Libros Históricos

Índice

1 Introducción

2 Josué

3 Jueces

4 Rut

5 1-2 Samuel

6 1-2 Reyes

7 1-2 Crónicas

8 Esdras

9 Nehemías

10 Tobías

11 Judit

12 Ester

13 1-2 Macabeos

14 Consideraciones finales

Referencias bibliográficas

1 Introducción

Esta entrada presenta los libros clasificados, según el canon de la Vulgata, como “Históricos”. Tal denominación, sin embargo, es anterior y deriva de la Septuaginta (LXX), es decir, de la versión griega de la Biblia Hebrea. En ella, además de tener un canon diferente, los libros de Josué, Jueces, Samuel y Reyes, son denominados “Profetas Anteriores” (nebî’îm ri’šônîm).

Los libros de Rut, Ester, Esdras, Nehemías y 1-2 Crónicas, en la Biblia Hebrea, pertenecen al bloque de los “Escritos” (Ketubîm). Rut y Ester reciben todavía una consideración posterior dentro de ese bloque, pues integran, al lado de Cántico de los Cantares, Lamentaciones y Eclesiastés, un conjunto de cinco rollos denominado de megillôt. Estos libros se leen en las fiestas litúrgicas. Cántico de los Cantares, en la fiesta de Pascua; Rut, en la fiesta de Pentecostés; Lamentaciones, en el recuerdo de la destrucción del templo de Jerusalén; Eclesiastés, en la fiesta de las Carpas; y Ester, en la fiesta de los Purim.

Los libros de Tobías, Judit y Macabeos, deuterocanónicos para católicos y apócrifos para protestantes, no fueron incluidos en el canon hebreo de las Escrituras por cuatro motivos principales: a) no fueron escritos o conservados en lengua sagrada: el hebreo; b) no fueron escritos en la Tierra Prometida: Palestina; c) no fueron escritos antes de la reforma sociorreligiosa emprendida por Nehemías y Esdras; d) no fueron considerados en pleno acuerdo con la Torá.

En lo que concierne al orden de los cánones, un caso particular se refiere al libro de Rut y a los libros de Esdras, Nehemías y 1-2 Crónicas. En el primer caso, el libro de Rut, aparece colocado entre Jueces y Samuel en el canon griego, posición que se sigue en los demás cánones, excepto, como se ha visto anteriormente, en el canon hebreo, y sirvió para evidenciar el hambre, como uno de los principales problemas la época de los jueces; así como para reconocer la posibilidad de que una familia deje la tierra prometida, recién conquistada según la narrativa, e inmigrar más allá del Jordán, en este caso, a Moab, para sobrevivir. Se puede pensar en una forma de un “nuevo éxodo” o en una “diáspora pre-monárquica”. Por encima de todo esto, el libro de Rut sirvió de transición y anticipación en la narrativa (prolepsis) para hablar de una ancestral no israelí para el futuro rey David, que entrará en escena en el libro de Samuel (Rt 4,17.21). La ciudad de Belén, de la que proviene el futuro rey David, también, recibió evidencia en el libro de Rut.

En el segundo caso, el canon hebreo se concluye con 2 Crónicas. El último acontecimiento narrado en este libro es una mirada de esperanza al futuro del antiguo Israel, basado en la profecía de Jeremías (Jr 25,11-12, 29,10, 2Cr 36,21), según la cual Ciro, rey de los persas, ordenó la reconstrucción del templo de Jerusalén y la repatriación de los judíos que habían sido exiliados con ocasión de la conquista babilónica. Con el anuncio de la reconstrucción del templo de Jerusalén, el cronista acentúa el papel del culto como la principal institución davídica capaz de reedificar, solidificar y devolver la identidad del pueblo elegido.

En los estudios bíblicos, a partir del siglo XIX, los libros de Josué, Jueces, Samuel y Reyes pasaron a ser clasificados como pertenecientes a la Obra Deuteronomista de Historia. Esta clasificación se remonta a Martin Noth que observó en estos libros muchos puntos de contacto con el libro del Deuteronomio (vocabulario, lenguaje, estilo, motivos, teología, etc.). Noth creía que los libros Deuteronomio, Josué, Jueces, Samuel y Reyes serían obras de un solo autor, que trabajó durante el exilio en Babilonia, a fin de elucidar la historia del pueblo desde las vísperas de la conquista, con el testamento de Moisés, hasta la destrucción de Jerusalén y el consiguiente exilio. Con ello, tal autor intentó evidenciar, teológicamente, que la pérdida de la tierra prometida se debió no a la debilidad de Dios, sino a la infidelidad de los liderazgos y del pueblo a la Torá.

Esta hipótesis ha ganado muchos adeptos, pero en las últimas cuatro décadas viene perdiendo su fuerza. En las investigaciones actuales, la concepción ya no es aceptada en los moldes de M. Noth. Es posible continuar usando la denominación Obra Deuteronomista para el bloque Js-Rs, pero teniendo en cuenta que el proceso de formación de estos libros es complejo y abarca un arco temporal acorde con los tiempos del rey Josías, el período del exilio, el post-exilio y en ese, un papel fundamental se atribuye al período persa (RÖMER, 2008, p.21-50).

Otro bloque que, aparentemente, aparece bien cohesionado comprende los libros de 1-2 Crónicas, Esdras y Nehemías, denominado comúnmente de Obra del Cronista. Este conjunto habría tenido origen en los círculos sacerdotales que comenzaron a elaborar una propuesta teológica en forma de literatura a partir del siglo IV aC, y trató de dar una interpretación diferente de la Obra Deuteronomista en cuanto a la pérdida de la tierra y el consiguiente exilio en Babilonia.

La historia del pueblo elegido es la manifestación de los designios y del plan de Dios. Todo está en sus manos. En 1-2 Crónicas, esta historia es narrada según un arco temporal muy amplio, que va de la creación del mundo, pasa por la elección de Israel, prosigue en el período de la monarquía, con gran énfasis sobre el rey David, hasta la conquista de Babilonia por Ciro, rey de los persas, que dio amnistía a los exiliados y decretó la reconstrucción del templo de Jerusalén. En cierto modo, los libros de Esdras y Nehemías continúan la historia del punto abierto dejado al final de 2 Crónicas, conduciéndola al momento de la refundación del pueblo de Dios y de la ciudad de Jerusalén a través de una profunda reforma socio-religiosa: el judaísmo basado en la ” Torá.

Los libros de Tobías, Judit y Ester no forman un bloque específico, como los anteriores, sino que pertenecen al género literario denominado historia edificante. Los acontecimientos narrados están situados en el período persa (siglos VI-IV aC) y permiten percibir los dolores y dificultades que enfrentaron a los judíos piadosos que continuaron en la diáspora (Tobías y Ester). El ideal socio-religioso deseado con la fundación del judaísmo fue ejemplificado no por judíos piadosos que vivían en Judá-Jerusalén, sino en la diáspora. Esta afirmación encuentra fundamentación en el hecho de que los grandes reformadores, Esdras y Nehemías, son judíos piadosos que vinieron de la diáspora para restaurar las costumbres en Judá-Jerusalén. Además, hay otro factor de gran relevancia: la Torá. Según la perspectiva bíblica, la Torá aparece como obra realizada durante el período en que los hijos de Israel estuvieron en el desierto. La alianza renovada en Moab por Moisés, antes de su muerte, permite decir que, si fuera violada, podría ser renovada, independientemente de que el pueblo elegido esté o no en la tierra prometida.

En el caso particular del libro de Judit, la datación puede aproximarse a la época de la elaboración de 1-2 Macabeos, es decir, al siglo II aC. Tobías, Judit y Ester narran cómo los judíos piadosos enfrentaron a los enemigos de la fe en el único Dios, usando la astucia, la violencia y hasta el enfrentamiento bélico para liberar al pueblo y salvaguardar las costumbres según las leyes, los decretos y los mandamientos contenidos en la Torá . Desde este punto de vista, se puede admitir que los libros de Tobías, Judit y Ester se encuentran en estrecha relación con la Torá.

2 Josué

Este libro recibe el nombre de su protagonista principal: Josué, hijo de Nun, de la tribu de Efraín, presentado como ayudante y sucesor del gran líder Moisés (cf. Ex 24,13, 33,11, Nm 11,28) en la conducción del pueblo a la tierra prometida (cf. Nm 27,18-23, Dt 1,38, 3,28, 31,3.7.23, 34,9). El nombre Josué significa “el Señor salva” o “el Señor es salvación”.

