Sumario
Introducción
1 La sabiduría en el Antiguo Oriente
1.1 ¿Qué es la sabiduría?
1.1.1 Sapiencia: saber vivir
1.1.2 Sapiencia: saber hacer
1.1.3 Sapiencia: saber pensar
1.2 Origen de la sabiduría
1.2.1 En el tiempo
1.2.2 En el espacio
1.2.3 En el modo y en la meta
1.3 Características de la sapiencia antigua
2 La literatura sapiencial del Antiguo Oriente Próximo o Creciente Fértil
2.1 En Egipto
2.2 En Mesopotamia
Conclusión
Referencias
Introducción
La Biblia griega de los Setenta (LXX) o Septuaginta abre su Parte II con los llamados libros poéticos (RAHLFS, 1979). Ellos son: Sl, Pr, Ecl, Ct, Job, Sb y Eclo. La Biblia hebrea los inserta en un conjunto más amplio, llamado Ketûbîm = Escritos. La versión latina, la Vulgata (Vg), siguiendo la Septuaginta, los clasifica como libros didácticos. En este sentido, el canon católico denomina a este grupo de libros (poéticos y) sapienciales, del latín, sapientia = sabiduría. Es una literatura caracterizada por verbalizar un saber que brota de la experiencia de vida y pretende facilitar la experiencia humana y sus relaciones. La literatura de sabiduría bíblica surge de la experiencia común de los pueblos del Antiguo Oriente Próximo. Nace en el mismo suelo que una literatura similar ya presente. Los sapienciales bíblicos son, por tanto, ramas de una corriente común que ya existe, en una dinámica de continuidad e innovación. Para entenderlos mejor, es esencial una introducción a esa sabiduría común pre-israelita o contemporánea de Israel.
Ahora, a esa finalidad se dispone esta entrada. Pretende definir qué es la sapiencia en el Antiguo Oriente, presentar su origen (en el tiempo y el espacio) y su finalidad, sus características, así como la literatura que la codifica.
1 La sabiduría en el Antiguo Oriente
1.1 ¿Qué es la sabiduría?
¿En qué consiste la sabiduría? ¿Qué es la sapiencia? Hay un saber empírico, científico, medible que sale del laboratorio, de los experimentos. El científico descubre que la unión de dos moléculas de hidrógeno con una de oxígeno da como resultado agua. Es un saber no popular. Hay otro tipo de saber teórico-especulativo que proviene de la filosofía. Ciertamente, Aristóteles diría que se trata del conocimiento de principios o causas primeras. Es un saber poco popular. También hay un saber que brota de la experiencia de la vida, el saber práctico. Tal vez el propio Aristóteles lo llamaría phrónesis.[1] A este saber, que surge de la experiencia de la vida, la Biblia lo llama ḥoḵmāh = sabiduría, en latín, sapientia, de sapere: tener gusto, saborear, percibir, comprender. Es una saber que consiste en degustar las cosas. Tal saber es, ante todo, popular, accesible a todos. En lenguaje popular: “La vida también enseña” o “el mundo es una escuela”. El sabio sabe vivir, sabe hacer y sabe pensar.
1.1.1 Sapiencia: saber vivir
El hombre antiguo comienza a darse cuenta de que la naturaleza tiene sus leyes, se da cuenta de que existe un orden cósmico universal. Un campesino necesita conocer las estaciones de aa y sequía, frío y calor, y el ciclo de la luna para sembrar, criar animales o pescar, descubrir las hierbas medicinales, el fluir del tiempo, el calendario, entre otras cosas (Sab 7,17 -20). Las leyes fijas, los ciclos, dan seguridad. Descubrir aquellas leyes escondidas en la naturaleza que favorecen la vida y ajustarse a ellas es tarea de los sabios (CRB, 1993, p. 19). Por lo tanto, cuanto más se domina el orden incrustado en la naturaleza, mejor se vive, se adquiere calidad de vida. Por otro lado, la observación de experiencias repetidas genera conocimiento. De esta forma, este tipo de conocimiento no es externo, surge inicialmente desde adentro. El éxito de la vida depende de su mayor o menor armonía con el orden natural.
Sin embargo, los pueblos del Antiguo Oriente, como los egipcios y mesopotámicos, entendieron que este orden del cosmos, las leyes de la naturaleza, provienen de la divinidad, están ligadas a ella. La creación se ordena según la voluntad de los dioses. Son ellos quienes establecen y mantienen el orden en el mundo. A este orden, en el que se refleja la sociedad, los egipcios lo llamarán Ma’at, más tarde personificado en una deidad, y los sumerios Me. Así, la deidad creadora atrae la atención de los sabios. Israel asimiló este pensamiento, obviamente reinterpretándolo.
Poco a poco, pues, el sabio llega a comprender que, para vivir bien, necesita adaptar su conducta a las leyes de la naturaleza, al orden cósmico. Por lo tanto, el orden cósmico debe corresponder al orden ético. La persona debe ordenar moralmente la vida según el orden querido por Dios, manifestado en la creación. El sabio busca reflejar en su vida la armonía de la creación. En palabras de Scaiola:
Su acción creadora da consistencia y orden a este mundo y a la vida humana. Tal orden en el mundo preside también la vida del hombre, que debe ordenar moralmente su existencia según el orden querido por Dios. El sabio es aquel que logra lograr en sí mismo la armonía existente en la creación. (1997, p. 41 – traducción nuestra)
1.1.2 Sapiencia: saber hacer
En un principio, la sabiduría es el don o talento que tiene alguien para hacer algo en los más variados ámbitos de la vida humana. Piense en alguien que toca un instrumento “solo de oídas”, sin haber estudiado nunca música. Es, por tanto, una aptitud, destreza, habilidad (técnica), dominio en cualquier esfera de la acción humana, particularmente en el manejo de objetos, metales, cerámica, madera y arte (VÍLCHEZ LÍNDEZ, 1999, p. 38-39). Es el saber hacer, es el artesano. El siguiente texto ejemplifica bien esto.:
Moisés dijo entonces a los israelitas: «Mirad, Yahveh ha designado a Besalel, hijo de Urí, hijo de Jur, de la tribu de Judá, 31.y le ha llenado del espíritu de Dios, de sabiduría (ḥoḵmāh), confiriéndole habilidad, pericia y experiencia en toda clase de trabajos; para concebir y realizar proyectos en oro, plata y bronce; para labrar piedras de engaste, tallar la madera y ejecutar cualquier otra labor de artesanía. A él y Oholiab, hijo de Ajisamak de la tribu de Dan, les ha puesto en el corazón el don de enseñar. Les ha llenado el corazón de sabiduría (ḥoḵmāh) para toda clase de labores en talla y bordado, en recamado de púrpura violeta y escarlata, de carmesí y lino fino, y en labores de tejidos. Son capaces de ejecutar toda clase de trabajos y de idear proyectos. Besalel, Oholiab y todos los hombres de corazón sabio (ḥoḵmāh) en quienes Yahveh había infundido sabiduría (ḥoḵmāh) y entendimiento para saber realizar todos los trabajos en servicio del Santuario, … (Ex 35,30–36,1)
Esta habilidad, el saber hacer, también puede manifestarse en la política[2], en el comercio (1Rs 9,26-10,43), en la agricultura o en la organización de la casa (Pr 31,10-31). Este saber hacer puede ser innato, pero también se adquiere y se transmite. Esta es la importancia de la relación maestro-discípulo, padre-hijo.
