Índice
Introducción
1 Los contenidos mayores de la Pastoral Indígena
2 Cómo se fue gestando la Pastoral Indígena
3 Las raíces remotas de la Pastoral Indígena
4 La Iglesia y los aborígenes en tiempos posteriores a la Independencia
5 El kairós del Papa Francisco
6 Desafíos de la Pastoral Indígena actual
Conclusión
Referencias
Introducción
El término Pastoral Indígena es reciente en la iglesia latinoamericana. Se empezó a usar a fines de los años 70s del siglo pasado como pastoral específica, distinguiéndose de la Pastoral Indigenista, que era el término usado previamente y que se refería a la acción de misioneras y misioneros no indígenas a favor de los pueblos originarios; en tanto que a la Pastoral Indígena se le fue dando el sentido de acción de los mismos indígenas dentro de las iglesias particulares.
El contenido de ambas categorías teológico-pastorales fue construyéndose en las iglesias periféricas de América Latina en segunda mitad del siglo XX con la llegada o retorno a las regiones indígenas de pastores y servidoras/servidores eclesiales que, al acercarse efectiva y afectivamente a esta realidad dolorosa de marginación, explotación y abandono de la población nativa, se hicieron más sensibles a sus exigencias y se dejaron interpelar y moldear por la diversidad cultural y religiosa de estos pueblos hasta asumir, de alguna manera, elementos de esa identidad antes negada y rechazada en la Iglesia.
1 Los contenidos mayores de la Pastoral Indígena
Los objetivos explícitos de la Pastoral Indígena reciente apuntan al surgimiento de iglesias particulares autóctonas a partir de las llamadas Semillas del Verbo (logoi spermatikoi), que el Concilio Vaticano II (1962-1965) retomó de los Padres de la Iglesia primitiva y que buscaron conectar la propuesta del evangelio del Reino de Jesús con la búsqueda de Dios preexistente en los pueblos antes de la llegada de la Iglesia. Así mismo se reconoce y se impulsa en esta Pastoral Indígena el protagonismo indispensable de los indígenas en la construcción de dichas iglesias particulares autóctonas aportando su sabiduría ancestral contenida en las llamadas teologías indias.
2 ¿Cómo se fue gestando la Pastoral Indígena?
La Pastoral Indígena, tal como la conocemos ahora, empezó a tomar cuerpo cuando, al principio del siglo XX, la Iglesia se percató de la necesidad de atender a las poblaciones indígenas más abandonadas como las amazónicas. Pero, sobre todo, cuando llegaron hacia la mitad de ese siglo pastores y congregaciones religiosas que se acercaron a las comunidades autóctonas de América Latina no sólo con acciones misioneras esporádicas, sino con una presencia estable y prolongada.
3 Las raíces remotas de la Pastoral Indígena
Sin embargo, las raíces más antiguas de la Pastoral Indígena se hallan en los misioneros de la primera evangelización de este continente que se atrevieron a ponerse del lado de los indios vencidos, tomando distancia de los conquistadores que oprimieron a estos pueblos. El primero fue Fr. Bernardo Boil (1450-1510), eclesiástico plenipotenciario del Papa Alejandro VI que acompañó a Cristóbal Colón en el segundo viaje (1493); luego fueron los dominicos de la isla caribeña de Santo Domingo (1511) y más adelante Julián Garcés (1527), primer obispo de Tlaxcala, que motivó al Papa Paulo III a escribir la encíclica indigenista Sublimis Deus (1537) y, desde luego, Fr. Bartolomé de las Casas y la corriente profética que él generó a favor de los indios y de una evangelización sin violencia.
De modo que se puede afirmar que la Pastoral Indígena – que va de la mano con la Teología India – hizo su aparición clara y consistente en los últimos 50 años de la Iglesia latinoamericana, pero está en continuidad con las grandes intuiciones misionológicas de los primeros 50 años de la evangelización fundante de nuestra Iglesia en este continente. Ambos momentos históricos son obra conjunta de pastores profetas, de bases indígenas, de líderes autóctonos y de servidoras/servidores eclesiales comprometidos con la causa indígena.
