Índice
Introducción
1 Autocomprensión de la fe cristiana
1.1 La fe cristiana como camino
1.2 La fe cristiana como testimonio
1.3 La fe cristiana como modo de vida
2 Praxis social cristiana
2.1 Una característica esencial, no opcional
2.2 Una individual y colectiva
2.3 Una praxis transformadora
2.4 Dimensiones de la praxis cristiana
3 La praxis social cristiana en la historia y en la actualidad
3.1 La praxis cristiana como programa de acción
3.2 Movimientos históricos inspirados en la praxis cristiana
3.3 El magisterio social inspirador del Papa Francisco
4 Referencias
Introducción
El propósito de esta entrada es dilucidar las relaciones entre fe cristiana y práctica social. Se trata, por un lado, de mostrar la autocomprensión de la fe cristiana como histórica y profética, cuya consistencia se verifica a través de la práctica de sus seguidores. Por otro lado, se plantea la cuestión: ¿qué se entiende por praxis social cristiana? ¿Como esta praxis social se realizó en los caminos de la historia, en la búsqueda de concretar su aspiración a ser una praxis transformadora? ¿Cómo se articula la fe cristiana y la praxis social?
El texto bíblico que nos puede acompañar en esta reflexión es el del apóstol Santiago en su carta a las primeras comunidades cristianas, cuestionando una fe sin obras que, según el apóstol, es muerta en sí misma:
¿De qué le sirve a uno decir que tiene fe si no tiene obras? ¿Es que esa fe lo podrá salvar? Supongamos que un hermano o una hermana andan sin ropa y faltos del alimento diario, y que uno de vosotros les dice: “Dios os ampare, abrigaos y llenaos el estómago”, y no les dais lo necesario para el cuerpo; ¿de qué sirve? Eso pasa con la fe; si no tiene obras, está muerta por dentro. Alguno dirá: “Tú tienes fe y yo tengo obras. Enséñame tu fe sin obras y yo, por las obras, te probaré mi fe”.” (St 2, 14-18).
1 Autocomprensión de la fe cristiana
1.1 La fe cristiana como camino
En sus raíces, la fe cristiana no es, en primer lugar, un culto o rito, o un conjunto de verdades, sino un camino, una fe orientada hacia una praxis de vida. El texto emblemático para el discipulado cristiano es el de la curación del ciego Bartimeo, que pide a Jesús que le haga ver. Jesús le dijo: “Ve, tu fe te ha salvado”. La respuesta del ciego, curado de su ceguera – de falta de fe – fue el seguimiento de Jesús: “En el mismo instante, él recuperó la vista y fue siguiendo a Jesús por el camino” (Mc 10,52). La fe cristiana es un camino que conduce a la vida, que lleva a la salvación. Esto la hace una buena noticia para el hombre entero y todos los hombres, pues ella es el cumplimiento de una promesa de salvación, hecha por Dios a su pueblo, que él acompañó como pedagogo hasta la realización de lo prometido por la llegada del “Salvador, que es el Cristo Señor” (Lc 2,11).
1.2 La fe cristiana como testimonio
Las primeras comunidades cristianas se reunían para dar testimonio del resucitado, para celebrar la cena del Señor, memorial de su pasión. “Ellos eran perseverantes en escuchar la enseñanza de los apóstoles, en la comunión fraterna, en la fracción del pan y en las oraciones” (Hch 2,42). La comunión fraterna incluía el cuidado con las viudas y con los pobres. Repartieron los bienes entre todos, “conforme a la necesidad de cada uno” (Hch 2,45). Las Escrituras sagradas eran importantes para ellos, pero no se caracterizaban como una “religión del libro” (como se considera, por ejemplo, el Islam), sino del testimonio vivo de los apóstoles. Según lo atestigua el libro de los Hechos, Jesús envía los suyos como sus testigos: “pero recibiréis el poder del Espíritu Santo que vendrá sobre vosotros para ser mis testigos en Jerusalén, por toda Judea y Samaria y hasta los confines de la tierra” (Hch 1,8).