1.1.3 Sapiencia: saber pensar
En un segundo nivel la sabiduría resulta de la observación de los sabios que recogen el conocimiento discretamente incrustado en la naturaleza (Eclo 1,9) y en las realidades de la vida. El sabio es un observador atento. Este es el caso de Qohelet (Ecl 3,10.16; 4,1,4; 6,1; 8,16). Reflexionan sobre sus observaciones y elaboran o verbalizan, comprimen el conocimiento en cápsulas como dichos, refranes, máximas, sentencias, consejos y aforismos que sirven para iluminar la propia vida.[3] Es un conocimiento cuya autoridad radica en la verdadera enseñanza que lleva consigo y, a través de ella, se impone. Es una sabiduría que goza de la fuerza de la evidencia y como tal sólo resta ser aceptada.
Las situaciones nuevas, sin embargo, exigen al sabio reflexionar sobre los conocimientos adquiridos y releerlos, de tal forma que le ayude a responder a las nuevas circunstancias. El sabio se pregunta (a sí mismo) y llega a ciertas conclusiones. Esto conduce a las actividades espirituales (VÍLCHEZ LÍNDEZ, 1999, p. 41). El sabio descubre que no solo usa sus manos (artesano), sino que piensa, tiene emociones y trasciende, reflexionando sobre los misterios de la vida y buscando respuestas. Por ejemplo, ¿por qué sufren los justos y los inocentes? ¿Por qué prosperan los malvados? ¿Por qué la muerte? El foco del sabio es el ser humano inserto en su entorno (en la creación y en la vida cotidiana) con sus dramas existenciales y sus alegrías, en sus relaciones interpersonales y con la divinidad.
1.2 Origen de la sabiduría
1.2.1 En el tiempo
El homo sapiens, por otro lado, acorralado por los desafíos de la supervivencia, tuvo que usar la cabeza. Entonces nace la ḥoḵmāh, la sabiduría. Surge de las necesidades reales de defender la vida, para enfrentar los dramas de la existencia como la enfermedad, la muerte, el sufrimiento, la injusticia, el enemigo, la guerra y la espada. Por lo tanto, su enfoque está en la vida humana dondequiera que se manifieste. Por lo tanto, la sapiencia se ocupa de cuestiones cotidianas como el amor, el matrimonio, la familia, la amistad, la educación, la salud, el trabajo, la organización, el gobierno, la justicia y se ocupa de las necesidades inmediatas como comer, beber, hablar, amar, vestirse y trabajar (CRB, 1993, págs. 18-19).
1.2.2 Em el espacio
Todos los pueblos y culturas expresan su experiencia de vida de alguna manera. Así, la sabiduría se incrusta en todos los lugares donde se establece la presencia humana. Cuando se trata de sabiduría bíblica, la mirada se vuelve hacia el mundo circundante de Israel. Los sabios israelitas no inventaron la rueda, partieron de las raíces comunes de los pueblos del Próximo Oriente Antiguo, y, más precisamente, del llamado Creciente Fértil o Media Luna. Según Vílchez Líndez:
El Creciente Fértil o Media Luna comprende la inmensa región en forma de arco (de ahí su nombre) que se extiende desde la desembocadura de los ríos Éufrates y Tigris, en el Golfo Pérsico, hasta el valle del Nilo, rodeando el desierto de Arabia por el norte y el oeste. En esta región nacieron, se desarrollaron y murieron las grandes civilizaciones antiguas de Mesopotamia y Egipto, así como las de los pueblos de las regiones intermedias de Anatolia, Siria y Palestina. También hay que tener en cuenta el desierto, cuya importancia en la formación del pueblo de Israel fue notable. Según la tradición bíblica, el desierto fue la cuna de la sabiduría y el punto de referencia de los sabios de Israel. (1999, p. 17-18)
Mesopotamia comprende tres grandes civilizaciones interconectadas: Sumeria (sumerios), Babilonia y Asiria. De Siria cabe destacar su capital Ebla, gran centro cultural (cultura eblaíta) destruida en el 1600 aC, Ugarit e incluso Alepo. La literatura sapiencial se puede encontrar entre todos estos pueblos. Está claro, por tanto, que la sabiduría misma, a la que pertenece la sabiduría bíblica, es más antigua que Israel.
1.2.3 En el modo y en la meta
En Egipto, la sabiduría aparece ligada a escuelas dirigidas a la aristocracia del entorno, sobre todo, a la corte. Apuntaba a la educación de príncipes, visires, hijos de la élite, futuros diplomáticos y escribas. Era básico saber escribir, leer, adquirir cierto dominio de la oratoria y comportarse como digno de la corte. Es común encontrar en la literatura egipcia de la época al rey enseñando al príncipe, al visir y al escriba, transmitiendo sus respectivos oficios a sus hijos o sucesores. Es una sapiencia marcada por la forma de instrucción o enseñanza, muchas veces de carácter moral. También se enseña magia, predecir el futuro e interpretar los sueños (SCAIOLA, 1997, p. 30). Cabe destacar la visión positiva del más allá, es decir, la vida continúa. Esto se debe, por ejemplo, a la arquitectura egipcia. Evidentemente, desde el ámbito cortesano, esta sabiduría también se difunde, con menor intensidad, en la vida ordinaria.
