente el mayor cambio se ha producido con el pontificado de Francisco, venido del fin de mundo, con una especial sensibilidad social y popular y una gran apertura hacia toda la humanidad

El jesuita argentino Jorge Mario Bergoglio, que significativamente asume el nombre de Francisco, comienza a dar un estilo nuevo a la Iglesia con sus gestos y sus escritos, sobre todo La alegría del evangelio, Laudato sí y Fratelli tutti etc.

Propone para toda la Iglesia una nueva imagen de Iglesia, muy en sintonía con la Iglesia liberadora latinoamericana:

Iglesia de puertas abiertas, que no es una cárcel, ni un museo, ni una fortaleza, ni una aduana, sino un hogar acogedor, abierto a todos;

Iglesia en salida, que va a la calle, callejea la fe, va a las periferias, una Iglesia misionera;

Iglesia hospital de campaña, para salvar, curar, suturar, vendar heridas a todos los que sufren y tienen la vida amenazada: niños, mujeres, indígenas, migrantes, enfermos, ancianos, discapacitados etc.;

Iglesia de los pobres, hoy descartados por un sistema social injusto e inhumano, que mata; estos excluidos son los predilectos del Señor y su piedad es un lugar especialmente inspirador para la Iglesia (lugar teológico);

Iglesia que difunde el olor del evangelio y habla más de Jesús que de la Iglesia y el Papa;

– Iglesia que huele a oveja, frente a ministros clericales, mundanizados y simples gestores y funcionarios;

– Iglesia que evangeliza con Espíritu, fruto de la alegría del evangelio, del impulso pentecostal del Espíritu que es siempre novedad y desborda nuestra imaginación y perspectivas;

– Iglesia en camino sinodal. Esta es la imagen de Iglesia que Francisco ha promovido desde octubre del 2015, y la que, según él, es la que el Señor espera para la Iglesia del Tercer milenio.

“Sínodo” significa “camino conjunto” y es la definición de la Iglesia, según Juan Crisóstomo. Una Iglesia sinodal es una Iglesia Pueblo de Dios (LG II), donde todos los bautizados que poseen el don del Espíritu (LG 12) caminan conjuntamente peregrinando hacia el Reino (LG VII).

En el camino sinodal todos se escuchan, dialogan y disciernen. No hay unos que enseñan y otros que aprenden, sino que todos aprenden y enseñan. Es una pirámide invertida, donde el Pueblo de Dios, formado sobre todo por el laicado, está arriba y los obispos y el Papa abajo. No hay arriba un grupo selecto (obispos, clero, vida religiosa) y los laicos abajo, sino que todos son miembros activos. Conforme a la mejor tradición eclesial, “lo que afecta a todos debe ser tratado por todos”. Esto afectará, por ejemplo, al nombramiento de ministros, promulgación de normas morales y litúrgicas etc.

No es un slogan de moda, sino algo tradicional de la Iglesia que en el llamado concilio de Jerusalén (Hch 15) se reunió para saber si había que obligar la circuncisión judía a los gentiles que se hacían cristianos y decidió no imponerles nuevas cargas: “Hemos decidido el Espíritu Santo y nosotros, no imponeros más cargas que las necesarias” (Hch 15,28).

Se han ido realizando desde la sinodalidad, algunas Asambleas Eclesiales (no solo episcopales) en la Amazonía y en América Latina y el sínodo de obispos de 2023/2024 es sobre la sinodalidad y estará preparado por una amplia consulta en las Iglesias locales.

La finalidad del sínodo no es producir documentos sino hacer que germinen sueños, suscitar profecías y misiones, hacer que florezcan esperanzas, sanar heridas, tejer relaciones, resucitar esperanzas, aprender unos de otros, crear un imaginario positivo que ilumine las mentes y caliente los corazones (Documento preparatorio del Sínodo, n 32).

Este camino sinodal no se podrá realizar sin una profunda conversión personal, comunitaria y estructural, que necesita pedir la ayuda del Espíritu del Señor. La Iglesia necesita una continua reforma (UR 6).

Conclusión

Podemos decir que, con Francisco, el sueño de Juan XXIII de una Iglesia de los pobres, las dimensiones más comunitarias del Vaticano II (LG II) y de la teología de los signos de los tiempos (GS 4, 11, 44), las líneas de fondo de la teología latinoamericana tanto la más común (opción preferencial por los pobres y por la justicia) como la teología argentina (teología del pueblo y de la piedad popular) son asumidas, reformuladas por Francisco y abiertas a toda la humanidad.

Esta Iglesia sinodal en camino es una Iglesia liberadora, con entrañas de misericordia y compasión ante todo dolor humano y ante la misma creación, que rompe todo elitismo clerical, espiritual, cultural y económico, que camina alegre y esperanzada ante el Reino, con otras Iglesias y religiones, con todas las personas de buena voluntad, dispuesta a liberar a la humanidad y a la creación de toda esclavitud de codicia, opresión e injusticia, anticipando en lo posible los nuevos cielos y la nueva tierra (Ap 21,1) .