Fue Josué, según la narración bíblica, quien hizo que el pueblo pasara el río Jordán, condujo las batallas de la conquista, distribuyó el territorio entre las tribus y, antes de morir, renovó la alianza, recordando al pueblo las consecuencias nefastas que habría en el caso de que las futuras generaciones fueran infieles. Con eso, surge, fácilmente, la estructura del libro: a) un discurso que introduce a Josué como nuevo líder del pueblo. Dios le asegura su asistencia de la misma manera en que estuvo con Moisés (Jos 1); b) narrativa de la ocupación de la tierra de forma bélica, precedida por dos preámbulos: una nueva circuncisión y la exploración de Jericó por espías (Jos 2,1-12,24); c) narrativa de la división del territorio (Jos 13,1-22,34); d) un discurso final en el que ocurre la renovación de la alianza (Jos 23,1-24,33).

La conquista de la tierra y su división son los dos pilares del libro de Josué, pues la salida de Egipto alcanzó su objetivo: entrar y tomar posesión de la tierra prometida. Los hechos narrados demuestran, sobre todo, que Dios permaneció fiel a las promesas que había hecho a los patriarcas y a Moisés. Con la entrada, la toma de posesión y la división de la tierra entre las tribus, un nuevo período en la historia de los libertos de Egipto comenzó, pues, al lado de la ley ya recibida en el Sinaí, en el libro del Éxodo, y renovada en las estepas Moab, en el libro del Deuteronomio, fueron lanzadas las bases del futuro del pueblo como nación. Sucedió el paso del régimen seminomada, vivido durante el tiempo del desierto, al régimen de vida sedentaria, es decir, de una cultura eminentemente pastoril a una cultura agraria y urbana.

La perspectiva teológica más marcada del libro recae sobre la figura de Josué como un siervo exitoso en sus empresas porque fue obediente a la Torá. Josué representa el tiempo de la formación del piadoso judío que aprende en la dureza de la existencia, en ese caso el tiempo del desierto, a ser fiel a Dios por el servicio. La generación comandada por Josué puede ser declarada ejemplar (cf. Jue 2,10), salvo el incidente que se produjo con la violación del anatema (cf. Jos 7,1-26) y las dificultades para la conquista de Hai (cf. Jos 8,1-29). El vínculo de Josué con Moisés tiene una función pedagógica, pues el discípulo de la ley logró seguir los pasos y las orientaciones del maestro de la ley. Desde el punto de vista religioso, el principal elemento teológico del libro se refiere a la fidelidad a Dios a través de la obediencia a la Torá. Josué figura como ejemplo de ello y sus hazañas victoriosas son narradas como prueba de que Dios recompensa al justo por ser fiel a su voluntad. Esta perspectiva aparece, de forma clara, al final del libro, pues el foco central recae sobre el empeño de las tribus que se comprometen a mantenerse fieles a la alianza, sabedores de que toda transgresión será debidamente castigada por Dios.

3 Jueces

En hebreo, este libro se llama šōpeṭîm, un participio plural masculino absoluto (“los que juzgan”), derivado del verbo šāpaṭ, que significa “juzgar”, en el sentido de establecer el derecho y la justicia, es decir: mantener al pueblo en la sociedad fidelidad al Dios de la alianza. En griego, es llamado Krítaí (“Jueces”). El título Jueces representa el reconocimiento dado a los jefes del pueblo tras la muerte de Josué (cf.  Jue 2,16). Además, en el propio libro los jueces son llamados “salvadores” (cf. Jue 2,16.18, 3,9.15.31, 7,7, 10,1), porque, como líderes, actuaron en diversas situaciones de litigio, principalmente frente a los enemigos circundantes. Fueron sucitados por Dios para librar al pueblo de alguna amenaza externa, trayendo la paz (Jue 3,9; 4,6; 6,64). Se puede decir que sobre estos líderes recaen tres características principales: a) fueron escogidos por Dios; b) recibieron un carisma especial; c) tenían una fuerza particular de Dios en función de la misión salvífica (combate a los enemigos).

La estructura del libro es fácilmente percibida: a) introducción: Jue 1,1-3,6, conteniendo una recapitulación de la ocupación de Canaán (Jue 1,1-2,5) y presentación esquemática de la perspectiva teológica del libro (Jue 2, 6-3,6); b) cuerpo: Jue 3,7-16,31, conteniendo las narrativas de las hazañas de los jueces; c) dos apéndices: Jue 17,1-18,31, que presenta la idolatría de Dan, y Jue 19,1-21,15, que presenta el crimen de los benjaminitas y la guerra de las tribus contra Benjamín.

El libro de los Jueces, por un lado, parece continuar la secuencia del libro de Josué. Por otro lado, sin embargo, el foco del libro sigue siendo la conquista de la tierra y el asentamiento de las tribus. Este asentamiento prepara una nueva y gran etapa de la historia del antiguo Israel en la tierra: la institución de la monarquía (Jue 17,6, 18,1, 19,1, 21,25), que tendrá lugar en el libro de Samuel, con la unción de Saúl. Los jueces representan entonces una institución política intermedia entre el régimen tribal y el régimen monárquico, preparando el terreno para el surgimiento del carisma profético.

El libro tiene una profunda teología de la historia religiosa del pueblo elegido: si ha sido víctima de sus enemigos, la causa debe ser buscada en su infidelidad; si Dios lo liberó por la misión de un juez, se dio por pura misericordia, pues desde los tiempos de Egipto continuó oyendo sus gritos y gemidos de aflicción.

El principal objetivo del libro es mostrar el castigo divino como consecuencia del pecado y la conversión como camino que conduce a la salvación (Jue 2,11-8). Jue 2,6-3,6 permite visualizar el objetivo principal del libro: pecado de apostasía (Jue 2,11; 3,7-12); la entrega a los enemigos (Jue 2,14; 3,8.12); clamor a Dios (Jue 2,15; 3,9.15); el envío del juez (Jue 2,16; 3,9.15); liberación de los enemigos y tiempo de paz, por 20, 40, 80 años (Jue 3,11.30). Este objetivo aparece ejemplificado en las narrativas de los jueces: seis son más detalladas, denominadas Jueces Mayores y seis más breves, denominados Jueces Menores. Así se alcanzó el número doce, simbolizando a las doce tribus de Israel.

Jueces Mayores Jueces Menores
Otoniel Jue 3,7-11 Samgar Jue 3,31 (5,6)
Aod Jue 3,12-30 Tola Jue 10,1-2
Barac/Débora Jue 4,1-24; 5,1-31 Jair Jue 10, 3-5
Gedeón Jue 6,1–8,35 Ibzán Jue 12,8-10
Jefté Jue 10,6–12,7 Elón Jue 12,11-12
Sansón Jue 13,1–16,31 Abdón Jue 12,13-15

El esquema pecado, castigo y liberación se repite en la historia de los Jueces Mayores. La tradición talmúdica atribuyó la autoría del libro de los Jueces a Samuel. La crítica moderna, sin embargo, muestra que existe un largo proceso de colección de las tradiciones, redacciones y composiciones deuteronómico-deuteronomistas hechas antes y durante el exilio en Babilonia, y añadidos posteriores al exilio. No es posible decir si las tradiciones orales estarían basadas en auténticas memorias sobre los héroes locales y los conflictos que existieron durante el período de los asentamientos. Estas memorias fueron conservadas y transmitidas de forma poética (Jue 5), fábula (Jue 9,8-15) o en narrativas populares.

En los últimos veinte años, fuertes ataques se han hecho a la autenticidad de los hechos narrados, debido a los recientes descubrimientos arqueológicos hechos por Israel Finkelstein, en diversos lugares: Meguido, Hazor y Guézer. El cuadro histórico descrito en el libro poco o nada tiene que ver con los resultados obtenidos por la arqueología en la región montañosa durante el período del Hierro I (1150-900 aC). Se cree que en la base del surgimiento del Israel pre-monárquico estuvieron transformaciones sociales muy complejas entre los pueblos que habitaban el territorio (pastores, nómadas, agricultores) y no los conceptos teológicos tardíos de pecado y redención. En el libro, entonces, ese contacto del grupo que atravesó el Jordán bajo el mando de Josué con los pueblos cananeos sobresale en el período de los jueces (1200 – 1040 a. C.) por el predominio de los aspectos teológico-religiosos bajo ropaje histórico.