En Mesopotamia, desde los sumerios, el sabio, bello y fuerte es el rey y la sabiduría está ligada a las habilidades que le rodean, como es el caso de la del escriba. El rey debía administrar justicia y sabiduría, dada por los dioses, complacer al pueblo con buenas obras, particularmente construyendo templos. Pero el rey era sabio siempre que mostrara un respeto reverencial a los dioses y cumpliera su voluntad. En esta postura estaba el comienzo de la sabiduría. La terminología de la sabiduría se aplicó no solo al rey y los escribas, sino también al artesano, arquitecto, maestro, adivino, médico, músico y consejero. Ya contaban con instituciones educativas, la e-dubba = “casa de las tablillas”, y un plan de estudios que consistía en alfabetización, aritmética, música, preparación y elaboración de documentos, composición de archivos y crónicas, escritura, copia y estudios de literatura. obras (mitos y relatos épicos, himnos, oraciones, cantos y lamentaciones). A través de este aparato, propusieron ideales morales y éticos, aunque con una visión algo negativa de la existencia. Creían en un panteón antropomórfico invisible y tenían una fuerte visión de la humanidad tal como fue creada. El sufrimiento y la muerte atrajeron fuertemente la atención de estos sabios, como lo muestra su literatura. Con estos elementos, los sabios definieron la forma de pensar sumeria. Babilonia tiene una sabiduría más centrada en la adivinación y los ritos litúrgicos. Asiria presenta una literatura didáctica ligada a la corte y los escribas y también trata sobre el culto y la magia. (SCAIOLA, 1997, p. 32-34).
En Canaán, más precisamente en Ugarit, la sabiduría no se aparta significativamente de la de Mesopotamia. También había escuelas y se usaban tablillas. Desde Biblos, en la Sirofenicia, el alfabeto se difundió por todo el mundo grecorromano (VÍLCHEZ LÍNDEZ, 1984, p. 47). Su sapiencia era práctica, caracterizada por el consejo. La sabiduría, por otro lado, era un arte difícil de adquirir. Entonces se empieza a ver en él un signo de la actividad de la divinidad. Es la deidad que se lo concede al rey. Para los cananeos, la sabiduría es, por tanto, un atributo del Dios supremo El, el padre de los dioses (CAZELLES, 1986, p. 125-6). Ahora bien, los cananeos prestan su lengua y cultura a Israel.
1.3 Características de la sapiencia antigua
La sapiencia del antiguo Oriente Próximo es más antropocéntrica. Es un saber centrado en los dramas humanos, que se interesa por la realidad existencial, buscando responder a sus desafíos e iluminar el destino humano. ¡Pronto, no huyas, sino enfrenta el sufrimiento! No se reduce a la mente, al intelecto, sino que abarca el todo (holística). Por tanto, desde la corporeidad hasta los espacios que ocupamos, son fuentes para experimentar este saber.
No es monopolio de nadie. Está presente en todos los pueblos y culturas. Es universal, abierto en el tiempo y el espacio. Un dicho como “la gota de agua perfora la roca, no por su fuerza sino por su constancia” era, por lo tanto, válido en la Edad de Piedra y sigue siendo válido hoy (tiempo). Es cierto para un brasileño y para un japonés (espacio).
Es “ecuménico”. Es un conocimiento que vale para cualquier credo y para los que no tienen credo. También se aplica a cualquier raza y color.
La sapiencia es, en cierto modo, anónima. Normalmente nadie sabe dónde, cuándo y cómo surgió y mucho menos quién es el autor de un dicho o máxima. A lo sumo se dice: “proverbio chino”, “sabiduría hindú”, por ejemplo. Pero es la expresión de una cultura, de un grupo o categoría de personas. A través de ella, el colectivo habla, tiene voz.
La ética de la sapiencia no es imperativa, no impone preceptos, sino que da consejos, busca ofrecer valores con la fuerza de la experiencia. En este sentido, la sabiduría no es ni moralista ni tiene pena (legal).
La sabiduría es don y tarea. “No se nace sabio”, ya decía la máxima del egipcio Ptah-hotep (2500-2420 aC) (ANET, 412). Este pensamiento aparece también en Eclo 6,18,22,32; 50.28. La sabiduría se adquiere confrontando la capacidad cognitiva con la experiencia, así como a través de la educación y la formación continua. Es conocimiento transferible. Aquí está el papel de la tradición. Por otro lado, el verdadero sabio no crea dependencia, más bien ayuda a descubrir (CRB, 1993, p. 22-23). El conocimiento es descubrimiento continuo, aprendizaje permanente. Su límite es Dios. En esta perspectiva, la sabiduría es una tarea. La capacidad de aprender, sin embargo, viene de Dios, es un don.
El elefante, por ejemplo, tiene varias partes muy diferentes entre sí, aunque es el mismo elefante. Un ciego que palpa, por ejemplo, la trompa de un elefante y otro ciego que palpa la barriga del mismo elefante, ambos tienen la misma experiencia, sin embargo, no describirán de la misma manera al elefante sentido. Análoga al elefante es la realidad humana con sus múltiples aspectos. Las máximas o dichos de sabiduría, que buscan abrazar esta realidad, pueden tanto complementarse como incluso contradecirse. En este sentido, la literatura sapiencial conlleva cierta ambigüedad.
Su entorno es el de las relaciones cotidianas, de la convivencia y, por tanto, la familia (la casa), la plantación y los animales (el campo), la naturaleza (creación), la puerta o plaza (de la ciudad), la la escuela, la corte, el templo, el comercio (relaciones con otros pueblos), el diálogo o debate (el libro de Job, por ejemplo), la tradición (transmisión oral o escrita) y la política (arte de gobernar). Es el ambiente que los modernos llamarían “secular” o “profano”. No es el culto o adoración, aunque la sabiduría también “abre su boca en la asamblea del Altísimo” (Sir 24,2). De hecho, la sabiduría amplía el espacio de manifestación de la divinidad. El sabio israelita, en particular, entiende que Dios no se manifiesta sólo en las teofanías, en los gestos salvíficos, en los oráculos, en el templo y en el culto, sino en este ámbito “secular” y en la creación.[4] Si el orden de la creación está íntimamente ligado a la voluntad del Creador, ¿cómo podemos llamarlo secular? Además, los sabios perciben o descubren lo extraordinario de Dios en lo ordinario de la vida. Esta es la espiritualidad sapiencial y la contribución teológica de la sapiencia (bíblica). De ahí que la dicotomía sagrado-profano sea superada en la sapiencia. Se distingue, pero no se separa. En esta perspectiva, lo creado y la sapiencia son religiosos. De la misma manera, la realidad cotidiana es un lugar para la experiencia de Dios.[5] Finalmente, “la teología sapiencial es la primera en presentar en profundidad la posibilidad de conocer a Dios en la creación” (VON RAD, 2000, p. 444). Así, una espiritualidad de fuga mundi, si no sabe claramente “de qué mundo” está huyendo, en realidad puede convertirse en una espiritualidad de fuga Dei.