Pedro repite esa convicción en su segunda carta, considerada su testamento pastoral: “pues no fue siguiendo fábulas hábilmente inventadas que os dimos a conocer el poder y la venida de Nuestro Señor Jesucristo, sino por haber sido testigos oculares de su grandeza” (2Ped 1,16). La confirmación del testimonio es la entrega de la propia vida, el martirio como testimonio definitivo en la vida del discípulo.
1.3 La fe cristiana como modo de vida
La fe cristiana no sólo anuncia el Reino de Dios, sino que propone el Reinado de Dios en el mundo, lo que requiere conversión y adhesión de las personas al proyecto de Dios, traducido en obras virtuosas. Las obras revelan la autenticidad de la fe, no la justifican. La fe cristiana se inspira en el modo de ser y actuar de Jesús, en su vida, sus gestos, sus acciones y predicaciones. Jesús tenía como gran misión la vida plena de las personas, sobre todo de los pequeños, de los excluidos y marginados de la sociedad. Su predicación se centraba en el anuncio del Reino de Dios y su justicia. Sus gestos más frecuentes eran la enseñanza y el servicio a los enfermos, que él tocaba y por los cuales él se dejaba tocar. Así, el evangelista Lucas relata que “todos los que tenían enfermos, con diversas enfermedades, los llevaban a Jesús. Y él imponía las manos sobre cada uno de ellos y los curaba” (Lc 4, 40).
Jesús fue movido por sentimientos de compasión por el pueblo: “Al salir del barco, Jesús vio una gran multitud y se llenó de compasión por ellos, porque eran como ovejas que no tienen pastor. Y comenzó a enseñarles muchas cosas “(Mc 6,34). Percibía sus necesidades no sólo materiales sino también espirituales. No sólo les dio una enseñanza, sino también pan material.
Jesús resumió el modo de vida de sus seguidores en la práctica del amor fraterno, el “mandamiento nuevo”: “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si os amáis los unos a los otros” (Jn 13,35). El amor se traduce en el don de la propia vida, no sólo en el martirio, sino en el servicio cotidiano, inspirado en la fe.
Esta comprensión de la fe cristiana como camino, testimonio y modo de vida, se mantuvo, con acentuaciones diversas a lo largo de la historia. La vida de Jesús sigue siendo la gran norma de vida de los cristianos. El Catecismo de la Iglesia Católica, expresión actualizada de esa fe, formula así ese seguimiento:
Incorporados a Cristo por el bautismo (Rm 6,5), los cristianos están “muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús” (Rm 6,11), participando así en la vida del Resucitado (cf Col 2,12). Siguiendo a Cristo y en unión con él (Jn 15,5), los cristianos pueden ser “imitadores de Dios, como hijos queridos y vivir en el amor” (Ef 5,1.), conformando sus pensamientos, sus palabras y sus acciones con “los sentimientos que tuvo Cristo” (Flp 2,5) y siguiendo sus ejemplos (CIC, § 1.694).
2 Praxis social cristiana
2.1 Una característica esencial, no opcional
La fe cristiana no puede prescindir, en modo alguno, del compromiso social, algo intrínseco al modo de ser cristiano. Es algo profesado y vivido a lo largo de la historia del cristianismo. El Concilio Vaticano II buscó actualizar la fe cristiana para nuestros tiempos. Esta fe lleva a los cristianos a hacer suyas las alegrías y las angustias de la humanidad de nuestro tiempo, como dimensión esencial de su mensaje de salvación:
Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón. La comunidad cristiana está integrada por hombres que, reunidos en Cristo, son guiados por el Espíritu Santo en su peregrinar hacia el reino del Padre y han recibido la buena nueva de la salvación para comunicarla a todos. La Iglesia por ello se siente íntima y realmente solidaria del género humano y de su historia (GS, 1).
Así la fe cristiana “[…] se convierte en luz para iluminar las relaciones sociales” (GS, 40).