4 Rut

El libro recibe el nombre de uno de los personajes principales: Rut, una extranjera moabita, que figura al lado de Noemí, una judaíta de Belén. Aunque breve, con sólo cuatro capítulos, el libro posee una riqueza muy grande de enseñanzas y se presta a varios tipos de interpretación por la diversidad de temas en él contenidos: la carestía; la muerte de los varones; la salida de Canaán en busca de la supervivencia; las relaciones entre nuera y suegra; la práctica de los mandamientos; el levirato; el derecho del rescate de la tierra; la preocupación por la viuda y el extranjero; la bondad del hombre hacia la mujer; la complementariedad entre el hombre y la mujer; la virtud de la mujer extranjera, etc.

El libro está estructurado básicamente en tres partes: a) una introducción (Rut 1,1-5); b) un cuerpo (Rut 1,6-4,12); c) una conclusión (Rut 4,13-22). El cuerpo del libro transcurre alrededor de decisiones, de diálogos, de acciones y de reacciones que mueven la trama narrativa que va evolucionando, de forma moderada y lenta, en las unidades o episodios en cada capítulo, hasta alcanzar un final deseado.

La trayectoria geográfica interactúa con la trayectoria demográfica: de Belén a los campos de Moab, la muerte y las posibilidades de supervivencia predominaron sobre Noemí y su familia; de los campos de Moab a Belén, la vida y las posibilidades de supervivencia predominaron para Noemí y su familia, alcanzaron los belemitas y, por David, todo Israel. Rut, con su decisión y su profesión de fe en el Dios de Noemí, fue el soporte de ese cambio al lado de Booz.

Así, Rut 1,1-5 corresponde a Rut 4,13-22: la situación de muerte fue revertida en vida; Rut 1,6-19 corresponde a Rut 4,1-12: la imposibilidad de un nuevo matrimonio es revertida para Rut y favorece a Noemí; y uRt 1,20-22 corresponde a 3,1-18: la amargura de Noemí fue transformada en esperanza. La historia de Noemí alcanzó un desenlace favorable gracias a la decisión de Rut de continuar con ella y gracias a Booz, que llegó al encuentro de las necesidades de Noemí con generosidad y atención personal por Rut. (FERNANDES, 2012, p.23-5)

El libro de Rut muestra a Dios encontrándose con el hombre en el tiempo y en el espacio, en el movimiento y en el misterio que envuelve la muerte y la vida, haciéndole participar de su amor previsor y providente. Así como Dios no estaba ausente de la vida de Noemí, pues a través de Rut y de su amor se revelaron su presencia y su acción, tampoco está ausente de cada ser humano, pues su amor salvífico sigue actuando en la historia.

La situación inicial de penuria, agravada por la muerte de los varones y la desesperanza de Noemí, aparece confrontada con la situación final. El desencadenamiento se desarrolló paulatinamente, en la medida en que Rut fue asumiendo el protagonismo al lado de Noemí y de Booz, hasta alcanzar el clímax deseado en el matrimonio y en el hijo generado que transformaron completamente la tragedia en felicidad, es decir, muerte en vida.

La solución del problema vino acompañada de una revelación que, evidenciando David, ofreció un elemento para que el libro de Rut quedara abierto y la narrativa pudiera proseguir en los libros de Samuel y Reyes (canon de la LXX / Vulgata), mostrando que, en última instancia Dios es quien intervino y transformó la penuria en abundancia. (FERNANDES, 2012, p.106-7)

5 1-2 Samuel

En la Biblia Hebrea, estos dos libros eran un solo rollo. La división en dos libros apareció en los LXX, la Vulgata siguió y sólo entre los siglos XV-XVI dC tal división pasó a la Biblia Hebrea. El arco temporal abarcado por 1-2 Samuel es muy amplio: va desde el nacimiento de Samuel hasta prácticamente la muerte del rey David (1070 – 970 a. C.).

Tres puntos son centrales: el fin del período de los jueces, las instituciones del profetismo y de la monarquía, con la unificación de las tribus bajo el reinado de David. Samuel fue el primer profeta por institución (cf. 1Sm 3,19-21) y fue la figura de la gran transición entre el final del período de los jueces y el inicio de la monarquía. En la dinámica de estos tres puntos se contempla fácilmente la estructura de 1-2 Samuel: a) nacimiento de Samuel (1Sm 1-3); b) el arca de la alianza y su pérdida para los filisteos (1Sm 4-7); c) Samuel unge Saúl como rey, que a su vez es rechazado por Dios (1Sam 8-15); d) Saúl y David, persecución de éste y muerte de aquél (1Sam 16-31); e) efectos de la muerte de Saúl (2Sm 1); f) David es elegido rey, reina sobre Hebrón y conquista Jerusalén (2Sm 2-8); g) disputas sobre la sucesión al trono (2Sm 9-20); h) suplementos (2Sm 21-24).

Otra forma de división más simple de 1-2 Samuel se basa en los personajes centrales: Samuel (1Sm 1-7); Samuel y Saúl (1Sm 8-15); Saúl y David (1Sm 16-2Sm 1); David (2Sm 2-20); y suplementos (2Sm 21-24).

En la base de 1-2 Samuel se encuentran materiales antiguos procedentes de las tradiciones sobre Samuel, Saúl, David y el arca de la alianza. Estos, inicialmente, tuvieron orígenes locales, pero fueron reunidos y elaborados bajo la óptica teológica deuteronómico-deuteronomista, a fin de dar respuestas a diversas cuestiones sobre los inicios de la monarquía y los rumbos que el antiguo Israel tomó por el cambio en la forma de gobierno. Se nota que las tradiciones con las que 1-2 Samuel fue formado quieren demostrar las implicaciones y la interacción entre el profetismo y la monarquía, como dos fuerzas que ayudaron a comprender la supervivencia de Israel como nación y su autocomprensión como pueblo de Dios .

En 1-2 Samuel se notan duplicados e incompatibilidades: dos tradiciones atestiguan la entrada de David en la corte de Saúl. En la primera, David fue llamado como músico de Saúl y sólo después fue puesto como escudero del rey (cf. 1Sm 16,14-23), pasando a acompañar a Saúl en el combate a los filisteos, por el cual se distinguió en la lucha contra Goliat (cf. 1Sm 17,1-11). En la segunda, David es un simple pastor, desconocido de Saúl y que, a petición del padre Isaí, va al campo de batalla para conocer las noticias de sus hermanos. En ese momento, lucha, vence a Goliat y pasa al servicio de Saúl (cf. 1Sm 17,12-30, 17,55-18,2). Por dos veces, Saúl intenta matar a David (cf. 1 Samuel 18,10-11, 19,8-10). Dos textos narran la popularidad de David (cf. 1Sm 18,12-16; 18,25-30); su fuga (cf. 1Sm 19,10-17 y 20,1-21,1) y la muerte de Saúl (cf. 1Sm 31,1-6 y 2Sm 1,1-16). Algunas “fuentes” son citadas y usadas en la formación de 1-2 Samuel (cf. 2Sm 1,18, cf. 1Cr 29,29-30, 27,24).

Hay tres posturas sobre la monarquía: a) antimonárquica, por la cual Dios rechaza la monarquía (cf. 1Sm 8,1-22; 10,17-25); b) pro-monárquica, por la cual Dios revela sus intenciones a Samuel (cf. 1Sm 9,1-10,16); c) neutral, por la cual la monarquía es dada a Saúl por sus méritos de bravura (cf.  1Sam 11,1-15).

A pesar de que el género narrativo prevalece en 1-2 Samuel, existen algunas composiciones poéticas: el cántico de Ana (cf. 1Sm 2,1-10); la elegía de David a Saúl y Jonatán (cf. 2Sm 1,17-27); el himno de acción de gracias de David (cf. 2Sm 22,2-51 paralelo al Sal 18) y las últimas palabras de David (cf. 2Sm 23,1-7).

En 1-2 Samuel, el tema de la alianza es importante. Dios hizo una alianza con David, pautada en la Ley y en la promesa de estabilidad de la casa y del reino davídico, por lo cual surge el tema del mesianismo real (2Sam 7,1-17). Los filisteos figuran como principal enemigo y, así, queda establecido el vínculo con el libro de los Jueces, en particular los capítulos que se refieren a las narrativas sobre Sansón (Jc 13-16). El ciclo narrativo sobre David tiene su preanuncio en el libro de Rut. Las figuras de Saúl y David son antagonizadas en torno a la figura de Samuel. Correspondió al  pueblo elegido y, dentro del mismo, a los elegidos para el bien del pueblo, no abrogar para sí poder, títulos o derecho a la realeza. Desde el punto de vista teológico, 1-2 Samuel apunta a las condiciones del reinado de Dios con su pueblo. La iniciativa, que parecía originarse en el deseo del pueblo, por la lógica interna partió del propio Dios.