En el primer milenio antes de Cristo, especialmente en Mesopotamia, se comienza a percibir una relación entre causa y efecto, entre la acción humana y sus consecuencias, ligadas a la divinidad. En Israel, será la base de la Teología de la Retribución.
Finalmente, en cuanto al método, en palabras de Lorenzin, “se puede decir que el método de la sabiduría es un método inductivo, que parte de la reflexión sobre la vida y la realidad” (2013, p. 29).
2 La literatura sapiencial del Antiguo Oriente Próximo o Creciente Fértil
2.1 En Egipto
La literatura sapiencial egipcia se caracteriza como instrucciones o enseñanzas para príncipes, hijos de élites, visires y futuros escribas. Esta es una formación centrada en el entorno de corte. La relación entre maestro y aprendiz era la de padre-hijo. Entre las obras destacan:
a) Enseñanza a Kaghemni (fechable en el Reino Antiguo: 2815-2400 aC). Es el visir Kaires enseñando a su hijo su oficio. El hijo debe ser moderado y tener control sobre lo que dice (LORENZIN, 2013, p. 10).
b) Enseñanza del príncipe Herdedef (ca. 2640 aC). Sería el ejemplo más antiguo del género literario con fines didácticos. Comienza con algunos pensamientos sobre la muerte (LORENZIN, 2013, p. 10). Por ejemplo: “Adorna tu casa en la necrópolis y enriquece tu lugar en el Oeste… Una recepción baja es para quien está muerto, (pero) una recepción alta es para quien está vivo, y tu casa de muerte está (destinada) a la vida” (ANET, 419).
c) Enseñanza de Ptah-hotep (ca. 2450 aC). Ptah-hotep fue visir del rey Isesi, que vivió ca. 2500-2420 a.C. En esta obra brillan todos los aspectos de la vida y actividad de un funcionario judicial. Debe ser exacto, sumiso, modesto, tener astucia en la corte, autoridad en el hogar y prudencia en la mesa, defender la justicia en la corte y ejercer la bondad con los pobres (LORENZIN, 2013, p. 10). La obra puede considerarse el manual más antiguo dedicado a la formación integral de un hijo de la élite. Sus sentencias se acercan al Libro de los Proverbios. Entre ellas:
Un buen discurso está más escondido que la esmeralda, pero se puede encontrar con las sirvientas en las piedras de afilar. (ANET, 412)
No responda en un estado de confusión. (ANET, 414)
d) Instrucción a Meri-ka-re (ca. 2100 a. C.). Estas son instrucciones de un hombre sabio, el rey Set, a su hijo y sucesor, el faraón Meri-ka-re, último rey de la décima dinastía. Se trata de consejos serenos, espiritualmente elevados y nobles, pero ignora la realidad sociopolítica de la época. De esta sabiduría:
Sé un artesano en el habla, (para que) seas fuerte, (porque) la lengua es una espada para [el hombre], y un discurso es más valioso que cualquier batalla. Nadie puede driblar al habilidoso de corazón… Quien conoce su sabiduría no lo ataca y ninguna desgracia le sobreviene donde está […]
Haz justicia mientras permanezcas en la tierra. Calma al que llora, no oprimas a la viuda, no expulses a un hombre de la tierra de su padre, y no perjudiques a los funcionarios en sus cargos. Ten cuidado de no castigar injustamente […]
No hagas diferencia entre el hijo de un noble y un hombre común, (pero) toma para tí un hombre a causa del trabajo de sus manos. (ANET, 415)
e) La instrucción a Khety, hijo de Duauf. Datable entre 2000-1800 a.C. El padre se dirige a su hijo mientras lo lleva a la escuela para convertirse en escriba. Su instrucción está dirigida a motivar a su hijo a convertirse en escriba. Por lo tanto, se rinde un gran elogio a este oficio, mientras satiriza a los demás. Algo similar sobre los oficios aparece en Eclo 38,24-34 y sobre el escriba sabio en Eclo 39,1-11 (VÍLCHEZ LÍNDEZ, 1999, p. 20; LORENZIN, 2013, p. 11).
f) La Instrucción [o Libro de la Sabiduría] de Ani (ca. 1450 aC). Ani es un escriba que instruye a su hijo a ser escriba y, en fin, a la vida. Se insiste en la quietud, la piedad personal y la actividad ritual. El hijo, Konzu-hotep, es más abierto que su padre a las nuevas corrientes de pensamiento. Entre las consignas: “Las golondrinas vuelan, pero llega un momento en que aterrizan” y “El éxito no es de los hombres; uno es su plan, otro el del Señor de la vida” (apud VÍLCHEZ LÍNDEZ, 1999, p. 20-21). Este último dicho es similar a Pr 16,9.
g) La instrucción del rey Amen-em-het (ca. 1960 aC). El texto parece transmitir el consejo que Amen-em-het I, primer faraón de la dinastía XII, le dio a su hijo. Es la reacción de un viejo y experimentado gobernante y, como tal, transmite algo del oscuro pesimismo y el idealismo social de la época. La historicidad específica del texto ha sido cuestionada sobre la base del hecho de que quien ofrece el consejo es un rey ya muerto. Este argumento puede ser válido, pero el texto es histórico en su aplicabilidad a nuestros tiempos. Amen-em-het Morí alrededor de 1960 a. Sin embargo, todos los documentos existentes de este texto provienen de las dinastías XVIII a XX (1500-1100 aC), cuando la instrucción ya era muy popular entre los alumnos (ANET, 418-419).