El Papa Francisco reafirma la incidencia social de la fe cristiana como característica imprescindible:
El querigma posee un contenido inevitablemente social: en el corazón mismo del Evangelio, aparece la vida comunitaria y el compromiso con los demás. El contenido del primer anuncio tiene una repercusión moral inmediata, cuyo centro es la caridad (EG, 177).
La fe cristiana tiene una dimensión personal, eclesial e histórica, que le es intrínseca. La propia fe cristiana, por su naturaleza testimonial, genera una praxis transformadora. Tiene impacto en la vida social y ejerce influencia en las estructuras que dan forma a la sociedad. Los cristianos son incentivados por su fe a practicar la caridad social, no sólo a través de acciones e instituciones de servicio al prójimo, sobre todo a los más necesitados, sino a través de personas que ejercen una función política y sociotransformadora.
La encíclica Octogesima Adveniens, de Pablo VI, afirma que la política es una forma exigente de vivir el compromiso cristiano: “La política es una manera exigente, aunque no sea la única, de vivir el compromiso cristiano, al servicio de los demás” (OA, 46). También podríamos formular así esa afirmación: “La política es forma sublime de ejercer la caridad”.
2.2 Una praxis individual y colectiva
La praxis social cristiana, para ser eficaz, será simultáneamente individual y colectiva. La dimensión individual, expresada en una opción de vida, se traduce en acciones y hábitos buenos. En lenguaje tradicional, son virtudes o hábitos virtuosos, “disposiciones habituales y firmes de hacer el bien (Cf. CIC 1883), y que tiene valencia social. Se trata de virtudes humanas y teologales. Como virtudes cardenales tenemos la prudencia, la justicia, la fortaleza y la templanza. Las Virtudes teologales son la fe, la esperanza y la caridad, esta última llamada por Pablo de “vínculo de la perfección” (Col 3,14) y “la mayor entre todas” las virtudes (1Cor 13,13). Estos hábitos nacen y se fortalecen en el contexto familiar y comunitario y dan una forma cristiana al ejercicio de la profesión y de la vida social de cada uno. Un profesional cristiano usará prudencia y fortaleza para poner en práctica acciones que modifiquen situaciones injustas. Una persona que practica la justicia y la verdad suscita esperanza de transformación. De eso habló el Papa Francisco, en su homilía en Villavicenzio, Colombia, invitando a la reconciliación y al rechazo de la venganza: “Basta una buena persona, para que haya esperanza. ¡Y cada uno de nosotros puede ser esta persona! Esto no significa ignorar o disimular las diferencias y los conflictos. No es legitimar las injusticias personales o estructurales” (Papa Francisco, 08/09/2017).
La praxis cristiana individual tiende a difundirse, a colectivizarse, y articulada con otros, puede desencadenar cambios. Puede desencadenar acciones transformadoras realizadas en colectivos, que actúan en el campo de la economía, de la política o de la cultura. Serán grupos de ciudadanos, en movimientos organizados, inspirados en los valores de la justicia y de la solidaridad, y que privilegien el diálogo como forma de búsqueda del consenso. De ahí puede nacer un nuevo ordenamiento jurídico, más justo y más humano. Leyes que traduzcan aspiraciones de minorías y combatan la discriminación. En el campo político, grupos y movimientos de un pueblo organizado, pueden construir un nuevo pacto social, más democrático y participativo. Hablando del diálogo social como contribución a la paz, la Evangelii Gaudium formula así ese proceso de praxis social realizada por el pueblo con su cultura y no por élites o minorías iluminadas:
El autor principal, el sujeto histórico de este proceso, es la gente y su cultura, no una clase, una fracción, un grupo, una élite. No necesitamos un proyecto de pocos para pocos, o de una minoría esclarecida o testimonial que se apropie de un sentimiento colectivo. Se trata de un acuerdo para vivir juntos, de un pacto social y cultural (EG, 239).