6 1-2 Reyes

1-2 Reyes, también como en el caso de 1-2 Samuel, formaba un solo rollo en la Biblia Hebrea, llamado Melākîm. La división apareció en la LXX (βασιλέων τρίτη-τετάρτη: 3º y 4º Reinos) y fue seguida por la Vulgata (Liber regum tertius, quartus). Sólo entre los siglos XV-XVI dC, la división en dos libros fue adoptada en la Biblia Hebrea. Así, 1-2 Samuel era 1-2 libros de los Reinos y 1-2 Reyes, 3-4 libros de los Reinos. El arco temporal cubierto por 1-2 Reyes es mucho mayor que 1-2 Samuel: va desde la muerte de David, con la consiguiente entronización de Salomón, hasta la amnistía dada por Evil Merodak al rey Yehoākîn (970-562 aC).

1-2 Reyes puede dividirse en tres partes: la historia de Salomón y su reinado, que comienza en el contexto de la muerte de David (1Re 1-11); la historia de la monarquía dividida: Reino del Norte (Israel), hasta la destrucción de Samaria, su capital, ocurrida en 722/21 aC (1Re 12-2Re 17), y el Reino del Sur (Judá), hasta la destrucción de Jerusalén, su capital, ocurrida en 587/6 (2Re 18-25). De 1Re 12 a 2Re 17, la historia corre paralela entre los dos reinos. 2 Re 18-25 se ocupa solamente del Reino del Sur . Los reyes de Judá se presentan en tres categorías: malos, porque idólatras: Abdias (cf. 1Re 15,3.6), Acaz (cf. 2Re 16,2-4), , Manasés (cf.2Rs 21,2-9), Joacaz (2Re 23,32); buenos porque no siendo  idólatras, permitieron el culto en los lugares altos: Asa (cf. 1Re 15,11-13), Josafat (cf. 1Re 22,43-49), Joás (cf.2Rs 12,2b-3) , Amasias (cf.2Rs 14,4), Azarías (2Re 15,3s), Jotán (2Re 15,34); y óptimos, porque, además de no haber sido idólatras, combatieron la idolatría y sus focos: Ezequías (cf.2Rs 18,3-5) y su bisnieto Josías (cf.2Rs 22,2; 23,25).

La metodología utilizada para presentar cada uno de los monarcas sigue un esquema: entronización, duración del reinado, edad del rey, un juicio sobre la conducta, descripción de la muerte, sepultura y su sucesor. Cada rey que sube al trono, sea del norte o del sur, es descrito en sincronía con el que ya está en el trono, sea del norte, sea del sur. Los reyes de Judá recibieron un trato diferenciado en relación a los reyes de Israel. La redacción fue hecha en Judá, por autores de la corriente deuteronómica-deuteronomista, dato que explica la razón de ese tratamiento diferenciado. El elemento central es el juicio que recae sobre el comportamiento religioso de cada rey en cuanto a sus relaciones con Dios, las otras divinidades, el culto y la alianza. En el caso de los reyes de Israel, el parámetro tomado fue el idólatra Jeroboam. En el caso de los reyes de Judá, el parámetro tomado fue el amado y fiel David.

Algunos reyes recibieron tratamiento más diferenciado, mientras que de otros se dieron sólo algunas noticias. El autor deseó mostrar si el rey fue fiel o infiel a Dios y cuáles las consecuencias directas de sus actitudes. En ese sentido, 1-2 Reyes atestigua una “historia de la salvación” en curso, en la cual los planes salvíficos de Dios se estaban concretando: como bendiciones para los fieles y como maldición para los infieles, base de la teología de la retribución. El parámetro es la alianza y, en relación con ella, el reino de Judá, es decir, de los descendientes de David, se convirtió en depositario de las promesas mesiánicas (2Sam 7,1-17).

Digno de nota, además de la atención dada a los reyes, es la atención concedida a los profetas: Elías (1Re 17-19.21, 2Rs 1); Eliseo (2Re 2-13); Isaías (2Re 19,5-20,19). Además de éstos, muchos otros son citados (1Re 13,18, 20,13, 22,8). El término “profeta”, en el singular o plural, ocurre 83 veces en 1-2 Reyes. Se puede afirmar que estos dos libros sirven de contexto socio-religioso para presentar la actuación de los profetas preexílicos: Oseas, Amós, Isaías, Miqueas, Sofonías, Jeremías. Reside, en esta dinámica profética, la certeza de que Dios actuó en la historia de modo particular por palabras y acciones conexas entre sí, realizadas por los profetas que envió. Por medio de ellos, exhortando y amenazando, se reveló la fidelidad y la infidelidad de los liderazgos y del pueblo en general a la alianza. En confrontación con la monarquía, la presencia y actuación de profetas en 1-2 Reyes atestiguaban que la Palabra de Dios era más potente que cualquier maniobra política.

Algunas “fuentes” fueron indicadas en 1-2 Reyes. Por ejemplo: “el libro de los hechos de Salomón” (1Re 11,41); “El libro de los anales de los reyes de Israel” (1Rs 14,19); “El libro de los anales de los reyes de Judá” (1Rs 14,29). De entre todos estos libros, hay uno en particular, el libro de la Ley, que había sido encontrado en el templo de Jerusalén, durante los trabajos de restauración promovidos por el piadoso rey Josías (2Rey 22,8). Por estas indicaciones, se puede decir que 1-2 Reyes tuvo su origen en el período preexílico, continuó siendo ampliado durante el exilio (2Re 25,25-30) y alcanzó su forma final durante el período persa.

7 1-2 Crónicas

La Biblia Hebrea denomina 1-2 Crónicas de sepēr dibrē hayyamîm: “libro de las cosas diarias” o “libro de los hechos cotidianos”. Los LXX los denomina παραλειπομένον πρῶτον δεύτερον (Paraleipoménôm primero y segundo), es decir, Primer y Segundo libro de las cosas omitidas o no transmitidas. El título de Crónicas deriva de San Jerónimo que los designó Chronicon totius divinae historiae, “Crónica de toda la historia divina”. Como 1-2 Samuel y 1-2 Reyes, también 1-2 Crónicas era, originalmente, un solo rollo. La división fue hecha en los LXX, seguida por la Vulgata y en los siglos XV-XVI dC tal división pasó a la Biblia Hebrea.

Los libros de 1-2 Crónicas pueden dividirse en cuatro partes: a) de Adán a David (1Cr 1-10): listas genealógicas, mostrando que la salvación es universal. Todos los descendientes de Adán esperan la realización de las promesas hechas a Abraham. Saúl fue un precursor de David, pero no fue un rey que agradó a Dios como David (cf. 1Cr 10,13); b) David, además de rey, es legislador y el fundador del culto celebrado en el templo de Jerusalén (1Cr 11-29): el Reino de David (1Cr 11-14), el arca en la ciudad de David (1Cr 15-20) , la preparación para la construcción del templo (1Cr 21-29); c) Salomón fue el sucesor de David, a quien tocó la construcción del templo (2Cr 1-9); d) los reyes de Judá son los legítimos sucesores de David (2Cr 10-36).

La gran preocupación u objetivo que se encuentra en 1-2 Crónicas es mantener viva en el pueblo la conciencia de ser elegido. La experiencia del exilio en Babilonia no retiró ni alteró el sentido y el valor de la elección. Dios es fiel, continúa amando a su pueblo y requiere fidelidad y obediencia a su Ley. La figura de David es central, pues a él fue hecha, por boca del profeta Natán, la promesa de que su dinastía subsistiría (1 Cr 17 , 1-15). Los reyes de Israel son ilegítimos y quedaron fuera del plan de Dios, por lo que su historia no fue narrada.

Dado que, durante y después del exilio en Babilonia, la monarquía no continuó, fueron acentuadas las realizaciones religiosas y cultuales de David, rey ideal y según la voluntad de Dios (el arca en Jerusalén, el deseo del templo, la elaboración de los Salmos). El culto se convirtió en el fuerte elemento de unión e identificación del pueblo elegido (2Cr 2-7). Guardar el culto, instituido por David, se convirtió en el acto preservador de la identidad del pueblo. Así, la comunidad post-exílica, adorando a Dios como en el tiempo de David, podría esperar un nuevo David: el Mesías.