h) Amen-em-opet (entre 1000 y 600 aC). Obra de alto nivel religioso y humano, encontrada y publicada en 1923. Presenta el aspecto más religioso de la sapiencia egipcia. Estos son los consejos de un escriba a su hijo menor, Hor-em-maa-kheru, sacerdote en un templo del dios Min, para convertirlo en un hombre piadoso y fiel administrador, en una palabra, para que tenga éxito. Para ello, es necesario tener equilibrio y buena conducta. El modelo de hombre que aparece es el tipo “silencioso” (gheru), es decir, paciente, humilde y fiel a Dios, frente al tipo “ardiente” (shemu), que sería el arrogante, el ambicioso, el impío. Algo similar al comportamiento de los justos y los malvados en la literatura sapiencial bíblica (NICCACCI, 1997, p. 49-50). Pr 22,17–24,22 se considera, en la opinión común de los eruditos, como un inspirado paralelo a esta enseñanza de Amen-em-opet. En particular, la frase: “Considera estos treinta capítulos, que instruyen y educan” (Amen-em-opet XXVII), encuentra su equivalente en Proverbios: “Os he escrito treinta máximas de experiencia” (Pr 22,20). Esta frase bíblica se puede explicar mejor a la luz de la anterior. También en la obra de Amen-em-opet:
Cuidado con robar a los desdichados y atormentar a los débiles; No codiciarás una palma de tierra, ni excedas el límite de una viuda. (ANET, 422)
A Dios le gustan más los que honran a los pobres que los que halagan a los ricos. (ANET, 424)
i) Narrativa (o Protestas) del Campesino Elocuente (ca. 2000 aC). Esta obra, así como las dos que siguen, reflejan un período cuyo modo de pensar está marcado por el pesimismo y el cinismo (SCAIOLA, 1997, p. 31). Según Vílchez Líndez, “es un magnífico ejemplo de la oratoria egipcia. El campesino, despojado de sus bienes por un ladrón, acude a la justicia del país, expone el caso, que defiende con nueve discursos, y al final se hace justicia” (1999, p. 23).
j) Disputa entre un hombre y su alma (o Diálogo de un hombre desesperado con su alma). Datable entre 2200-2040 a.C. Según Vílchez Líndez, este es un hombre que está aburrido de la vida y que quiere morir. Piensa que el suicidio es la solución a sus problemas. Pero su alma no quiere seguirlo, ya que no sabe lo que viene después y tiene miedo. Comienza un diálogo entre él y su alma. Ella lo convence de olvidar, porque en el olvido estaría el remedio. Decide buscar los placeres de la vida y renuncia a suicidarse (1999, p. 22). Según Lorenzin, la obra “cuestiona el optimismo de la Enseñanza de Herdedef, sosteniendo que la tumba es una amargura y una producción de lágrimas que hace miserable al hombre” (LORENZIN, 2013, p. 11).
k) Canto del Arpista. Invita a disfrutar del ahora, ya que en el después no hay nada y de ahí no hay retorno. Obviamente, el tono es de escepticismo y pesimismo ante lo efímero de la existencia y la incertidumbre futura. El tema ya aparece en las tumbas del tercer milenio (LORENZIN, 2013, p. 11; VÍLCHEZ LÍNDEZ, 1999, p. 23).
l) Las instrucciones de Ank-sesonqy (siglos V-IV a. C.). Son enseñanzas de Ank-sesonqy al hijo. Refleja un ambiente campesino, sabiduría práctica con una dosis de cinismo. Su autor agradece la repetición y las frases breves. Por ejemplo: “Quien no recoge lana en verano no abrigará en invierno” (apud VÍLCHEZ LÍNDEZ, 1999, p. 22). Quizás, Ank-sesonqy es el mismo Sesac que aparece en 1Rs 14.25-26; 2Cr 12,2-9.
m) Onomástica (también llamada Enseñanza de Amen-em-opet). La obra, de un autor también llamado Amen-em-opet, muestra el interés egipcio por la naturaleza. Según Lorenzin:
es otra forma de sabiduría egipcia en la que todos los fenómenos naturales o un grupo más especializado de estos se enumeran bajo títulos genéricos; 610 entidades organizadas jerárquicamente: objetos celestes, ciudades, pueblos, oficios, construcciones, tipos de regiones, productos agrícolas. Es una de las primeras enciclopedias del saber y puede ser la clave para comprender las máximas atribuidas a Salomón sobre los árboles, los animales, las aves y los peces (1Rs 5,13). (LORENZIN, 2013, p. 11-12)
Pueden verse ejemplos bíblicos de estas listas enciclopédicas u onomásticas: el catálogo de piedras preciosas (Job 28,12.15-19); el catálogo de oficios manuales (Eclo 38,24–39,11); las estrellas y los fenómenos naturales (Eclo 43); los ciclos del tiempo y las plantas (Sab 7,17-20).
2.2 En Mesopotâmia
En Mesopotamia, tres civilizaciones dejaron su legado sapiencial. Primero fue Sumer (los sumerios). Le debemos:
a) El hombre y su dios. También llamado Lamentación de un hombre a su Dios o también Job sumerio y fechable entre 2000-1700 a. La obra, un ensayo poético, sería una versión del motivo del libro de Job. En él, una persona absolutamente justa e inocente es abatida por la enfermedad y el sufrimiento. Es acusado injustamente y cae en la desconfianza del rey y sus amigos, sin que la divinidad reaccione. Clama continuamente a su dios hasta que responde y convierte su sufrimiento en alegría. Una vez respondida, alaba a Dios. La causa del sufrimiento, incluso para una persona justa, podría ser su pecado, incrustado en su naturaleza humana desde que nació. Así, el sufrimiento sería la reacción justa de Dios al pecado humano. A diferencia de Job, confiesa su pecado. La obra ayuda a comprender la posición de los amigos de Job (SCAIOLA, 1997, p. 32.63), pero no responde por qué los seres humanos nacen en estado de pecado. Hablando de su sufrimiento, este doliente dice: “Dios mío, el día brilla sobre la tierra, y para mí el día es oscuro… Lágrimas, lamentos, angustia y depresión se apoderan de mi ser. El sufrimiento me acosa, porque soy un ser que (solo) llora” (ANET, 590).
Esta obra parece ser más madura en relación con su homónima paleobabilónica y una argumentación similar. El ser humano no es un juguete en manos de la divinidad que debe resignarse ante el dolor. La obra sugiere que, detrás de cada sufrimiento, está el pecado del individuo, aunque sea inconsciente, sin dejar a los dioses más remedio que castigarlo (SIMIAN-YOFRE, 2005, p. 22).
