Liturgia y Catequesis

Índice

Introducción

1 Liturgia y catequesis en los primeros siglos del cristianismo

2 Liturgia y catequesis en documentos recientes de la Iglesia

3 Interacción liturgia y catequesis: principales desafíos

4 Mistagogía: camino de interacción liturgia-catequesis

Conclusión

Referencias

Introducción

El misterio pascual es el corazón del cristianismo. La explicación de su grandeza y relevancia en nuestra vida es la gran tarea de la liturgia y también de la catequesis. Ambas dimensiones de la vida de la Iglesia, por caminos diferentes y esencialmente complementarios, ayudan a los cristianos a madurar su fe y a traducirla concretamente frente a los desafíos cotidianos.

La catequesis sin liturgia se vacía de la dimensión mistagógica y se reduce a un conjunto de enseñanzas teóricas sobre Dios, sobre la Iglesia y sobre la vida cristiana, bien articuladas en su forma, pero poco capaces de dar un sentido más profundo a la vida del catequista. Por otro lado, la liturgia sin catequesis carece de esa comprensión necesaria para la acogida y la experiencia ritual, que facilita la inmersión en el misterio celebrado y toca el corazón del fiel celebrante. Bien articuladas, sin embargo, en constante interacción, la liturgia y la catequesis llevan al cristiano a celebrar los ritos cristianos con conciencia y piedad, como preconizaba la Sacrosanctum Concilium (SC, n. 14.19), así como a considerar los contenidos en los que cree siempre orientados hacia la celebración de la fe, de la que la liturgia es la epifanía.

Teniendo como referencia esta interacción entre liturgia y catequesis, este texto, después de un breve recorrido por cómo se produjo esta relación en los primeros siglos del cristianismo, presenta a continuación las perspectivas que abren los documentos recientes de la Iglesia sobre esta interacción, indicando, en un tercer momento, los principales desafíos enfrentados y señalando el camino de la mistagogía como el que mejor puede articular estas dos dimensiones constitutivas de la vida y acción evangelizadora de la Iglesia.

1 Liturgia y catequesis en los primeros siglos del cristianismo

Los primeros siglos del cristianismo dan testimonio de la riqueza de la interacción entre liturgia y catequesis, bien atestiguada en el antiguo principio lex orandi lex credendi, que expresa claramente cuánto liturgia y catequesis se interpenetran y concurren para formar el corazón y la conciencia del cristiano en la perspectiva de una fe bien vivida. Desde un principio, alrededor de la mesa eucarística y de la Palabra, los seguidores de Jesús fueron consolidando su identidad cristiana y fortaleciéndose para el testimonio de la fe, como nos dice el libro de los Hechos de los Apóstoles:

Perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la reunión común, en la fracción del pan y en las oraciones […]. Unidos de corazón, asistían al templo todos los días. Partían el pan por las casas y tomaban el alimento con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios y gozando de la simpatía de todo el pueblo. (Hch 2,42.44.46-47)

También se puede recordar la importancia de la catequesis asociada a la liturgia en el cristianismo primitivo, evocando aquí las figuras de los llamados Santos Padres (siglos III-VII), cuya predicación, brotando casi siempre de contextos celebrativos, iluminaba el camino de los fieles cristianos. y los catecúmenos. Fueron grandes mistagogos, que llevaron a las personas a experimentar el misterio de Dios, de su gracia que salva, por un camino mediado por la espiritualidad, por la contemplación de los signos sagrados, siempre iluminados por la Palabra de Dios. De este modo, celebrando la fe en el Resucitado, la Palabra se profundizaba y transmitía continuamente.

Sin embargo, los cambios históricos tuvieron un fuerte impacto en el cristianismo a partir del siglo IV y, con el advenimiento de la llamada cristiandad, la liturgia y la catequesis se fueron distanciando entre sí. La liturgia se transformó en ritualismo, con excesiva preocupación por sus aspectos externos y con un enfoque sacramentalista. En cuanto a los contenidos de la fe cristiana, estos se diluyeron en los elementos que componían el cristianismo, en las definiciones dogmáticas de los grandes concilios y, a partir del siglo X, en las obras que tenían por objeto sistematizar la teología y los catecismos. Desde entonces, no solo se han notado puntos de distancia entre estas dos dimensiones fundamentales de la vida de la Iglesia, sino también conflictos significativos (PAIVA, 2020, p. 42).