2.3 Una praxis transformadora
Para ser transformadora, la acción debe tener carácter de una verdadera praxis, es decir, una forma de acción que vincula la teoría con la práctica, de modo que se vuelvan interdependientes. Teoría y práctica se cuestionan y se construyen recíprocamente. La teoría es un momento necesario de la praxis. En la praxis la teoría se convierte en realidad transformadora. La praxis se distingue de un modo de actuar puramente repetitivo. La praxis es una acción reflexionada y que hace reflexionar. El cuestionamiento orienta a la búsqueda de coherencia con los valores cristianos, como el amor, la justicia y la solidaridad.
La praxis cristiana tiene así un carácter ético. Pretende provocar transformaciones, de situaciones menos justas a situaciones más justas. La praxis es un modo de actuar crítico, reflexivo, con finalidad transformadora. La comprensión de la praxis social cristiana fue estimulada por las discusiones en torno a la filosofía de la praxis (Gramsci). Aprender a reflexionar, crear el hábito de la reflexión, es condición para la realización de una praxis transformadora, que vincula estratégicamente conceptos o valores con acciones, articulando la teoría con la práctica. La reflexión crítica es fundamental para una praxis transformadora consistente y duradera. Podemos decir, en resumen, que la praxis cristiana es una acción reflejada que produce significado en términos de una transformación ideada o planificada y éticamente deseable.
2.4 Características de la praxis cristiana
La praxis cristiana busca llevar a una comprensión del camino del cambio y un compromiso con la práctica de ese camino, en el contexto de la comunidad eclesial. Implica un compromiso con la vida plena para todos y con la práctica de relaciones sociales humanas y humanizadoras. De esta forma, se empeña por superar una visión fatalista ante la vida, de situaciones de miseria, injusticia o exclusión y crear horizontes de esperanza, deseos de una nueva realidad. Este modo de actuar caracteriza a la praxis cristiana como histórica, eclesial y profética.
Además, es una praxis histórica, situada, contextualizada, y que se vale de la mediación de las ciencias sociales y de la filosofía para alcanzar un mejor conocimiento de la realidad (mediación socioanalítica y hermenéutica). Toma conciencia del cambio de época que vivimos, de los conflictos y de las transformaciones del contexto de vida. El cristiano se asume como sujeto de esa historia, y como miembro de un pueblo, con lazos familiares y pertenencias a grupos, a movimientos o agremiaciones partidistas. Se expresa en la participación política, consciente y creativa.
Segundo, es una praxis eclesial, adulta y corresponsable. Se compromete con una Iglesia abierta al mundo y al diálogo social, ecuménico e interreligioso. Este diálogo tiene dos manos: en el sentido de que la propia Iglesia sea consciente de que necesita cambiar; y en el sentido de que es responsabilidad de la Iglesia (como pueblo de Dios) influenciar estos cambios en la línea de una ética cristiana. Es importante que, jerarquía y pueblo, tengan conciencia del papel de la Iglesia, de sus potencialidades y límites, de la justa autonomía de las realidades terrestres, pero sobre todo del papel del pueblo cristiano en la promoción de la justicia, del bien común y de la defensa de los derechos de los más débiles y excluidos.
En tercer lugar, la praxis cristiana es profética, en el doble sentido de denuncia y de anuncio. Denuncia de situaciones históricas, estructuras mentales, hábitos y leyes que agreden la dignidad y la integridad de la vida humana, en todas sus fases, situaciones o leyes nocivas al bien común o que distorsionan la función social de la propiedad. Implica la denuncia de privilegios, de la corrupción y de la apatía política. La defensa de los más débiles exige lucidez en percibir y coraje para denunciar situaciones, decisiones y propuestas perjudiciales a los pobres, a las minorías, a sectores o grupos fragilizados. También requiere el apoyo a iniciativas que promuevan el bien común y la sostenibilidad ambiental. El profetismo de la Iglesia gana fuerza a través de gestos concretos que realizan en el ámbito interno de la Iglesia lo que ella predica para los demás, por ejemplo, por la observancia de los derechos de los trabajadores y el pago de los impuestos y tributos debidos.