Por eso el Equipo de asesores del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), al analizar el Caminar de la Pastoral Indígena, señala que, aunque con un alcance limitado, ya Fr. Gerónimo de Mendieta se refería a esta propuesta de la Iglesia Autóctona – aunque entonces él la llamó “Iglesia Indiana” – cuando menciona la llegada de los tres primeros frailes legos un año antes del arribo a México de los paradigmáticos Doce Misioneros Franciscanos:
[…] cuando llegaron los doce apostólicos varones, que fue el de mil y quinientos y veinte y cuatro, viendo que los templos de los ídolos aún se estaban en pie, y los indios usaban sus idolatrías y sacrificios, preguntaron a este padre Fr. Juan de Tecto y a sus compañeros, qué era lo que hacían y en qué entendían. A lo cual Fr. Juan de Tecto respondió: “Aprendemos la teología que de todo punto ignoró S. Agustín”, llamando teología a la lengua de los indios, y dándoles a entender el provecho grande que de saber la lengua de los naturales se había de sacar (MENDIETA,1971, p. 308).
Como se puede apreciar en el texto y en otras fuentes de la época, los primeros franciscanos en México – y también las demás órdenes religiosas que llegaron para evangelizar el continente – quisieron en gran medida, y entre contradicciones, acoger y rescatar no sólo la lengua de los originarios, sino la riqueza social, cultural y simbólica de los pueblos autóctonos con milenarias culturas. Precisamente, el mismo Mendieta sostenía hace 5 siglos que los primeros franciscanos llegados al continente americano venían con el propósito de vivir el ideal primitivo de San Francisco y establecer entre los originarios una “Iglesia indiana” o autóctona como decimos ahora.
Después de los primeros 50 años de mucho profetismo y acción eclesial de gran creatividad, la etapa misionera terminó y dio paso a la implantación de la Iglesia con todas sus estructuras y esquemas propios de administración diocesana y parroquial de la época que, al irse consolidando, abandonó a las poblaciones nativas, por haberse reducido estas a su mínima expresión a consecuencia de la guerra, las enfermedades y las encomiendas. Los pueblos indígenas, que no fueron entonces enganchados a la sociedad colonial, se mantuvieron al margen de la acción de ella, y por esa razón no fueron prácticamente objeto de ninguna acción misionera o pastoral de la Iglesia durante gran parte de la época colonial, salvo algunas excepciones.
Cuando surgieron las naciones independientes de la Corona Española y Portuguesa (1810-1898), la Iglesia en varios lugares fue convocada para ser instrumento de integración de las comunidades indígenas a las sociedades nacionales, vía la educación oficial y la cristianización occidentalizante. Eso aconteció especialmente con la población amazónica.
4 La Iglesia y los aborígenes en tiempos posteriores a la Independencia
A nivel oficial, entre finales de mayo y principios de julio de 1899, por convocación del Papa León XIII, se celebró en Roma el Concilio Plenario de América Latina, con la asistencia de la mitad del episcopado del continente que por primera vez se reúne para considerar los problemas más urgentes y graves de la Iglesia en estas tierras. El título XI, capítulo III de los Decretos del Concilio, dedicado a “las santas misiones a los infieles”, insiste en “procurar llevar la civilización, por medio de la predicación evangélica, a las tribus que aún permanecen en la infidelidad”, a los “indios todavía por convertir”, “para que no quede, por fin, uno solo de nuestros aborígenes que no disfrute de la luz de la verdad y de la civilización cristiana” (CONCILII PLENARII AMERICAE LATINAE, 1899, n. 770, 771, 767). En continuidad con la mentalidad colonial se plantea que los obispos y sacerdotes han de servirse de todos los medios posibles, como el socorro de las congregaciones religiosas y de las plegarias y limosnas de los fieles laicos, para convertir a los indígenas infieles. Para ello deben conocer los idiomas nativos, pues por experiencia se sabe que “el mayor impedimento a la propagación de la fe entre los infieles es la ignorancia de las lenguas indígenas” (CONCILII PLENARII AMERICAE LATINAE, 1899, n. 772).
Al principio del siglo XX el Papa Pio X, con su carta “Lacrimabili statu indorum” (1912) llamó la atención de los obispos latinoamericanos sobre la lamentable situación de los pueblos nativos. Pero es en la segunda mitad del siglo XX, cuando se gesta en la Iglesia latinoamericana una renovada preocupación y actitudes nuevas por las poblaciones nativas, empujadas ahora a la extinción total por el avance de los grandes proyectos del mundo capitalista y neoliberal. Es también cuando estos grupos humanos salen de su letargo de siglos o se muestran como son y se atreven a caminar por sí mismos en medio de las vicisitudes de la historia reciente. En este contexto aparece y se desarrolla la llamada Pastoral Indígena, la Teología india y la Iglesia Autóctona.