De los reyes juzgados buenos en 1-2 Reyes, todo lo que pueda declarar contra ellos no es referido (adulterio de David, idolatría de Salomón en la vejez, crueldad de Manasés, etc.). La historia de la monarquía contada en 1-2 Crónicas es un relato ideal de la dinastía davídica, por lo que no se ocupó de los reyes de Israel. Con eso, no se dio espacio para los ciclos de Elías (cf. 2Rs 17,1-2Rs 1) y Eliseo (cf. 2Rs 2-13). 2 Crónicas se concluyó con el edicto de Ciro, por el cual no sólo permitió que los judíos volvieran a su país, sino que se  declaró encargado por el Dios de los judíos para reconstruir el templo en Jerusalén (cf. 2Cr 36,22-23 ).

En 1-2 Crónicas se refleja la teología del Reino de Dios centrada en el ideal teocrático. La base de esto es la alianza de Dios con David (1Cr 17,13-14). En la alianza con David, el pueblo se une a Dios y el Reino de Dios está lanzado en la tierra, destinado a ser universal. Por eso, bajo David pueblos extranjeros y hasta egipcios están congregados. El rey, el culto y el santuario son como una única realidad sagrada. Por eso, el rey es quien determina el funcionamiento del templo que será construido por su sucesor. En el templo está el trono sobre el que Dios reina sobre Israel y los pueblos del mundo entero, derramando sus bendiciones. Todo gira alrededor del templo y su culto se celebra con salmos, acompañados por diferentes instrumentos musicales (cf. 2Cr 5,11-14, 6,6, 9,25-30, 30,21). Israel es el pueblo de la alianza, una comunidad cultual y consagrada, un “reino de sacerdotes” (cf. Ex 19,6). Dios es santo, por lo que puede manifestar su amor y su celo por su pueblo. Cuando el pueblo es fiel al reino davídico, Dios lo defiende y protege, pero lo castiga paternalmente cuando desprecia su amor.

Cuando se compara 1-2 Crónicas con 1-2 Sm y 1-2 Re, se percibe que la historia fue vista bajo un fuerte punto de vista teológico: universalismo y continuidad de la historia (1Cr 1-9); David se tiene desde el principio como rey de las doce tribus (1Cr 11), mientras que en 2 Sam 5,1-5 por primera reinó sobre Judá y Benjamín, y sólo después de siete años pasó a reinar sobre las tribus del norte; 1-2 Crónicas intentó evitar hablar de las guerras y de las etapas políticas del reinado de David, para enfatizar su figura como legislador, en particular su empeño para organizar el culto y la construcción del templo de Jerusalén; 2Sam 24 afirma que fue la ira de Dios la que incitó a David a censar al pueblo. Ya en 1Cr, 21, fue Satanas quien incitó a David; 2 Sam 24,24-25 afirma que David pagó cincuenta ciclos de plata por la era y por los bueyes para construir un altar para Dios. Ya en 1Cr 21,25-27, David pagó seiscientos ciclos de oro y apareció un fuego del cielo y un ángel; 1Cr 22 se refiere con énfasis a los preparativos para la construcción del templo; 2Cr 29-31; 34-35 enfatizan la reforma religiosa emprendida por Ezequías y Josías.

8 Esdras

El libro recibe el nombre del personaje protagonista, a pesar de su entrada en escena no ocurrir antes del capítulo séptimo. Esdras fue hijo de Seraías, que pertenecía a la familia del sumo sacerdote Aarón, y fue descrito como sacerdote celoso y profundo conocedor de la ley de Moisés (Esd 7,1-6.12.21). El libro de Esdras, originalmente, formaba una sola obra con el libro de Nehemías. La subdivisión en dos libros fue hecha por los traductores de los LXX y sólo en la Edad Media fue asumida en la Biblia hebrea. Ambos libros se pueden leer como continuación de 2 Crónicas. Además del libro canónico, hay otros cinco libros con el título de Esdras, pero son apócrifos. Algunos pasajes están escritos en arameo (Esd 4,8-6,18, 7,12-26), lengua oficial del imperio persa.

El libro de Esdras fue probablemente compuesto en Jerusalén en el siglo IV aC, y narra el regreso de un primer grupo de judíos exiliados a Jerusalén (Esd. 1-2), para reconstruir el templo que había sido destruido por los babilonios en 587 aC (Esd. 3-6). Esta primera fase puede situarse entre los años 520-515 aC y sucedió bajo el mando de Zorobabel, que pertenecía a la estirpe de David, y Josué, hijo de Josedec, que era de linaje sacerdotal. El libro de Ageo y la primera parte del libro de Zacarías, capítulos 1-8, ayudan a comprender y completar ese momento histórico. El comando de Esdras, sin embargo, ocurrió casi un siglo después del regreso del primer grupo. Con Esdras, un segundo grupo de exiliados regresa a Jerusalén (Esd 7-8), a fin de reorganizar la vida social y cultual. Para realizar su misión, Esdras se enfrentó a las cuestiones relativas al culto ya los matrimonios mixtos, exigiendo la estricta observancia de la ley de Moisés (Esd 9-10).

Así, la renovación religiosa de la comunidad judía, en particular de Jerusalén y de su templo, fue el principal objetivo de la misión de Esdras. Esta renovación tuvo su base en las promesas de Dios, según las cuales una nueva y decisiva etapa tendría inicio: el paso del castigo a la salvación, pues la misericordia de Dios triunfó como su principal acto de juicio sobre la infidelidad a la alianza mosaica. Con Esdras, como si fuera un nuevo Moisés, ocurrió la renovación socio religiosa que pasó a ser llamada de judaísmo.

9 Nehemias

Como se dijo anteriormente, el libro de Nehemías formaba una sola obra con Esdras y, también, pasó a ser llamado por su principal personaje. Nehemías, nombre que significa “el Señor consuela”, fue hijo de Hacalias y, como se desprende del libro, fue un judío muy piadoso y celoso por las tradiciones. Vivió en la ciudad de Susa y fue un hombre de la corte, pues servía al rey Artajerjes I Longimano (465-423 aC) como su copero mayor, un alto e importante cargo para la época. Es en el contexto de su servicio al rey que comienza la trama del libro. La motivación de su misión se desarrolló como una embajada del rey en Jerusalén, a fin de que se reconstruir las tumbas de los antepasados y las murallas de la ciudad. En el fondo, esa acción fue un paso decisivo para devolver dignidad a la ciudad ya sus habitantes.

Nehemías tuvo insignias de gobernador y el libro narra su misión en Jerusalén en dos etapas. En la primera, restauró las murallas de Jerusalén para salvaguardar la seguridad de la ciudad y, vehemente, se opuso a la explotación de los más pobres por los más ricos. En la segunda, tomó serias medidas para combatir los desórdenes sociales, los matrimonios mixtos, y los desvíos culturales, con el establecimiento del diezmo que debía darse  a los levitas y la estricta observancia del sábado.

El libro trata de la restauración de Jerusalén y, en particular, de la reconstrucción de las murallas (Ne 1-7). Al lado de Esdras, se leyó la ley de Moisés, base para la penitencia y para la renovación de la alianza del pueblo con Dios (Ne 8-10). En fin, trata de la restauración del orden social de la comunidad judía y de la posterior acción de Nehemías (Ne 11-13).

Se nota que el libro fue escrito teniendo como base lo que se podría llamar “memorias de Nehemías”, pues muchas cosas aparecen escritas en primera persona (cf. Ne. 1-7; 10; 12,27-43; 13). Al lado de eso, existen listas de los habitantes de Judá-Jerusalén (Ne 11) y “memorias de Esdras” (Ne 8-9). La forma final del libro se dio en el siglo IV aC en Jerusalén. Nehemías juntamente con Esdras son considerados los fundadores del judaísmo, en el que se encuentra la nueva modalidad socio-religiosa que pasó a caracterizar al pueblo repatriado.

10 Tobías

El libro de Tobías, por lo que todo indica, fue originalmente escrito en hebreo o arameo. Esta afirmación se fundamenta en los manuscritos encontrados en Qumran, entre los cuales estaba un titulado sēper dibrê tōbit, es decir, “libro de las palabras / acontecimientos de Tobit”. Sin embargo, este libro fue preservado sólo a través de las versiones griegas: en los LXX, en una recensión breve, preservada en el Códice Vaticano y en el Código Alejandrino, y en una recensión más larga, preservada en el Código Sinaítico. La nueva Vulgata sigue una forma intermedia, del Códice Vercellensis (latino). Tobías es un libro deuterocanónico y no pertenece al canon hebreo ni al canon protestante.