Fue el Concilio Vaticano II, con sus movimientos preparatorios, el que arrojó nueva luz sobre la vida de la Iglesia en general y sobre la liturgia en particular. Aunque los Padres conciliares no produjeron ningún documento específico sobre la catequesis, su inspiración y nuevos paradigmas pastorales tuvieron y siguen teniendo efectos renovadores también en este ámbito de la educación en la fe. Muchos textos preciosos han sido producidos por el Magisterio, desde el de los papas y dicasterios romanos hasta los documentos de las conferencias episcopales, todos ellos apuntando a la urgencia de rescatar la preciosa interacción entre liturgia y catequesis, como indica, por ejemplo, por el Directorio para la Catequesis (DPC), 2020:

La liturgia es una de las fuentes esenciales e indispensables de la catequesis y de la Iglesia, no sólo porque de la liturgia la catequesis puede extraer contenidos, lenguajes, gestos y palabras de fe, sino sobre todo porque se pertenecen recíprocamente en el acto mismo de creer. (DPC, n. 95)

2 Liturgia y catequesis en documentos eclesiales recientes

Algunos documentos del Concilio Vaticano II, aun con esbozos, ofrecen importantes aportes para pensar la relación recíproca entre liturgia y catequesis. El decreto Christus Dominus, sobre la acción pastoral de los obispos, al pedir a los pastores que se preocupen por la catequesis, insiste en afirmar que la liturgia es una de sus fuentes esenciales:

preocúpense de la instrucción catequética, que tiene por objeto hacer viva, explícita y activa la fe ilustrada por la doctrina, para ser administrada con diligente cuidado, ya sea a los niños y adolescentes, a los jóvenes e incluso a los adultos […] Esta instrucción se basa en la Sagrada Escritura, en la tradición, en la liturgia, en el magisterio y en la vida de la Iglesia. (CD n. 14)

La declaración sobre la educación cristiana, titulada Gravissimum Educationis, al definir los objetivos de la catequesis, afirma que ésta “ilumina y fortalece la fe, alimenta la vida según el espíritu de Cristo, conduce a una participación consciente y activa en el misterio litúrgico y despierta a la actividad apostólica” (GE n. 4).

En los campos de la liturgia y la catequesis, específicamente, el Concilio Vaticano II desencadenó un fructífero y continuo proceso de cambio. Sínodos, seminarios, directorios litúrgicos y catequísticos, encuentros de formación de agentes, mucho material producido, todo ello creó un clima propicio para la necesaria renovación. Cabe destacar la VI Semana Internacional de la Catequesis (1968), realizada en Medellín, la publicación del Directorio General de Catequesis en Roma (1971), la publicación del documento Evangelii Nuntiandi (1976), del Papa Pablo VI, sobre la evangelización, y la exhortación apostólica Catechesi Tradendae en 1979 por el Papa Juan Pablo II.

En este último documento, el Papa subraya el vínculo necesario e intrínseco entre catequesis y liturgia, afirmando claramente:

La catequesis está intrínsecamente unida a toda acción litúrgica y sacramental, porque es en los sacramentos, y sobre todo en la Eucaristía, donde Cristo Jesús actúa en plenitud para la transformación de los hombres. […] La catequesis conduce necesariamente a los sacramentos de la fe. Por otra parte, una práctica auténtica de los sacramentos tiene necesariamente un aspecto catequético. En otras palabras, la vida sacramental se empobrece y muy pronto se convierte en un ritualismo hueco si no se fundamenta en un conocimiento serio de lo que significan los sacramentos. Y la catequesis se vuelve intelectual si no se vivifica de una práctica sacramental. (CT n. 23)

En Brasil, el gran hito en la dimensión catequética fue el documento 26 de la Conferencia Nacional de Obispos, Catequese Renovada: orientaciones y contenidos. Su impacto cambió el camino de la catequesis, además de tocar profundamente otras dimensiones de la vida pastoral de la Iglesia. El propio nombre ya anunciaba su intención: renovar la práctica catequética, desde dentro, ofreciendo principios, orientaciones y contenidos que sustentaran este proceso de cambio.