Cada país del continente ha sido parte fundamental o marginal del desarrollo de la Pastoral indígena y de la Teología india en América Latina. Así fueron surgiendo por toda la geografía latinoamericana diócesis o prelaturas de población indígena donde entusiastas pastores se han solidarizado con los nativos; equipos de misioneros comprometidos con la causa de los pueblos autóctonos, frecuentes reuniones de misioneros y misioneras; encuentros nacionales de Pastoral Indígena, donde se ventilan las temáticas que afectan la vida de las comunidades y a la Iglesia. Las estructuras de servicio del CELAM, creado en 1955, muy pronto fueron incorporando en sus tareas el acompañamiento de la labor eclesial junto a los pueblos indígenas, primero con una pastoral indigenista y luego con una pastoral indígena que enfatiza la participación cada vez más protagónica de la misma población nativa.
Es importante resaltar, aún antes del Concilio Vaticano II, la realización, en Río de Janeiro, de la I Conferencia General del Episcopado latinoamericano (1955) convocada por el Papa Pío XII, en tiempos de la denominada “guerra fría” entre Estados Unidos y la Unión Soviética por la hegemonía del mundo. En el interior de la Iglesia existía también un esfuerzo de renovación en la teología, la pastoral y la participación activa de los laicos en la vida eclesial. El documento final de la I Conferencia del CELAM considera a la “población indígena” una “clase […] retrasada en su desarrollo cultural” lo que representa un problema de justicia social para la Iglesia. Ésta reconoce haber propiciado entre los indígenas la “civilización”, la “evangelización”, la defensa contra los abusos, y haber infundido un “profundo sentimiento religioso”; espera que pronto “el “indio” se incorpore con honor en el seno de la verdadera civilización” (CELAM, 1955, Conclusiones, título IX: Misiones, Indios y Gente de color). Con este propósito, la obra de las Misiones entre infieles debe continuar con el mismo espíritu apostólico que animó a los misioneros de antaño. En definitiva, los “indios”, igual que durante la Colonia, son meros destinatarios de la misión, objeto de la cristianización. La teología católica no parecía haber cambiado mucho.
5 El kairós del Papa Francisco
En los tiempos más recientes de Kairós, el cristianismo inculturado en Europa – que cayó en la vanidosa sacralización de su propia cultura (EG 117) –, es interpelado, de manera a la vez tensionante y esperanzadora, por el desafío de las múltiples riquezas que el Espíritu engendra en la Iglesia, (EG 117) y que vienen especialmente de los pueblos de la periferia del mundo. Pueblos a los que ella desea abrirse, sin colonizaciones ideológicas que destruyen o reducen la idiosincrasia de los pueblos (EG 117), sino en actitud de escucha, de diálogo y aprendizaje de la sabiduría de estos pueblos[1].
Pero la pregunta, que muchos se hacen, es si la Iglesia está en condiciones de dar cabida digna en su seno a la pluralidad cultural y religiosa de la periferia cuando, por muchos siglos, ella se ha hecho monocorde y monocultural desde el eurocentrismo asumido y usado como vehículo de su identidad y misión en el mundo. Desde luego, el Papa Francisco propugna, con su planteamiento de iglesia en salida una novedad misionológica, pastoral y litúrgica que esté en condiciones de acoger la perspectiva de los que no son de la cultura occidental. Sin embargo, este esfuerzo papal, entusiasmante dentro de la Iglesia y mucho más fuera de ella, se ha topado de inmediato con la oposición de quienes no desean cambiar de fondo los esquemas establecidos y pretenden frenar las transformaciones.
6 Desafíos de la Pastoral Indígena actual
El Sínodo Panamazónico, realizado en Roma del 06 al 26 de octubre de 2019, mostró que se puede incorporar en la Iglesia buena parte de los planteamientos indígenas, particularmente los que se refieren a la relación con la madre tierra, para influir en el resto de la sociedad mediante una Ecología Integral que se apoya en una conversión ecológica para cambiar la agresión a la naturaleza que es un pecado contra el Creador.