En el libro, Tobías era hijo de Tobit, un judío piadoso que fue deportado a Nínive y vivió en la diáspora. Tobit fue un judío irreprensible ante la ley, incluso ante las varias adversidades y persecuciones. El libro, además de las vicisitudes y percances de Tobit, que quedó ciego, narra, igualmente, los sufrimientos de Sara, una pariente que vivía en Ecbátana. Entonces, en la narración, Tobías pasó a tener un importante papel, tanto en relación al padre, cumpliendo fielmente el cuarto mandamiento, como en relación a Sara, que se convirtió en su esposa. La dinámica interna del libro recuerda fuertemente los relatos patriarcales contenidos en el libro del Génesis.

En el libro se narran: los actos de beneficencia, la ceguera de Tobit, el sufrimiento de Sara, que no logra finalizar un matrimonio, y las oraciones que ambos elevan a Dios, suplicando auxilio (Tb 1-3). Narra el viaje de Tobías de Nínive a Ecbátana, para rescatar una deuda. A lo largo de ese viaje, Tobías pasó a ser acompañado por un “pariente” que, en realidad, era el ángel Rafael, nombre que significa “curación de Dios”, por el cual Tobías logró librar a Sara de su mal y su padre de la ceguera (Tb 4-12). En la última parte, Tobit elevó a Dios una acción de gracias, y Tobías, después de la muerte de sus padres, se mudó con Sara a Ecbátana, para cuidar de los suegros hasta su muerte. La última información del libro describe que Tobías vio lo que fue hecho a los ninivitas y elevó a Dios una acción de gracias por su justicia (Tb 13-14).

El libro de Tobías puede ser clasificado como un relato, un cuento o una novela edificante que fue escrito en forma histórica. Posee un cuño doctrinal y moral muy fuerte, rico en sentencias de índole sapiencial y que se interesa en demostrar que Dios no abandona al justo en sus dolores y sufrimientos. La enseñanza sobre los ángeles y los demonios, presente en el libro, evidencia también el desarrollo del pensamiento religioso del judaísmo post-exílico, muy próximo a la literatura apocalíptica. La fidelidad a la ley, la constancia en la oración y la práctica de las obras de misericordia (sepultar a los muertos, dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, vestir a los desnudos, acoger a los peregrinos, dar limosna a los necesitados) evidencian la justicia como amor al prójimo y sirven para fortalecer la fe delante y durante las duras pruebas de la vida. Las dificultades narradas en el libro, encuadrándolo en un amplio contexto de persecuciones, permiten situar su forma final entre los siglos III-II aC, en el marco de las nuevas persecuciones ocurridas en el período helénico.

11 Judite

Este libro, en sí, no es una descripción exacta de un período o de hechos históricos, pero tiene un fuerte enfoque didáctico, como en el caso del libro de Tobías. Lo mismo se aplica en lo que se refiere al texto, pues debe haber existido un probable original hebreo que no ha sido preservado. Existe el texto griego de los LXX en tres recesiones y una reelaboración hebrea bien posterior a la escrita. Los códices B, S y A son considerados los mejores, mientras que el códice Vaticano griego Reginense depende de la Vetus Latina. El texto de la Vulgata es una traducción que Jerónimo hizo, probablemente, de un texto arameo hoy perdido. El título del libro viene de su protagonista, Judit, que significa judía, una joven viuda que vivió en Betulia, y que, por su coraje y total confianza en Dios, logró salvar a su pueblo del exterminio.

El libro narra la victoria de los asirios sobre los pueblos circundantes que no atendieron al llamado de la coalición (Jdt 1-3). Holofernes es el imponente general encargado de conducir una campaña militar para castigar a los vasallos infieles, entre los cuales están los judíos. En el camino de Israel, sin embargo, estaban los judíos que vivían en Betulia, que fue asediada. De allí los ejércitos seguirían hacia Jerusalén (Jdt 4-7). Ante la amenaza, Judit surgió valiente y exhortó al pueblo a mantener su confianza en Dios (Jdt 8-9). Para salvar a su pueblo, Judit usó de astucia y estrategia femenina, logrando infiltrarse en el campamento enemigo y degollar a Holofernes, salvando de esa forma al pueblo judío de un gran exterminio (Jdt 10-15). Una acción de gracias fue hecha por la victoria y un cántico fue elevado en reconocimiento del valor y de las virtudes de Judit, que, antes de morir con una edad avanzada, distribuyó sus bienes entre los parientes de su fallecido marido y entre sus familiares (su familia, Jdt 16).

Si, por un lado, existen fuerzas contrarias y hostiles al pueblo de Dios, por otro lado, la ayuda salvífica surge a través de los que a él se dirigen y viene como respuesta a la oración confiada. En ese sentido, la ayuda divina no dispensa la participación humana y se evidencia la soberanía universal de Dios tanto en relación a su pueblo como a los demás pueblos. El contenido del libro de Judit se acerca mucho al libro de los Jueces. De hecho, los hechos de esa piadosa e imponente judía son narrados como los hechos de los jueces mayores que actuaron en pro de la liberación y consiguieron devolver la paz a los hijos de Israel (Jdt 16,25).

La ausencia de fundamentación histórica para los hechos narrados en el libro de Judit no disminuye su valor tanto narrativo como literario. Resalta la voluntad de mostrar cómo la protección divina puede ocurrir no sólo a través de hombres fuertes y robustos, sino por medio de una mujer que sabe usar su belleza con la debida astucia. Es una exaltación, incluso, del papel que una viuda puede desempeñar a favor de todo el pueblo. En ese sentido, Judit, la viuda, y Ester, la huérfana, demuestran que Dios interviene utilizando los medios humanos menos aptos. La astucia de Judit no contradice la moral, alegando que los fines justifican los medios, pues los efectos positivos alcanzados están de acuerdo con el derecho a la legítima defensa. En la dinámica bíblica, Judit encarna la figura de la mujer que aplasta la cabeza de la serpiente (Gn 3,15), venciendo a Holofernes, que encarna al antiguo enemigo.

12 Ester

Al lado del libro de Rut y de Judit, el libro de Ester encierra una perspectiva teológica que marca, profundamente, el prominente papel de mujeres en la construcción y conducción de la historia de la salvación del pueblo elegido. La denominación del libro también deriva de su protagonista, descrita con rasgos de belleza y adornada de grandes virtudes, en particular la sabiduría. Digno de mención es el hecho de que Ester era una huérfana que, tras la muerte de sus padres, había sido creada por un primo, un judío piadoso llamado Mardoqueo. Tanto el nombre Ester (Ishtar) como Mardoqueo (Marduk) son de origen babilónico. El nombre Ester podría ser de origen persa stareh que significa “estrella”. Hadassa es el nombre hebreo de Ester y significa “murta”. Mardoqueo posee, al lado de Ester, un papel importante en el libro, pues representa el fuerte vínculo de Ester no sólo con su pueblo, sino con la fe en el Dios de sus padres, conforme a la oración que ella hizo (cf. Est 4, 17k-z).

Como se dice en la introducción, el libro de Ester integra el bloque de los Escritos y está entre los cinco megillôt. El texto hebreo es más breve que el texto de la Septuaginta (seguida por la Vulgata). El texto en griego contiene cerca de 107 versículos más que el texto hebreo y estos versículos se insertan de un modo muy lógico en el texto. El libro en hebreo fue escrito por un judío de la diáspora oriental, probablemente entre los siglos IV-III aC, pero bien informado sobre lo que sucedía en la corte persa. Los añadidos en griego se pueden situar  entre los años 150-100 aC.