3 La praxis social cristiana en la historia y en la actualidad
3.1 La praxis cristiana como programa de acción
La reflexión y la praxis social de la Iglesia a lo largo de los últimos ciento cincuenta años ha tenido una expresión en un cuerpo doctrinal propio, original y siempre abierto, la llamada Doctrina Social de la Iglesia o pensamiento social cristiano. Se trata de una enseñanza evolutiva, respondiendo a desafíos históricos e incorporando reflexiones y experiencias, recibidas y formuladas en una serie de encíclicas sociales, textos del Concilio y otros documentos oficiales. La serie de once encíclicas sociales fue inaugurada por la Rerum Novarum, de León XIII (1891), sobre la Condición de los Obreros. El Magisterio de la Iglesia abrazó la misión de reflexionar sobre las grandes cuestiones en los diversos momentos de la historia, siempre a la luz del Evangelio de Cristo, de la enseñanza de los Santos Padres y de la filosofía cristiana.
Las más recientes son las encíclicas de Benedicto XVI Caritas in Veritate, “sobre el desarrollo humano integral en la caridad y en la verdad” (2009), y la Laudato Si, del Papa Francisco, sobre el cuidado de la casa común (2015), que analiza la crisis ecológica íntimamente conectada con la crisis ambiental. Inserido en esa corriente de pensamiento y confiriendo autoridad máxima a esa enseñanza, tenemos el documento del Concilio Vaticano II Gaudium et Spes, sobre la Iglesia en el mundo de hoy (1965). Se definieron seis grandes principios y cuatro valores básicos de la vida social. Estos son los principios: la dignidad de la persona humana; el bien común; el destino universal de los bienes; la subsidiariedad; la participación y la solidaridad. Y los cuatro valores: la verdad, la libertad, la justicia y el amor.
La enseñanza social cristiana nace y se enriquece en las comunidades cristianas, desde los tiempos de los apóstoles. Ante la diversidad de las situaciones, como escribe el Papa Pablo VI en la AO, el magisterio no quiere “proponer una solución que tenga valor universal”. En verdad, “es a las comunidades cristianas que cabe analizar, con objetividad, la situación propia de su país y procurar iluminarla, con la luz de las palabras del Evangelio; a ellas les corresponde deducir principios de reflexión, normas para juzgar y directrices para la acción en la doctrina social de la Iglesia, como fue elaborada en el curso de la historia “… A esas comunidades cabe discernir” las opciones y los compromisos que conviene tomar, para los cambios que se presentan como necesarios, con urgencia, en no pocos casos “, en diálogo con la jerarquía,” con los otros hermanos cristianos y con todas las personas de buena voluntad” (AO, 1971, n. 4).
En el contexto actual de una sociedad pluralista y posmoderna, es importante que las comunidades cristianas dialoguen con los diversos grupos y movimientos presentes en la sociedad. Llevando con claridad su propuesta en relación a los valores fundamentales de la vida en común, la comunidad cristiana está dispuesta a buscar, de forma conjunta, la propuesta que mejor sirva al interés colectivo, como propone Evangelii Gaudium:
En el diálogo con el Estado y con la sociedad, la Iglesia no tiene soluciones para todas las cuestiones específicas. Pero, junto con las diversas fuerzas sociales, acompaña las propuestas que mejor correspondan a la dignidad de la persona humana y al bien común. Al hacerlo, propone siempre con claridad los valores fundamentales de la existencia humana, para transmitir convicciones que puedan después traducirse en acciones políticas (EG, 241).
3.2 Movimientos históricos inspirados en la praxis cristiana
La praxis social de la fe cristiana dejó su huella a lo largo de la historia de muchas sociedades, en las cuales ella estuvo presente, actuando de formas variadas, pero siempre en el sentido de concretar valores cristianos. Dado que nada de lo humano le es ajeno, la praxis cristiana, en el contexto de la cristiandad, se ha concretado en obras en las áreas de salud (santas casas), educación (escuelas y universidades), cultura (canto sacro, bellas artes, medios de comunicación). En un mundo secularizado, aun continuando su acción a través de instituciones, su presencia se ha vuelto más difusa, ya sea a través de movimientos sociales, ya sea a través del debate público (teología pública).