Junto con este planteamiento, otro de los clamores llevados al Sínodo fue la necesidad de una conversión cultural, pastoral y misionera que impulse a la Iglesia a insertarse en las culturas y tradiciones religiosas de los pueblos del mundo, sobre todo los de la periferia, a fin de que ella llegue a ser “una Iglesia con rostro amazónico y una Iglesia con rostro indígena”. Y la razón teológica es porque
El rostro amazónico de la Iglesia encuentra su expresión en la pluralidad de sus pueblos, culturas y ecosistemas. Esta diversidad necesita de una opción por una Iglesia en salida y misionera, encarnada en todas sus actividades, expresiones y lenguajes. Los Obispos en Santo Domingo nos propusieron la meta de una evangelización inculturada, que “será siempre la salvación y liberación integral de un pueblo o grupo humano determinado, que fortalecerá su identidad y confianza en su futuro específico, oponiéndose a los poderes de la muerte” (DSD, 243). Y el papa Francisco formula claramente esa necesidad de una Iglesia inculturada e intercultural: “necesitamos que los pueblos originarios moldeen culturalmente las Iglesias locales amazónicas” (Fr.PM)” (INSTRUMENTUM LABORIS DEL SÍNODO PANAMAZÓNICO, 2019, n. 107).
El documento conclusivo del Sínodo recogió este clamor afirmando que
sólo una Iglesia misionera inserta e inculturada hará surgir las iglesias particulares autóctonas, con rostro y corazón amazónicos, enraizadas en las culturas y tradiciones propias de los pueblos, unidas en la misma fe en Cristo y diversas en su manera de vivirla, expresarla y celebrarla (DOCUMENTO CONCLUSIVO SÍNODO AMAZÓNICO, 2019, N. 42).
Desde luego un compromiso así desafía radicalmente la larga práctica europeizante de la Iglesia cuyas estructuras a nivel dogmático, teológico, catequético, litúrgico, ministerial y de gobierno no permiten cambios que conduzcan efectivamente a lo que el Concilio Vaticano II llamó “iglesias particulares autóctonas” (Ag 6). En América Latina las iglesias periféricas son las han impulsado esta propuesta trabajando por el protagonismo indispensable de los indígenas en la elaboración de las llamadas teologías indias y en el surgimiento de dichas iglesias autóctonas a partir de las “Semillas del Verbo” es decir, de la siembra que Dios ya hizo desde antiguo en todos los pueblos y que han dado frutos abundantes del Reino.
El Papa Francisco, con su Exhortación Apostólica Querida Amazonía avala y relanza las conclusiones del Sínodo Panamazónico como voz de la iglesia latinoamericana y caribeña y como voz de Dios para la Iglesia Universal, aunque él no haya podido dar cauce operativo inmediato a cuestiones tan controvertidas como la ordenación sacerdotal de los viri probati, (personas casadas que han probado que pueden vivir su fe cristiana y su matrimonio), o la concesión de ministerios formales a las mujeres, – cosa en la que la mayoría de los sinodales no vio problema en plantearlo para la Amazonía -. Y la explicación es que aún no existen las condiciones para dar ese paso y lo único que se lograría, sería clericalizar a las mujeres y los laicos y se pondría en riesgo la comunión eclesial, pues los ultraconservadores descalificarían no sólo el Sínodo, sino al Papa mismo.
Conclusión
La palabra indígena expresada en el Sínodo Panamazónico muestra que ya es notoria en la Iglesia y en la sociedad latinoamericana una presencia nueva y valiente de los pueblos originarios exigiendo transformaciones de gran calado.[2] Afortunadamente esa voz encontró resonancia en el Papa y en el grupo mayoritario de obispos que firmaron el Nuevo Pacto de las Catacumbas al término del Sínodo, reconociendo que, aunque las condiciones para los cambios exigidos todavía no están al nivel en que se requiere, habrá que caminar con firmeza hacia esos ideales. De no hacerlo, los indígenas no sólo no llegarán a contar a la Iglesia como aliada de sus luchas, sino que ella perderá la oportunidad de inculturarse verdaderamente en estos pueblos hasta tener el rostro y el corazón de ellos y así acompañarlos en sus esfuerzos por salvar la vida en la Madre Tierra.