El libro de Ester puede ser subdividido en cinco partes: a) en la primera parte (Est 1-2), se encuentra una ambientación, en la que la reina Vasti cayó en desgracia por no acatar la orden del rey y, en su lugar, después de una selección, Ester se convirtió en reina. Mientras tanto, Mardoqueo descubrió la existencia de un complot contra el rey, que en la narrativa se denomina Asuero y muy probablemente sería Jerjes I (486-465 aC); b) en la segunda parte (Est 3), Amán se convierte en un alto dignatario del rey y, por envidia de Mardoqueo, proyecta una estrategia para exterminar a los judíos que viven en cualquier parte del imperio, con la acusación de que, como Mardoqueo, rechazan seguir la religión oficial del imperio persa; c) en la tercera parte (Est 4-7), Mardoqueo pidió a Ester que interviniera junto al rey para librar al pueblo judío del exterminio. Ester, después de cierta reticencia, decidió poner su propia vida en peligro y, con gran astucia, logró hacer públicos Asuero los planes de Amán contra su pueblo. En la misma horca que Amán había preparado para Mardoqueo, aquél  fue ahorcado; d) en la cuarta parte (Est 8-9), debido a la imposibilidad de revertir el decreto del rey emanado por Amán, los judíos recibieron el derecho de defenderse contra los que siguieran dicho decreto. Es en este contexto que sucedió la institución de la fiesta de Purim, que quiere decir “suertes”; e) en la quinta parte (Est 10), Mardoqueo recibe grandes elogios y Asuero le concede una alta dignidad, pasando a ser el cortesano más importante, estando por encima de él sólo el propio rey.

De modo particular, el objetivo central del libro de Ester parece ser el de querer explicar el origen y el significado de la fiesta de Purim. Sin embargo, sobresalen muchos puntos teológicos de gran relevancia: la piedad, la oración, el amor por las tradiciones religiosas, la confianza en Dios y, sin duda alguna, un fuerte nacionalismo. A pesar de eso, ese nacionalismo acentuado en el libro servía como una forma de garantizar la supervivencia de la identidad judía de los que vivían fuera de la tierra santa.

13 1-2 Macabeos

1-2 Macabeos son dos libros considerados independientes, se nota que el estilo literario usado en cada uno es muy diferente. Sin embargo, la resistencia al helenismo, encabezada por la familia macabea, es el dato fuerte y común entre los dos libros. Antíoco IV Epífanes quiso imponer el helenismo a la fuerza, desencadenando persecuciones contra el judaísmo; por otro lado, se impuso la fuerza religiosa anti-helenística encabezada por la familia macabea. En 1 Macabeos, la resistencia es acentuadamente bélica, ya en 2 Macabeos, además de bélica, la resistencia también ocurre a través de la aceptación del martirio, elemento fundamental para introducir la fe en la resurrección.

1 Macabeos cubre un arco temporal de aproximadamente cuarenta años: desde la ascensión de Antíoco IV Epífanes (175 aC) hasta la muerte del sumo sacerdote Simón (134 aC). Fue escrito originalmente en hebreo entre los años 100-64 aC, pero fue preservado sólo en el griego de la LXX que lo denomina Μακκαβαίων πρῶτον, seguido por la Vulgata Primus Machabæorum. Fue escrito, probablemente, en Jerusalén, con fuerte acentuación histórica y apologética. La combinación de estos dos elementos no fue muy feliz. Si, por un lado, el valor histórico es digno de crédito por los datos cronológicos y topográficos que posee, por otro lado, su carácter apologético está marcado por un nacionalismo exagerado.

Sin defender algún punto doctrinal concreto o lecciones morales directas, el autor se concentró en los elogios a los piadosos (hassideus, que dieron inicio  probablemente al grupo de los esenios), por haber perseguido y combatido los intereses políticos de los seléucidas, encabezados por Antíoco IV Epífanes (175-163 aC). La fe ardorosa de la familia macabea, sin embargo, elucida la confianza en Dios, sin que sea citado, y en su providencia (cf. 1Mac 2,61, 3,18-20, 4,10-12, 9,46), sin la cual no habría ocurrido la liberación. La observancia de la Ley.

1 Macabeos puede ser dividido en cuatro partes: a) descripción de la situación religiosa y política durante el gobierno de Antíoco IV Epífanes, que llevó a la insurrección de los judíos encabezados por Matatías (1Mac 1-2); b) luchas y victorias de Judas Macabeo contra los enemigos y relato de su muerte gloriosa (1Mac 3,1-9,22); c) luchas bajo el mando de Jonatán y su política de conciliación (1Mac 9,23-12,54); d) Simón asume el gobierno, la Judea se vuelve autónoma, trayendo paz y bienestar para el pueblo (1Mac 13-16). Los hechos y realizaciones de los tres hijos de Matatías se presentan según un orden cronológico.

2 Macabeos cubre sólo quince años de la historia macabea (175-160 aC). Fue escrito, probablemente, en Egipto, en griego, entre los años 130-100 aC. La LXX lo denominó Μακκαβαίων δεύτερον, seguido por la Vulgata Secundus Machabæorum. No es una obra inédita, sino un resumen de una obra en cinco volúmenes de Jasón de Cirene (cf. 2Mac 2,19-32), un judío piadoso de la diáspora cirenaica. Una obra que no se ha conservado. Los puntos centrales de esta obra habrían sido: la santidad e inviolabilidad del templo de Jerusalén (2Mac 3,1-40); intrigas de los impíos, ira de Dios que pesa sobre Israel y los mártires que expían el pecado del pueblo (2Mac 4-7); la ira dio lugar a la misericordia por la victoria sobre los impíos, con la consiguiente dedicación del templo de Jerusalén (2Mac 8,1-10,9); el templo quedó libre de profanación interna y externa (2Mac 14,1-15,37). El estilo adoptado es exuberante: las luchas, los actos heroicos de Judas Macabeo y el testimonio de fe de algunos mártires fueron contados con abundancia de detalles (2Mac 6,18-31; 7,1-42); pero, también, oratorio, pues busca agradar, mover y persuadir al lector. Los personajes son descritos de forma antitética, impíos (antipáticos) y justos (simpáticos) están en oposición. La crueldad de los impíos sobre los mártires es descrita con gran realismo (2Mac 6,18-7,42).

2 Macabeos puede dividirse en cuatro partes: a) cartas de los judíos de Jerusalén a los hermanos de la diáspora alejandrina en Egipto y prólogo (2Mac 1-2); b) hechos ocurridos durante el gobierno de Seleuco IV Filopatro (2Mac 3,1-4,6); c) presión del helenismo y persecución durante el gobierno de Antíoco IV Epífanes (2Mac 4,7-10,9); d) luchas de Judas Macabeo contra Antíoco V Eupátor y contra Demetrio I Soter, con victoria sobre Nicanor (2Mac 10,10-15,39). Se narra, con eso, la persecución de los judíos bajo Antíoco IV Epífanes y la lucha de liberación comandada por Judas Macabeo hasta su victoria sobre Nicanor (175-161 aC).

Dios intervino en la historia de su pueblo no sólo por la acción de los macabeos, sino con prodigios: un caballo y su caballero misteriosos castigan a Heliodoro (2Mac 3,23-29); caballos y caballeros relucientes aparecen por cuarenta días (2Mac 5,1-4); caballos y caballeros celestes ayudan a Judas a vencer a Timoteo (2Mac 10,29-30); un caballero en vestiduras blancas surge blandiendo  su espada dorada y los judíos vencen a los enemigos (2Mac 11,8-12). Además de estas intervenciones divinas, 2 Macabeos posee afirmaciones teológicas que muestran cierta evolución en cuanto a la concepción de la resurrección de los muertos (cf. 2Mac 6,26; 7,11.14.23; 14,46), a la fe en la vida eterna (2Mac 7 9-14), a la intercesión de los vivos en favor de los muertos (cf. 2Mac 12,38-46) ya la eficacia de las oraciones por los muertos (cf. 2Mac 12,38-46). Se afirma la creación del mundo ex nihilo (2Mc 7,28). De esto resulta que 2 Macabeos acentúa mucho más el aspecto religioso de la resistencia al helenismo, multiplicando las oraciones antes de las luchas, la observancia del sábado, la acentuación del martirio por la fe y la creencia en la resurrección con la justa retribución para justos e injustos.

14 Consideraciones finales

Los libros de Josué, Jueces, 1-2 Samuel y 1-2 Reyes están repletos de crueldades y grandes masacres. El oyente-lector hodierno tiene toda la razón en quedar perplejo, pero, al acercarse a esos libros, es invitado a percibir la clara diferencia que existe en el actuar de los protagonistas involucrados en las narrativas: Dios y el antiguo Israel en formación

La historia y las vicisitudes de este pueblo están narradas en la Biblia a la manera como se hacía en todo el Antiguo Oriente Próximo (AOP), a través de relatos de guerras, de conquistas, de duelos, de ocupaciones y destrucciones territoriales, de deportaciones, etc. El antiguo Israel está inserto en su tiempo y en su cultura, usa el mismo lenguaje y las mismas imágenes que los pueblos circundantes. En la secuencia narrativa de la conquista de la tierra prometida (Josué), de las batallas contra los filisteos (Jueces), del fin del tiempo de los jueces y del acontecimiento de la monarquía (1-2 Samuel), de las guerras de Judá e Israel contra los pueblos (1-2 Reyes) una marcada dependencia cultural del vocabulario militar, que caracterizaba la historia de los pueblos antiguos: egipcios, asirios, babilonios, persas, griegos, romanos y, sin duda alguna, de muchos pueblos actuales.