Y todo ello bajo el soplo vivificante del Espíritu del Señor que actúa en los momentos de caos (Gn 1, 2), hace pasar de la esclavitud a la libertad, de la muerte a la vida, que siempre sorprende y lo renueva todo.

Podemos sintetizar todo lo dicho con una poesía del obispo de Brasil D. Pedro Casaldáliga:

“El Espíritu

ha decidido

administrar

el octavo sacramento:

¡la voz del Pueblo!”

Víctor Codina SJ. Texto enviado el 20/02/2022, aprobado el 20/05/2022, publicado el 30/12/2022. En 22/05/2023, el teólogo hizo sua Páscua definitiva (NE).

Referencias

CODINA, Víctor. ¿Qué es la iglesia? Oruro: Lilial, 1986.

CODINA, Víctor. Para comprender la eclesiología desde América Latina. Estella: Verbo Divino, 1990.

CODINA, Víctor. Ocho lecciones sobre la Iglesia. Santa Cruz de la Sierra: CEFOL, 1992.

CODINA, Víctor. Una Iglesia nazarena: teología desde los insignificantes. Santander: Sal Terrae, 2010.

CODINA, Víctor. “No extingáis el Espíritu” (1Ts 5,19): una iniciación a la pneumatología. Santander: Sal Terrae, 2008.

CODINA, Víctor. Creo en el Espíritu Santo: pneumatología narrativa. Santander: Sal Terrae, 1994.

CODINA, Víctor. El Espírito del Señor actúa desde abajo. Santander: Sal Terrae, 2015.

VATICANO II. Constitución Dogmática sobre la Iglesia: Lumen Gentium. Roma: Vatican, 1964. Disponible en: Lumen gentium (vatican.va).  Acceso en: 22 mar. 2022.

VATICANO II. Constitución Pastoral Gaudium et spes. Sobre la Iglesia en el mundo actual. Roma: Vatican, 1965. Disponible en: Gaudium et spes (vatican.va). Acceso en: 22 mar. 2022.

VATICANO II. Decreto Unitatis redintegratio, sobre el ecumenismo. Roma: Vatican, 1964. Disponible en: Unitatis redintegratio (vatican.va). Acceso en: 22 mar. 2022.

CELAM. II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano. La Iglesia en la actual transformación de América Latina a la luz del Concilio. Documento de Medellín. Bogotá: CELAM, 1968. Disponible en: Microsoft Word – Documentos de Medellín.doc (celam.org). Acceso en: 23 mar. 2022.

CELAM. III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano. La evangelización en el presente y en el futuro de América Latina. Documento de Puebla. Bogotá:

CELAM, 1979. Disponible en: Documento de Puebla. III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano (celam.org). Acceso en: 26 mar. 2022.

CELAM. IV Conferencia General del Episcopado Latinoamericano. Nueva evangelización, promoción humana, cultura cristiana. “Jesucristo ayer, hoy y siempre. Documento de Santo Domingo. Bogotá: CELAM, 1992. Disponible: IV (celam.org). Acceso en: 25 mar. 2022.

CELAM. Conferencia General del Episcopado Latinoamericano. Discípulos misioneros de Jesucristo para que nuestros pueblos en Él tengan vida. Yo soy el camino, la verdad y la vida. Documento de Aparecida. Bogotá: CELAM, 2007. Disponible en: https://celam.org/wp-content/uploads/2021/07/5-conferencia-general-aparecida.pdf. Acceso en: 22 mar. 2022.

FRANCISCO. Exhortación apostólica Evangelii gaudium. El anuncio del evangelio en el mundo actual. Roma: Vatican, 2013. Disponible en: Evangelii Gaudium: Exhortación Apostólica sobre el anuncio del Evangelio en el mundo actual (24 de noviembre de 2013) | Francisco (vatican.va). Acceso en: 22 mar. 2022.

FRANCISCO. Carta encíclica Laudato sí. Sobre el cuidado de la casa común. Roma: Vatican, 2015. Disponible en: Laudato si’ (24 de mayo de 2015) | Francisco (vatican.va). Acceso en: 22 mar. 2022.

FRANCISCO. Carta encíclica Fratelli tutti. Sobre la fraternidad y la amistad social. Roma: Vatican, 2020. Disponible en: Fratelli tutti (3 de octubre de 2020) | Francisco (vatican.va). Acceso en: 22 mar. 2022.

SECRETARÍA GENERAL DEL SÍNODO DE LOS OBISPOS. Por una Iglesia sinodal. Documento preparatorio. Roma: Vatican, 2021. Disponible en: es_prepa_desktop.pdf (synod.va). Acceso en: 22 mar. 2022