Entre los movimientos en el campo económico y social podemos citar, por ejemplo, la economía popular y solidaria, centrada en la persona, en la atención de las necesidades humanas y en el cuidado con el medio ambiente, que se presenta como una alternativa para el capitalismo liberal, centrado en el capital, en la búsqueda del lucro privado, en la base de la competición y en la práctica del desperdicio. En el surgimiento del moderno movimiento cooperativista, es notoria la motivación religiosa de sus fundadores.
En un mundo dominado por la economía de mercado y el capitalismo financiero, en el que crece la concentración de la riqueza, la competencia, la desigualdad, la exclusión y el descarte de la ética, propuestas que buscan activamente una economía centrada en la persona, en un sistema de economía solidaria, en la búsqueda de la igualdad, de la participación, de la inclusión y de la sostenibilidad, puede parecer como utopía una propuesta incapaz de atender la demanda de bienes y servicios de siete mil millones de habitantes del planeta. Se queda abierta la cuestión de hasta cuando la humanidad podrá sobrevivir dentro de este sistema, que lleva al agotamiento de recursos naturales no renovables y a la degradación ambiental, en una carrera hacia el colapso de un sistema suicida. Cabe recordar aquí esta advertencia de la Encíclica Laudato Si, sobre nuestra casa común:
El ritmo de consumo, desperdicio y alteración del medio ambiente ha superado de tal manera las posibilidades del planeta, que el estilo de vida actual -por ser insostenible- sólo puede desembocar en catástrofes, como ya está ocurriendo periódicamente en varias regiones (LS, 161).
En apoyo a muchos de esos movimientos o acciones en la base, la Iglesia -sobre todo a partir del Vaticano II- creó pastorales específicas, de asesoría y promoción de la acción social de las bases. Las “pastorales sociales” constituyen así intentos de respuesta histórica articulada, en el ámbito eclesial, del compromiso social cristiano en los más variados frentes. Con el acompañamiento de la Conferencia Nacional de los Obispos de Brasil (CNBB), contamos en Brasil con (al menos) once pastorales sociales nacionales, todos dirigidas a la acción con grupos vulnerables o sectores que piden atención especial: Pastoral del Niño, Carcelaria, de la Mujer Marginalizada, de la Salud, del Menor, de los sin techo, de los Migrantes, de los Nómadas, de los Pescadores, Pastoral Obrera, de la Tierra. Los demás sectores están muy cerca de esas pastorales, como la pastoral de la educación, la cultura, el CIMI (Consejo Indigenista Misionero), la CPT (Comisión Pastoral de la Tierra), la Comisión Brasileña Justicia y Paz y la Cáritas Brasileña. La propia Campaña de la Fraternidad, en su fase actual, propone temas de carácter social, abordados anualmente a nivel nacional. En 2017, el tema fue: “Fraternidad, biomas y defensa de la vida” y el lema: “Cultivar y guardar la creación” (Gn 2,15). En 2018, se reflexionó sobre “Fraternidad y superación de la violencia”, con el lema: “Vosotros sois todos hermanos” (cf. Mt 23,8).
3.3 El magisterio social inspirador del Papa Francisco
La praxis social cristiana ha recibido últimamente una fuerte inspiración en el magisterio del Papa Francisco. Los grandes temas de su magisterio tienen una profunda orientación social: una “Iglesia en salida”, que sale de su autorreferencialidad y va a las periferias geográficas, sociales y existenciales; la opción por los pobres y marginados a causa de una cultura de la indiferencia y del descarte; la acogida de migrantes y refugiados, que nadie quiere; el cuidado de la casa común, con la apuesta por una ecología integral; la búsqueda de la paz, fruto del perdón, de la reconciliación y de la creación de condiciones dignas de vida para todos. Para salir de sí, la Iglesia debe asumir riesgos: “Prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades” (EG, 49).