Dos números de este documento, en particular, reflejan la importante interacción entre liturgia y catequesis. En el número 89 podemos leer:

No sólo por la riqueza de su contenido bíblico, sino por su naturaleza de síntesis y cumbre de toda la vida cristiana, la liturgia es fuente inagotable de catequesis. Contiene la acción santificadora de Dios y la expresión orante de la fe de la comunidad. Las celebraciones litúrgicas, con la riqueza de sus palabras y acciones, mensajes y signos, pueden considerarse una “catequesis en acción”. Pero, a su vez, para ser bien entendidas y participadas, las celebraciones litúrgicas o sacramentales requieren una catequesis de preparación o iniciación. (CNBB, 1983, n. 89)

Y el siguiente número añade:

La liturgia, con su peculiar organización del tiempo (domingos, períodos litúrgicos como Adviento, Navidad, Cuaresma, Pascua, etc.) puede y debe ser una ocasión privilegiada para la catequesis, abriendo nuevas perspectivas para el crecimiento de la fe, a través de la oración, reflexión, imitación de los santos, y no sólo un descubrimiento intelectual, sino también sensible y estético, de los valores y expresiones de la vida cristiana. (CNBB, 1983, n. 90)

En 1997, la Sagrada Congregación para el Clero publicó el Directorio General para la Catequesis (DGC), mostrando una sensibilidad significativa al tema de la interacción entre la liturgia y el catecismo, enfatizando la necesidad de una catequesis litúrgica como una forma de iniciar a los catequizandos en la vida celebrativa. En él podemos leer:

La catequesis litúrgica, que prepara para los sacramentos y fomenta una comprensión y experiencia más profunda de la liturgia. Explica el contenido de las oraciones, el significado de los gestos y signos, educa a la participación activa, a la contemplación y al silencio. Debe considerarse como “una forma eminente de catequesis” (DGC, n. 71).

El Documento 84 de la Conferencia Nacional de Obispos de Brasil, Directorio Nacional de Catequesis (DNC), dedicó varios números al tema de la liturgia y el catecismo, reafirmando siempre la dependencia mutua de estas dos dimensiones de la acción pastoral de la Iglesia. Considera, en primer lugar, la liturgia como fuente de catequesis, y cita el anuncio de la Palabra, la homilía, las oraciones, los ritos sacramentales, la vivencia del año litúrgico y las fiestas como momentos de educación y crecimiento en la fe. Sin dudarlo, afirma que “los auténticos itinerarios catequísticos son aquellos que incluyen en su proceso el momento celebratorio como componente esencial de la experiencia religiosa cristiana” (DNC, n. 118).

Poco después, el mismo Directorio subraya la urgencia de una catequesis litúrgica, diciendo que “es tarea fundamental de la catequesis iniciar eficazmente a los catecúmenos y a los catequizandos en los signos litúrgicos y, a través de ellos, introducirlos en el misterio pascual” (DNC, n. 120). Así, señala como misión de la catequesis preparar al cristiano para la iniciación sacramental y ayudarlo a vivir como buen cristiano a través de la oración, los gestos y signos, el silencio, la contemplación, la presencia de María y de los santos, la escucha de la Palabra, etc. (DNC, n. 120).

Cabe mencionar aquí la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium (EG) del Papa Francisco. Al reflexionar sobre la necesidad de una catequesis kerigmática y mistagógica, propone valorar los símbolos litúrgicos de la iniciación cristiana y una catequesis centrada en la Palabra, pero que no descuide “un marco adecuado y una motivación atrayente, el uso de símbolos elocuentes” (EG, n. 166), reafirmando la tradicional via pulchritudinis, el camino de la belleza que hace resplandecer en el corazón del hombre la verdad y la bondad del resucitado (DGC, n. 167).

Más recientemente, el documento 107 de la CNBB, Iniciación a la vida cristiana: itinerario para formar discípulos misioneros (IVC), en un contexto más catecumenal, insistió en esta interacción entre catequesis y liturgia, afirmando que “los procesos de Iniciación se basan en la Sagrada Escritura y en la liturgia, educan a la escucha de la Palabra y a la oración personal, a través de la lectura orante, mostrando una estrecha relación entre Biblia, catequesis y liturgia” (IVC, n. 66). Y prosigue: “Tal rescate del espíritu catecumenal implica el compromiso de reavivar la asociación y la unión entre liturgia y catequesis que, a lo largo de los siglos, se vieron comprometidas” (IVC, n. 74).