Por eso, como ya habían expresado, – desde la pastoral indígena del pasado y de los años recientes – los profetas y pastores de la Iglesia Latinoamericana y Caribeña como Leónidas Proaño, en Ecuador; Samuel Ruíz y Bartolomé Carrasco, en México, Gerardo Flores, en Guatemala, Gerardo Cano Valencia, en Colombia, Roger Aubry, en Bolivia, Pedro Casaldáliga y Erwin Kräutler, en Brasil y varios más de otras regiones, hay que enfatizar que con estos indígenas, que se han puesto en pie y se han atrevido a caminar, a recuperar su palabra y a abrir caminos nuevos para la vida,[3] la Iglesia debe dialogar en adelante, sin colonialismos de ninguna especie, a fin de ser la mejor aliada y compañera de ellos en la inculturación de la Iglesia y en la transformación del mundo. Si la Iglesia no está todavía preparada para este diálogo horizontal, que escucha, abraza y se suma al diferente, habrá que acelerar el paso a fin de estar pronto a la altura de lo que la Ruah Divina demanda en estos tiempos.
Eleazar López Hernández. Del pueblo zapoteca de Oaxaca, México. Colaborador emérito del Centro Nacional de Ayuda a las Misiones Indígenas. Texto original castellano. Enviado: 30/09/2022; Aprobado: 30/10/2022; Publicado: 30/12/2022.
Referencias
CELAM. 1ª Conferencia general del CELAM: Río de Janeiro. Conclusiones. Bogotá: CELAM, 1955.
CONCILII PLENARII AMERICAE LATINAE. Acta et decreta Concilii Plenarii. Roma: Vaticana, 1989.
FRANCISCO, Papa. Exhortación apostólica Evangelii gaudium. Sobre el anuncio del Evangelio en el mundo actual. Roma: Vatican, 2013. Disponible: Evangelii Gaudium: Exhortación Apostólica sobre el anuncio del Evangelio en el mundo actual (24 de noviembre de 2013) | Francisco (vatican.va) Acceso: 30/06/2022.
FRANCISCO, Papa. Exhortación postsinodal Querida Amazonia. Roma: Vatican, 2020. Disponible: Querida Amazonia: Exhortación apostólica postsinodal al pueblo de Dios y a todas las personas de buena voluntad (2 de febrero de 2020) | Francisco (vatican.va). Acceso: 30/06/2022.
MENDIETA, Gerónimo de. Historia Eclesiástica Indiana, vol. II. 2ª Edición facsimilar, México: Cien de México, 1971.
PIO X. Lettera encíclica Lacrimabili statu indorum. Roma: Vatican, 1912. Disponible: Lacrimabili Statu (7 giugno 1912) | PIO X (vatican.va). Acceso: 30/06/2022.
VATICANO II. Decreto Ad Gentes (AG). Sobre la actividad misionera de la Iglesia. Roma: Vatican, 1965. Disponible: Ad gentes (vatican.va). Acceso: 30/06/2022.
SECRETARIA GENERAL DEL SINODO DE LOS OBISPOS. Instrumentum laboris del sinodo para la Amazonia. Roma: Vatican, 2019. Disponible: file:///C:/Users/Geraldo/Downloads/instrumentum-laboris-del-sinodo-para-la-amazonia.pdf. Acceso: 30/06/2022.
SECRETARIA GENERAL DEL SINODO DE LOS OBISPOS. Documento final. Asamblea especial para la Región Panamazónica. Amazonía: nuevos caminos para la Iglesia y la ecología integral. Roma: Vatican, 2019. Disponible: http://secretariat.synod.va/content/sinodoamazonico/es/documentos/documento-final-de-la-asamblea-especial-del-sinodo-de-los-obispo.html. Acceso: 30/06/2022.
[1] Las palabras inspiradoras, con que el papa Francisco, inauguró el Sínodo Panamazónico en Roma marcaron el rumbo de las intervenciones de los padres sinodales, al señalar: “Nos acercamos a los pueblos amazónicos en punta de pie, respetando su historia, sus culturas, su estilo del buen vivir. Nos acercamos ajenos a las colonizaciones ideológicas que destruyen reducen la idiosincrasia de los pueblos”. Al abrir las sesiones de trabajo, el cardenal Humes añadió: “La Iglesia necesita caminar… necesita derrumbar los muros que le rodean y construir puentes .. encender luces y calentar corazones … caminar al lado de todos y cada uno, sobre todo, los que viven en las periferias de la humanidad”.
[2] Son muy elocuentes las palabras de los indígenas al Papa en su encuentro con ellos el 16 de octubre 2019
[3] Palabras de Mons. Proaño al final de su vida, en 1989.