El acto de leer y de estudiar esos libros exige capacidad de discernimiento, por el cual se aprende a separar lo que es contingente y perteneciente a las vicisitudes de la historia del antiguo Israel (conquista de la tierra, guerras con los pueblos vecinos, campañas militares de sus reyes) de lo que tiene valor perenne, porque pertenece a la historia de la salvación: la lucha de Dios contra el mal y el pecado, afirmando su soberana realeza sobre todo lo que sucede en el mundo.

Un estudio histórico-crítico de Josué a Reyes demuestra que la conquista de la tierra fue lenta, difícil y que su pérdida se debió a la negligencia política de sus reyes. La versión de la conquista y de la pérdida de la tierra, en estos libros, es mucho más teológica y profética que histórica. Josué fue el sucesor de Moisés que, por la obediencia a la Ley de Dios, efectuó la conquista de la tierra, porque Dios, verdadero protagonista, cumplió su palabra y las promesas hechas a los patriarcas. En cambio, con el libro de los Jueces se demuestra que la fidelidad de la generación liderada por Josué no se mantuvo (Jue 2,10 tiene que ver con Ex 1,8 y explica el cambio en la conducta: la nueva generación desconoce los hechos). Con eso, se introduce la necesidad de la formación pedagógica que será emprendida por el conocimiento de la Torá. La dialéctica de la alianza es fundamental para comprender estos libros: cuando el pueblo se vuelve hacia Dios y es obediente, es bendecido; cuando abandona a Dios y es desobediente, es castigado.

Los libros de 1-2 Crónicas, Esdras y Nehemías, vistos en su conjunto literario y en el contexto histórico a ellos vinculado, suponen y comentan: la dolorosa experiencia del exilio, la reconstrucción de la sociedad hebrea, a partir del retorno de los exiliados, y una larga vivencia del judaísmo, es decir, la nueva fase de la religión de Moisés que comienza después del retorno de los exiliados. Algunos elementos atestiguan la época tardía de estos tres libros: la fuerte influencia de la teología sacerdotal; la presencia del ideal teocrático con David y Salomón. Jerusalén y el templo están en el centro de esta teocracia; la Ley de Moisés (Torá) es “divinizada”; los hechos y realizaciones narrados fueron adaptados en función de su ideología positiva de la historia.

Todas las instituciones vinculadas al culto fueron enfatizadas en los libros de 1-2 Crónicas, Esdras y Nehemías: la traslación del arca (cf. 1Cr 15-16); la dedicación del Templo (cf. 2Cr 5-7); la reforma del culto y la celebración de la Pascua bajo el reinado de Ezequías (cf.  2Cr 29-31); la solemnidad de la Pascua bajo Josías (cf.  2Cr 35); la restauración de la liturgia, después del exilio, bajo Josué y Zorobabel (cf.  Esd 3); la dedicación del nuevo Templo y la celebración de la Pascua (cf. Esd 6,16-22); la celebración de la fiesta de los Tabernáculos (cf. Ne 8,13-18); la dedicación de los muros de Jerusalén (cf. Ne. 12,27-43). Los sacerdotes y levitas, músicos, cantantes, porteros, personajes involucrados en el culto y que no tuvieron destaque en los libros de Josué a Reyes, recibieron un trato diferenciado (cf.  1Cr 9,17-29; 15,16-21; 16,4-42; 2Cr 5, 12-14; Esd 3,10-11; 7,7; Ne 7,1-45; 11,17-19). En la historia narrada en estos libros, se manifiesta el plan de Dios: comienza con la creación, se sigue con la elección de Israel, el ideal monárquico con la dinastía de David hasta el exilio babilónico, etapas que acabaron por reconducir a la reforma del matrimonio antiguo Israel y sus instituciones emprendidas por los reformadores Esdras y Nehemías.

Los libros de Rut, Tobías, Judit y Ester contextualizan la Ley de Dios bajo diferentes ángulos. Son, fundamentalmente, literatura edificante, por la cual la vida y sus vicisitudes son el campo fértil para realizar la interpretación y la actualización de la fe. En ese tipo de literatura, el oyente-lector no sólo se enfrenta a las situaciones de los personajes, sino que es invitado a dejarse provocar por ellas, a fin de sacar lecciones para su propia vida. La providencia divina es vivamente evidenciada al lado de las iniciativas humanas. Las dificultades, los dolores, las pruebas y los sufrimientos de la vida pueden ser superados en la fe, acentuando el consuelo de Dios, pero no dispensan la participación humana. Los justos pueden ser sometidos a muchas y grandes pruebas, pero no se dejan abatir por su fe y fidelidad a Dios.

Rut, Judit y Ester son heroínas, mujeres extraordinarias y protagonistas de la salvación del pueblo. Estas mujeres ejemplifican Gn 3,15 y Pr 31,10-31. El sueño de todo padre piadoso es tener un hijo igualmente piadoso y virtuoso. De esto trata el libro de Tobías, evidenciando, en particular, el sentido y cumplimiento del cuarto mandamiento “honrar padre y madre” (Ex 20,12, Dt 5,16). El carácter didáctico, parenético y sapiencial de ese libro no invalida el sentido o el valor histórico que a él se ha querido atribuir, elaborados y enriquecidos testimonios de vida ejemplar, haciendo sobresalir la caridad, la pureza legal y los tres pilares de la piedad judía: la oración , la limosna y el ayuno (cf. Mt 6,1-18).

 Los libros de los Macabeos describen una fase posterior de la lucha del pueblo por la propia supervivencia. Esta vez, el peligro no viene tanto de las invasiones de ejércitos extranjeros o de los matrimonios mixtos, sino de la política adoptada por los reinos helenísticos que usaban la cultura como medio para unir diversos componentes de sus imperios. Estos imperios conocían, por cierto, el valor de la cultura y de la educación. Basta recordar la importancia, en el mundo antiguo, de la Biblioteca de Alejandría de los reyes Ptolomeos, cerca de 305 a. Más importante aún fue la introducción del sistema griego de educación en forma de “gimnasios” en diversas partes del imperio (1Mac 1,14). El impacto de la cultura griega era fuerte y el pueblo judío se sintió inmediatamente amenazado. En el mundo antiguo, la religión, la cultura y la política eran a menudo inseparables. (SKA, 2015, p.150-1).

El proceso de helenización de Palestina se inició mucho antes de las hazañas atribuidas a los hermanos macabeos. Este se dio a partir del momento que Alejandro Magno conquistó militarmente el vasto imperio persa. Con la conquista de Tiro, en el 331 aC, toda Palestina pasó a manos del nuevo conquistador. Con Alejandro Magno y su ejército llegaron el intercambio comercial, la literatura, las artes, los deportes, es decir, una nueva cultura con un nuevo estilo de vida. El peso y la imponencia de la cultura griega constituyeron una amenaza para el judaísmo que, a su vez, parecía insensatez a los líderes griegos. En el fondo, el helenismo fue pensado como una metodología de dominación, al que el judaísmo macabeo no quiso someterse. El propio judaísmo, en la época en que vio reinar la rivalidad entre los seléucidas (Babilonia y Siria) y ptolomeos (Palestina y Egipto), ya estaba dividido en facciones o partidos, y conflictos internos ya venían debilitando las tradiciones y las prácticas religiosas. 1-2 Macabeos representaron, inicialmente, la clase de los resistentes al helenismo, pero con el ascenso al poder e implantación de nueva política comenzó el gobierno asmoneo. Este nombre fue tomado, de acuerdo con Flavio Josefo (Ant XII, 6,1; XX, 8,11; 20,10), de Simón  Asmoneo, de la dinastía macabea que reinó de 134 a 36 aC, año que llevó , por imposición romana a Herodes Magno no sólo al trono, sino al exterminio de los descendientes de los macabeos.

Leonardo Agostini, PUC Rio. Texto original português

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