El Directorio para la Catequesis (DC), del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización, publicado en 2020, al tratar de las fuentes de la catequesis, dedica preciosos números a la liturgia (DC, n. 95-98), además de otras importantes declaraciones, a lo largo del texto: la necesaria interacción de la liturgia con la catequesis; la liturgia como lugar privilegiado para la catequesis del Pueblo de Dios, conservando el carácter celebrativo de la liturgia; la urgencia de un itinerario mistagógico en la catequesis, que lleve a la interpretación de los ritos a la luz de los acontecimientos salvíficos, que introduzca el sentido de los signos litúrgicos y presente el sentido de los ritos para la vida cristiana en todas sus dimensiones; la importancia de la participación de los catequizandos en la liturgia dominical y en las fiestas del año litúrgico.

3 Interacción liturgia y catequesis: principales desafíos

La fecunda interacción de la liturgia con la catequesis está garantizada en los documentos de la Iglesia y profundamente arraigada en su tradición. En la vida cotidiana, en la mayoría de las comunidades eclesiales, sin embargo, todavía queda mucho por hacer. “En la situación actual no faltan aspectos problemáticos y puntos de fricción, ya sea en el contexto de la reflexión catequética y litúrgica, ya sea en el campo de la práctica pastoral” (ALBERICH, 2004, p. 305).

Uno de los grandes desafíos se refiere a una praxis catequética que en realidad no inicia a la liturgia. A pesar de la buena voluntad de los catequistas y de algunos pasos ya dados en esta dirección, la formación litúrgica en el ámbito de la catequesis es aún incipiente y se limita al concepto de “celebrar” con los catequizandos. Mucho se habla de la importancia de la liturgia, pero poco se celebra. Y no es posible iniciar a alguien en la ritualidad sólo con discursos. Y cuando se celebra, es evidente la dificultad del catequista para articular la fe, la vida, la Palabra de Dios, los símbolos, los gestos, en fin, aquellos elementos que componen el rito cristiano. Esta dificultad ha sido señalada desde hace tiempo por el Directorio General de Catequesis, cuando llamó la atención:

A menudo […] la práctica catequética presenta una conexión débil y fragmentada con la liturgia: escasa atención a los signos y ritos litúrgicos, poca apreciación de las fuentes litúrgicas, guiones catequéticos con poca o ninguna relación con el año litúrgico, presencia secundaria de celebraciones en los itinerarios de catequesis. (DGC, n. 30)

Alberich opina que las dimensiones antropológica y vivencial, aquellas que se ocupan de las cuestiones del hombre y de sus experiencias de vida, de caridad y de servicio, obviamente importantes en la catequesis, terminaron eclipsando la centralidad de la experiencia litúrgica en el crecimiento de la fe (ALBERICH, 2004, p. 306). Así, podemos hablar de una catequesis desenfocada de la experiencia litúrgica o que la tiene sólo como un apéndice de sus procesos.

Otro desafío no menos preocupante es la instrumentalización de la liturgia con una finalidad didáctica y pedagógica para satisfacer la necesidad de explicar los ritos a niños y jóvenes. Estas prácticas desconocen la naturaleza de la liturgia, esencialmente celebrativa y mistagógica, imponiendo un lenguaje y una metodología ajena a su propia esencia, transformando la celebración en una “clase” más animada sobre la misa, por ejemplo. Además de no iniciar realmente a la dinámica celebrativa de la fe, al no respetarse la estructura mistagógica y psicológica del rito, provoca resistencias y cierta molestia a las asambleas y no permite que se encanten por la dimensión contemplativa y orante de la fe.

Las deficiencias en la forma de celebrar, tanto por parte de las asambleas como por parte de muchos de sus ministros, incluidos los ordenados, constituyen también otro importante desafío para consolidar esta importantísima relación entre liturgia y catequesis. No podemos ignorar que la liturgia es el principal transmisor de la fe de la Iglesia, una verdadera catequesis en acción. Por tanto, el hecho de participar en una celebración debe ser una forma privilegiada de recibir y acoger la fe transmitida por la profundidad y riqueza de los ritos constituidos bimilenariamente por la Iglesia. Impregnados por la Palabra, los ritos litúrgicos comunican, en sí mismos y en su experiencia concreta, la fe más genuina de la Iglesia, centrada en el misterio pascual de Jesucristo. De este modo, la asamblea aprehende y comprende su fe a medida que hace acontecer el rito en su vida. La liturgia celebrada de manera relapsa, improvisada o confusa por el voluntarismo de sus ministros crea dificultades para que de ella se infiera una auténtica educación en la fe cristiana.