b) Epopeya de Gilgamesh (ca. 2000 aC). Según Scaiola, es el texto más famoso de toda la literatura mesopotámica sobre el tema de la muerte, del que no escapa ni el rey con su sabiduría. Todavía según la autora:
esta [obra] describe el fracaso de toda sabiduría humana frente a la muerte en forma de callejón sin salida, confrontación entre el deseo del hombre y la voluntad de los dioses… En Gilgamesh, la muerte aparece como el límite infranqueable que los dioses impusieron a los vivos. La sabiduría, aunque orientada hacia la vida y el bienestar, decepciona porque hace descubrir al hombre sus límites, que son los límites de la condición mortal. (SCAIOLA, 1997, p. 33)
Según Ceresko, la obra cuenta la historia de Gilgamesh, un antiguo rey mesopotámico que perdió a un gran amigo, Enkidu, por los celos de una diosa. El rey, muy conmocionado por la muerte de su amigo y por el enfrentamiento con la realidad de su propia mortalidad, se dispone a buscar el secreto de la inmortalidad. Su empresa no tiene como resultado más que la aceptación resignada y pacífica del destino humano. La sabia Siduri, responsable de la bebida a los dioses, sintetiza:
Gilgamesh, ¿por qué vas por este camino? La vida que buscas, nunca la encontrarás. Cuando los dioses crearon al hombre, impusieron la muerte a la humanidad y tomaron la vida en sus propias manos. Aliméntate, Gilgamesh, diviértete de día y de noche. Prepara, todos los días, alguna ocasión agradable. ¡Día y noche seas alegre y ocioso! Usa ropa hermosa, perfuma tu cabello, baña tu cuerpo. ¡Mira al pequeño que te coge la mano, hace feliz a tu esposa, acurrucada en tu pecho! ¡Porque esta es la tarea de (la humanidad)! (apud CERESKO, 2004, p. 17)
c) El mito de Adapa. Se refiere al más célebre de los siete sabios legendarios antediluvianos. Al principio se afirma que el dios Ea da al devoto sabiduría, pero no vida eterna. Luego, el mito presenta una reflexión sobre la muerte. En su trama presenta al ser humano que pierde la oportunidad de obtener la inmortalidad o no logra cumplir el deseo de volverse inmortal. Esto sucede con Adapa, a pesar de toda su excepcional sabiduría (SCAIOLA, 1997, p. 34).
d) Instrucciones [o Preceptos] de Shuruppak. Es una colección de dichos con instrucciones que un tal Shuruppak, sobreviviente de la inundación, le da a su hijo Ziusudra (o Utnapushtu en la versión acadia). El hijo “debe seguir las indicaciones divinas y construir una barca para salvar la vida humana y de todas las especies para que se establezca la paz en la tierra. Estos consejos son similares a los que Dios le dio a Noé en los textos bíblicos (Gn 6-10)” (BRITO, 2011, p. 21).
De esta sabiduría: “No hagáis daño a la hija de un hombre libre, porque el patio lo sabrá” (ANET, 595).
La segunda civilización fue Babilonia, que tiene la tradición de sabiduría más rica del Antiguo Cercano Oriente. Destacan:
e) Un hombre y su dios (ca. 1950-1530 aC). Texto paleobabilónico, en letra cursiva difícil, propia de la época. Consta de 69 líneas con la mención del escriba, Kalbanum. En las primeras 11 líneas, describe la situación de un hombre miserable golpeado por un profundo sufrimiento, aunque es un amigo cercano de su dios (línea 1). Desde el principio, su relación con la deidad está marcada por una oración de lamentación y lágrimas. No entiende la razón de su sufrimiento. No recuerda haber pecado. Entonces la situación cambia y Dios viene a consolar a su fiel. El sufrimiento humano es responsabilidad de la divinidad dentro de un proceso pedagógico divino, una especie de prueba. Al final, prevalece el favor y el consuelo divinos (SIMIAN-YOFRE, 2005, p. 11-15). En esta obra, la persona aparece como un juguete en manos de los dioses y, por tanto, no debe buscar una solución al problema del dolor. La respuesta a la pregunta por el sufrimiento se queda algo corta con respecto a la obra sumeria homónima (SIMIAN-YOFRE, 2005, p. 22).
f) Poema del Justo Sufriente (Ludlul bêl nêmeqi) (ca. 1500-1200 a. C.). Es el texto religioso más famoso de la literatura mesopotámica sobre el tema del justo que sufre. El poema, introducido con la frase “Quiero alabar [o alabaré] al señor de la sabiduría”, es un himno de alabanza a Marduk, señor de la sabiduría y dios principal del panteón babilónico, por los beneficios recibidos, más precisamente, por haber sido librado de todos los sufrimientos. Es un monólogo, considerado el “Job Babilónico”, tal es su afinidad con esa obra. En este monólogo, descubierto en 1875, el devoto se pregunta por qué Marduk permite que su fiel sufra.
Un adorador de Marduk, abandonado sin razón por su(s) dios(es) y, azotado por diversas desgracias y enfermedades, lamenta su abandono: “Mi dios me ha olvidado y ha desaparecido. Mi diosa se ha ido y permanece distante, el espíritu benévolo que siempre estuvo a mi lado se ha retirado (I 43-45). (ANET, 596; apud VÍLCHEZ LÍNDEZ, 1999, p. 24).
Incluso sus familiares y amigos lo abandonaron. Ahora bien, ¿por qué tu dios permite que su fiel adorador sufra tales desgracias? Esto sacude su fe, pues parece que la adoración y la devoción no tienen efecto, ya que la enfermedad no cesa.
Mi dios no vino a mi rescate, tomándome de la mano; ni mi diosa tuvo compasión de mí poniéndose a mi lado. Mi desgracia estaba esperando y mi parafernalia funeraria lista” (II 112-114) (ANET, 598; apud VÍLCHEZ LÍNDEZ, 1999, p. 24).
Este devoto describe sus desgracias, ignorando las objeciones de sus oponentes. Está convencido de que su miseria no es el resultado de sus pecados. Como Job, el que sufre está convencido de su inocencia y no puede comprender los designios de los dioses: “¿Quién puede conocer la voluntad de los dioses del cielo? ¿Quién puede entender los planes de los dioses del abismo? ¿Dónde aprendieron los humanos el camino de un dios? (II 36-38) (ANET, 597; apud VÍLCHEZ LÍNDEZ, 1999, p. 24).
Finalmente, gracias a la intervención de Marduk, que “puede devolver la vida a los que están en el fondo del pozo” (IV 35), recupera sus fuerzas. El creyente se salva de su angustia y se reintegra a la vida religiosa y social. Agradece a su benefactor por el don de la vida y la salud (Cuadro IV) delante de todos. Este es el enfoque del texto. Es notable cómo la divinidad pasa de la indiferencia o la ira a la compasión. Por cierto, Marduk, señor de la sabiduría y dios compasivo, tiene un doble carácter: se enfurece de noche, manda y hace pecar a la gente, pero está dispuesto a perdonar durante el día.