Todavía se pueden enumerar otros desafíos, como una visión sacramentalizadora de la catequesis, la tímida presencia del año litúrgico en los procesos catequéticos, el subjetivismo combinado con el desconocimiento de la teología litúrgica por parte de muchos laicos y ministros ordenados, la falta de preparación de los catequistas. intercambiar las dos dimensiones de la liturgia y la catequesis en su experiencia, práctica pastoral y testimonio de vida, etc.

4 Mistagogía: camino de interacción liturgia-catequesis

Pensar en la interacción entre liturgia y catequesis toca directamente el tema de la mistagogía, tan querido por la tradición y la espiritualidad del cristianismo. De hecho, desde el judaísmo, el método mistagógico ya se manifiesta como una forma privilegiada de educar la fe de las nuevas generaciones y reafirmar la fe de los ya iniciados. Uno de los mejores ejemplos de esto lo podemos encontrar en la celebración anual de la Pascua judía. La prescripción contenida en el libro del Éxodo siempre resonó soberana para ellos:

Cuando entréis a la tierra que el Señor os dará, como ha prometido, guardaréis este rito. Y sucederá que cuando vuestros hijos os pregunten: «¿Qué significa este rito?», vosotros diréis: «Es un sacrificio de la Pascua al Señor, el cual pasó de largo las casas de los hijos de Israel en Egipto”. (Ex 12,25-27)

“¿Qué significa este rito?” era la pregunta reservada ritualmente a los más jóvenes. Esto no es solo una formalidad ritual, sino esencial. En la respuesta a esta pregunta estaba el contenido que sustentaba y daba sentido al rito de la Pascua. Y al contestar, el mayor de la familia recordaba la obra liberadora de Dios en favor de su pueblo, garantizando la historicidad del rito, insertándolo en una historia de salvación continuada en sus vidas. “¿Qué significa este rito?” era la pregunta que hacían los catecúmenos y neófitos del cristianismo primitivo, buscando comprender la fe que estaban abrazando. De la respuesta dependía la elocuencia del rito en sus vidas. Sin la respuesta, el rito quedaría mudo e inexpresivo (BOSELLI, 2014, p. 29). La respuesta venía con la catequesis mistagógica de los Santos Padres que, a partir de la Palabra, unían el Antiguo y el Nuevo Testamento y ayudaban a los fieles a profundizar en el corazón del misterio pascual. “¿Qué significa este rito?” es la pregunta que hoy y siempre resonará en la Iglesia por parte de cristianos y no cristianos, buscando algún sentido en las acciones litúrgicas, es decir, buscando sacar de la ritualidad alguna catequesis que les ayude a desvelar o, al menos, acoger el misterio celebrado.

La constitución Sacrosanctum Concilium se preocupó por rescatar la centralidad del misterio pascual en la acción litúrgica y mostrar su impacto en toda la ritualidad de la Iglesia. Buscó liberar a la liturgia de su concepción exteriorizada, vista sólo como una ceremonia, llamando la atención sobre su esencia. La definió como el culto perfecto que Cristo total, cabeza y miembros, rinde al Padre, en el Espíritu Santo, a través de ritos y oraciones. Ella es la cumbre y la fuente de la vida de la Iglesia (SC n. 7.10.48). Per ritus et preces: de este modo la Iglesia, pueblo de Dios, reconoce al crucificado resucitado y lo da a conocer a través de la mediación de signos sagrados, palabras, gestos, silencios, oraciones…, Y, al congregar sus asambleas para sus ritos ella transmite su fe en Cristo. Los acontecimientos salvíficos, presentes y actualizados en cada celebración, fundamentan y legitiman los ritos, liberándolos de la magia y de la ilusión (BOSELLI, 2014, p. 29). Así, a través de los signos que tocan los sentidos, hechos puentes que van del corazón de los cristianos al corazón del mismo Dios, se llega al Sentido por excelencia, al mismo Señor resucitado. Pero, para cruzar bien estos puentes, corresponde a la Iglesia introducir a sus fieles en el universo litúrgico y en su rico lenguaje. Boselli, parafraseando a San Jerónimo, decía “Ignoratio Scripturarum, ignoratio Christi est”, ousa dizer: “ignoratio liturgiae, ignoratio Christi est”, isto é, não conhecer a liturgia significa não conhecer Cristo (BOSELLI, 2014, p. 32).

Una catequesis mistagógica es aquella que conduce a una mayor y más profunda conciencia del misterio que, para nosotros, es “Cristo, la esperanza de gloria” (Col 1, 27). Se presenta como la única posibilidad de liberar al catequizado de una relación teórica con Dios, ayudándolo a sumergirse en su gracia y a experimentarlo como su Señor y su vida. Según el documento 107 de la Conferencia Nacional de Obispos de Brasil, es impensable un proceso de catequesis que desprecie el altísimo valor del elemento mistagógico, y eso involucra necesariamente a la liturgia, a la que ha correspondido, desde el comienzo del cristianismo, en pleno interacción con la catequesis, la misión de iniciar en la fe  (Doc. 107, n. 70).

El Directorio para la Catequesis ofrece algunos elementos esenciales para seguir un itinerario mistagógico en la catequesis que, a nuestro juicio, contribuirían mucho a una aproximación más eficaz entre liturgia y catequesis: la interpretación de los ritos a la luz de los acontecimientos salvíficos, la relectura de los la vida de Jesús, del Antiguo Testamento; la introducción al significado de los signos litúrgicos, educando la sensibilidad de los fieles al lenguaje de los signos y gestos que, unidos a la Palabra, constituyen el rito; y la presentación del significado de los ritos para la vida cristiana en todas sus dimensiones (DPC, n. 98).

Conclusión

Recorrimos un camino rápido pero denso, tratando de mostrar, más que la importancia, la urgencia de buscar alternativas para hacer interactuar las dimensiones litúrgica y catequética en nuestra práctica pastoral. Hemos visto cómo los documentos recientes de la Iglesia señalan el enriquecimiento mutuo de estas dos dimensiones cuando se logra esta interacción, así como los desafíos para que se produzca de manera efectiva. Terminamos considerando una catequesis más mistagógica como posible respuesta eficaz, capaz de insertar al catequista en la experiencia del encuentro con Cristo y de profundizar su fe en la mediación de los signos y ritos sagrados, siempre iluminados por la Palabra de Dios.

Lo que está en juego es la necesidad de reconstruir la unidad de la experiencia de fe, sin reducir ninguna de sus dimensiones, sino buscando concebirla en su globalidad. Esto requiere articular liturgia, catequesis y vida cristiana. Si estamos de acuerdo con la Iglesia cuando afirma que la sagrada liturgia constituye la “cumbre y fuente de la vida de la Iglesia” (SC, n. 10), ella se constituye como un verdadero locus theologicus, teniendo siempre una función catequética para todo el pueblo de Dios, en la riqueza y eficacia de sus ritos. Para que toda esta fuerza se experimente con provecho, la catequesis requiere el cuidado propedéutico de introducir a niños, jóvenes y adultos en el universo litúrgico, menos por lo que dice y más por lo que hace, recurriendo al rico patrimonio que la liturgia ofrece para hacer posible el acceso de los cristianos al misterio de la fe profesada y continuamente celebrada.

Vanildo de Paiva. Presbítero de la Arquidiócesis de Pouso Alegre, Minas Gerais (Brasil). Maestro en psicología y professor en la Faculdade Católica de Pouso Alegre. Texto original portugués. Enviado: 30/07/2022; aprobado: 30/10/2022; Publicado: 30/12/2022

Referencias

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BOSELLI, G. O sentido espiritual da liturgia. v. 1. Brasília: CNBB, 2014. Coleção vida e liturgia da Igreja.

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CNBB.  Diretório Nacional de Catequese. Documento 84. 2.ed. São Paulo: Paulinas, 2006.

FRANCISCO. Exortação Apostólica Evangelii Gaudium. São Paulo: Loyola; Paulus, 2013.

JOÃO PAULO II. Exortação Apostólica Catechesi Tradentae. 15.ed. São Paulo: Paulinas, 1982.

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