Por un lado, el poema se aleja de Job al atribuir el sufrimiento más directamente a la ira de la deidad. Por otra parte, deja claro que toda la vida y las disposiciones de Dios son un verdadero misterio para la persona (SCAIOLA, 1997, p. 34,64; VÍLCHEZ LÍNDEZ, 1999, p. 23-24). El ser humano está en sus manos, pero sus designios son insondables.
g) Teodicea babilónica (ca. 1000 aC). También conocido como Diálogo del que sufre con su amigo o Diálogo sobre la miseria humana. Se trata de la justicia divina en forma de diálogo. El trabajo está asociado con el de Qohelet, incluso llamado el Qohelet babilónico. Es un poema acróstico de 27 estrofas de 11 versos o versos cada una, que comienzan con la misma sílaba. El tema del sufrimiento y el mal se desarrolla como contraste con la justicia de los dioses. Son ellos los responsables de la tendencia humana al mal (LORENZIN, 2013, p. 14).
Todo el poema es un diálogo entre un hombre que sufre (estrofas impares) y su amigo (estrofas pares). La causa del sufrimiento no es la enfermedad, […] sino la situación social del protagonista: es huérfano (I 11), pobre (VII 75), despreciado (XXIII 253) y perseguido (XXV 275). Aquí tenemos un problema filosófico que es bien conocido en los ambientes sapienciales: por qué el pobre, el desvalido, a pesar de ser justo, piadoso y fiel (VII 71-73), no es protegido por los dioses; por el contrario, es abandonado por ellos a su suerte y a las injusticias de la sociedad. (VÍLCHEZ LÍNDEZ, 1999, p. 24)
El sufriente sostiene que los dioses lo castigaron sin causa. Tu amigo trata de responder a sus disputas, en la lógica de que el sufrimiento es una consecuencia del pecado. Debe haber ofendido a la divinidad y debe esperar y recibir la retribución con paciencia (SCAIOLA, 1997, p. 34). De este modo, la pregunta conduce al misterio divino. El que sufre se calma, silencia su queja y acepta su destino, como se ve en la última estrofa: “Que el dios que me abandonó me ayude; que la diosa [que me olvidó] sea compasiva; que el pastor [el rey], el sol del pueblo, apaciente (su rebaño) como conviene a un dios” (XXVII) (ANET, 604).
La obra tiene un gran parecido con Job.
h) Consejos de sabiduría (entre los siglos XIV-XIII aC). Según Lorenzin, es una colección de proverbios (aproximadamente 150 versos), cuya forma y contenido recuerdan a los bíblicos. Son las admoniciones de un visir a su propio hijo que recuerdan las de los sabios egipcios y hebreos en forma de máximas surgidas de observaciones extraídas de la experiencia o incluso de los principios de la religión. Por ejemplo:
Evita los chismosos y los perezosos, sé cauteloso en el habla,
No uses lenguaje inapropiado.
Muestra bondad a los indigentes y socialmente humildes.
Practica la religión y experimentarás las ventajas (LORENZIN, 2013, p. 13)
La tercera civilización fue Asiria. Entre sus obras se encuentran:
i) Aḥiqar. Aḥiqar fue consejero de Senaquerib (704-681 a. C.) y de su hijo Assaradón (680-669 a. C.). El poema, catalogado también como novela, sentencias o sabiduría de Aḥiqar, tuvo una gran difusión en varios idiomas a lo largo del Creciente Fértil y llegó hasta Elefantina (Alto Egipto, siglo VI o V a.C.). De los archivos judíos de Elefantina nos ha llegado la versión aramea. Aḥiqar aparece en Tob 1,21-22; 2,10; 11,18; 14,10. La sabiduría de Aḥiqar narra las hazañas de este consejero real, “excluido por una calumnia de un tal Nadan. Condenado a muerte, se salva gracias a un subterfugio. Su historia enmarca los consejos, prohibiciones y exhortaciones que le da a su nieto. Sobre todo, en la obra se encuentran enseñanzas sobre la discreción, la modestia, la moderación y la rectitud. Se recomienda severidad y educación a los niños, utilizando también la vara para preservarlos de mal” (LORENZIN, 2013, p. 13). Entre sus frases, las instrucciones referentes a la “boca”:
La palabra es como un pájaro: una vez suelta, nadie puede (capturarla). (ANET, 428)
Un buen cántaro guarda la palabra en su interior, pero un cántaro roto la deja escapar.. (ANET, 429)
Otras obras mesopotámicas:
j) Diálogo entre un amo pesimista y su sirviente (ca. 1000 aC).[6] Según Lorenzin:
Es una conversación entre el amo y su esclavo. Toda actividad propuesta con entusiasmo por el patrón es acogida por el esclavo con el mismo entusiasmo. Cuando el jefe declara que quiere seguir el plan opuesto, el esclavo también invierte su posición, enumerando las ventajas de la nueva posición y las desventajas del plan original. De ello se deduce que nada es absoluto, que nada vale la pena hacer, que la única respuesta es la muerte. La diferencia entre esta obra y el Qohelet radica, sobre todo, en la fe del autor. (2013, p. 14)
Vílchez Líndez sistematiza la estructura del poema y presenta un comentario más:
La estructura se mantiene rigurosamente en las once estrofas de las doce conservadas en todo o en parte:
1. Orden del amo: ‘Siervo, obedéceme’.
2. Respuesta del criado: ‘Sí, mi señor, sí’.
3. Contenido del pedido: ‘Tráeme el carro […]’, etc.
4. Respuesta afirmativa del siervo, justificando el deseo de su amo.
5. El maestro cambia de opinión.
6. Respuesta del criado justificando la nueva actitud del amo.
A primera vista, sorprende la inconstancia del maestro, que expresa un deseo y luego cambia radicalmente de opinión. Además, es impresionante la facilidad con que un siervo se adapta a la voluntad de su amo: ¿servilismo? De hecho, el sirviente es el único que razona, porque su personalidad se sitúa en un nivel superior al de su amo. Así aparece la intención satírica del autor de este animado diálogo, magistralmente confirmada en la última estrofa. El amo pregunta al sirviente: ‘¿Qué es bueno?’; a lo que el sirviente responde con cinismo: ‘Arráncar mi cuello, tu cuello y échalos al río. Esto es (lo) bueno’. No parece una buena respuesta al amo; de hecho, la solución es muy cariñosa. Por eso el amo cambia de opinión: ‘No, sirviente, te mataré y te enviaré adelante’. La fina ironía del sirviente pone fin a esta sátira entre el amo rico, pero hastiado de la vida, y el esclavo, privado de todo excepto del trabajo duro y la sabiduría, su única riqueza: ‘Entonces, ¿querría mi señor vivir todavía tres días más que yo?’
El diálogo, como la vida real, nos enseña que la riqueza y la sabiduría, la pobreza y la necesidad, no siempre van unidas, ni se pueden identificar. El libro de Proverbios, a su manera, nos dice lo mismo: ‘¿De qué le sirve al necio tener dinero para comprar sabiduría si le falta sentido común?’ (Pr 17,16). (1999, p. 25-26)
k) Controversias y fábulas. En el mundo mesopotámico también hubo muchas fábulas, pero solo quedan fragmentos de ellas. Como es típico de estos géneros, las plantas y los animales discuten entre sí. Detrás de la aparente fantasía literaria, ofrecen sabias reflexiones sobre la vida, fuertes sátiras de la realidad social y critican las normas por las que se rige la vida en sociedad (VÍLCHEZ LÍNDEZ, 1999, p. 26).
l) Dichos populares, consejos y proverbios (acadios). Siempre han estado presentes en todas las culturas y épocas, también en Mesopotamia. A modo de ilustración:
Si yo no fui, ¿quién podría haber ido a mi lado? (ANET, 425);
Cuando las hormigas son aplastadas, muerden la mano que las lastima;
En boca cerrada no entra mosquito (VÍLCHEZ LÍNDEZ, 1999, p. 26).
Conclusión
El sabio del antiguo Oriente Próximo y, con él, el sabio bíblico, no aprendieron a nadar por correspondencia, ni vivieron en torres de márfil. La confrontación de la inteligencia innata, común al homo sapiens, con el mundo cotidiano, con la casa común y con los demás, produjo maravillas. El ser humano ha aprendido a vivir y a convivir, a hacer y a pensar. Ha pensado desde el descubrimiento del fuego, ha escudriñado los enigmas más profundos de la vida. Poco a poco, del antropocentrismo va emergiendo un teocentrismo y la sabiduría humana va manifestando lo divino incluso antes que Israel. La capacidad humana de producir arte (ars), la necesidad de “almacenar” el conocimiento para no olvidar, y el deseo de transmitir los descubrimientos a las generaciones futuras o incluso de defenderse, hizo que el sabio verbalizara, “comprimiera” y codificara su saber en escritura. Así, la sabiduría se convirtió en un libro. Este camino de los pueblos del Antiguo Oriente, la Biblia lo continuó e innovó. En este nivel debe entenderse la Sabiduría en Israel o la Sabiduría Bíblica de la entrada dedicada a ella.
Fr. Rivaldave Paz Torquato, O. Carm. Facultad Jesuita de Filosofía y Teología (FAJE). Texto original en portugués. Enviado: 31/07/2022. Aprobado: 15/10/2022. Publicado: 30/12/2022.
Referencias
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CAZELLES, H. A história política de Israel. Desde as origens até Alexandre Magno. São Paulo: Paulus, 1986.
CERESKO, A. R. A Sabedoria no Antigo Testamento. Espiritualidade libertadora. São Paulo: Paulus, 2004.
CONFERÊNCIA DOS RELIGIOSOS DO BRASIL. Sabedoria e poesia do povo de Deus. São Paulo: Loyola, 1993. (Tua Palavra é vida, 4).
GILBERT, M.; ALETTI, J.-N. A Sabedoria e Jesus Cristo (CB – 32). São Paulo: Paulinas, 1985.
LORENZIN, T. Esperti in umanità. Introduzione ai libri sapienziali e poetici (Graphé 4). Turim: Elledici, 2013.
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PRITCHARD, J. B. (ed.) Ancient Near Eastern Texts: relating to the Old Testament. Princeton: Princeton University Press, 31974. [ANET]
RAHLFS, A. (ed.). Septuaginta. Stuttgart: Deutsche Bibelgesellschaft, 1979.
SCAIOLA, D. La Sapienza in Israele e nel Vicino Oriente Antico. In: BONORA, A.; PRIOTTI, M. et al. Libri Sapienziali e altri scritti. Turim: Elle Di Ci, 1997 (Logos CSB 4), p. 29-42.
SIMIAN-YOFRE, H. Sofferenza dell’uomo e silenzio di Dio nell’Antico Testamento e nella letteratura del Vicino Oriente Antico (SB 2). Roma: Città Nuova, 2005.
VÍLCHEZ LÍNDEZ, J. Historia de la investigacion sobre la literatura sapiencial. In: ALONSO SCHÖKEL, L.; VÍLCHEZ LÍNDEZ, J. Proverbios. Madrid: Cristiandad, 1984, p. 39-82.
VÍLCHEZ LÍNDEZ, J. Sabedoria e sábios em Israel (BL – 25). São Paulo: Loyola, 1999.
VON RAD, G. Teología del Antiguo Testamento I (BEB 11). Salamanca: Sígueme, 82000.
[1] Para el Eclesiástico, el sabio es el phrónimos (21,21.24.25), es decir, el disciplinado, porque la disciplina es ornato de oro (v. 21), el prudente, que pone en la balanza lo que habla (v. 25 ). Por último, está lleno de sentido común, virtud práctica que le permite deliberar y elegir bien; es polúpeiros (v. 22), es decir, una persona experimentada, culta y modesta, madurada en el empuje de la vida; es pepaideuménos (v. 23), que significa bien educada, sabe adaptarse y orientarse correctamente en las diversas circunstancias de la vida.
[2] Como David (2Sm 14,20), Salomón (1Re 5,9-14,21), los consejeros del Faraón son llamados sabios (ḥāḵām) (Gen 41,8.33.39; Ex 7,11); el rey de Asiria dice que es sabio (Is 10,12-13).
[3] Por ejemplos actuales: “La gota de agua perfora la roca, no por su fuerza sino por su constancia”; “las cucarachas listas no cruzan los gallineros”; “Los que duermen en el suelo no se caen de sus camas.” entre muchos otros. Los proverbios son flechas que señalan la dirección de una vida correcta.
[4] Debe recordarse que el orden cósmico (visto antes) procede de la divinidad y está asegurado por ella. “El mundo entero está impregnado de la presencia de Dios, responsable de la realidad con la que los sabios entran en contacto. Cuando experimenta el mundo, Israel experimenta a Dios” (LORENZIN, 2013, p. 208).
[5] Conforme GILBERT – ALETTI: “El largo y oscuro esfuerzo de los hombres por encontrar el camino recto de su existencia puede ser también un lugar donde resuene la palabra divina. La fe muestra al sabio la presencia activa de Dios en el curso ordinario de la vida” (GILBERT; ALETTI, 1985, p. 5).
[6] También conocida como Diálogo pesimista entre el señor y el siervo o también, simplemente, Diálogo del pesimismo. El texto puede ser leído, con el título reflexiones acadias sobre la vida, em: PRITCHARD, 1966, p. 296-298.