La Iglesia de los sueños del Papa es una iglesia pobre y para los pobres. “Justificando la elección del nombre de Francisco – recordando al pobre de Asís, Francisco, – declaró el Papa Jorge Mario Bergoglio:” ¡Ah, como me gustaría una Iglesia pobre y por los pobres! “(RV, 16.13.2013). Claramente, la crítica más fuerte del Papa es contra una economía que sirve al dios dinero y que mata: “Digamos NO a una economía de exclusión y desigualdad, donde el dinero reina en lugar de servir. Esta economía mata. Esta economía excluye. Esta economía destruye a la Madre Tierra “(Papa Francisco a los Movimientos Sociales en S. Cruz de la Sierra, Bolivia, 10.07.2015). El cambio de las estructuras del actual sistema económico es condición fundamental para la solución de los grandes problemas sociales de nuestro mundo:
Mientras no se resuelvan radicalmente los problemas de los pobres, renunciando a la autonomía absoluta de los mercados y de la especulación financiera y atacando las causas estructurales de la inequidad [173], no se resolverán los problemas del mundo y en definitiva ningún problema. La inequidad es raíz de los males sociales. La dignidad de cada persona humana y el bien común son cuestiones que deberían estructurar toda política económica… (EG 202-203).
La superación de la desigualdad, la pobreza y la explotación, así como la inclusión social de los pobres, sólo será posible si se resuelve simultáneamente la cuestión ambiental. En la visión de Francisco, no existen dos crisis separadas, sino una única y compleja crisis socioambiental:
Es fundamental buscar soluciones integrales que consideren las interacciones de los sistemas naturales entre sí y con los sistemas sociales. No hay dos crisis separadas, una ambiental y otra social, sino una sola y compleja crisis socioambiental. Las líneas para la solución requieren una aproximación integral para combatir la pobreza, para devolver la dignidad a los excluidos y simultáneamente para cuidar la naturaleza (LS, 139).
Conclusión
El tema fe cristiana y praxis social nos remite al núcleo central del propio cristianismo: el misterio de la encarnación. Desde que el Hijo de Dios se hizo hombre, nada de lo que es humano es ajeno a la fe cristiana. Más que eso: el mismo Señor quiere ser identificado en la persona del más pequeño de sus hermanos, como leemos en el texto de Mateo sobre el juicio de las naciones. “Todas las veces que hicisteis eso a uno de estos más pequeños, que son mis hermanos, a mí me lo hicisteis “(Mt 25, 40). Este texto no es más que la traducción histórica del doble mandamiento del amor. Para el cristiano, la praxis social es parte esencial en el ejercicio de su identidad cristiana, en la vivencia del amor-caridad. Sin la praxis social, la fe es muerta, como recordamos al principio de este verbo: “Porque, así como el cuerpo sin espíritu es muerto, así también la fe sin obras es muerta” (St 2.26).
Matias Martinho Lenz, SJ. Pontificia Universidad Católica de Pelotas, Brasil. Texto original portugués.
Referencias
Encíclicas sociales en orden cronológico, con sigla y año de publicación:
LEÓN XIII. Rerum Novarum (RN). Sobre la condición de los obreros, 1891.
PIO XI. Quadragesimo Anno (QA). Sobre la restauración y perfeccionamiento del orden social de conformidad con la Ley Evangélica, 1931.
JUAN XXIII. Mater y Magistra (MM). Sobre la evolución contemporánea de la vida social a la luz de los principios cristianos, 1961.
_____. Pacem in Terris (PT). Sobre la paz cristiana, 1963.
PABLO VI. Populorum Progressio (PP). Sobre el desarrollo de los pueblos, 1967.
JUAN PABLO II. Laborem Exercens (LE). Sobre el trabajo humano. En el 90 Aniversario de la Rerum Novarum, 1981.
_____. Sollicitudo Rei Socialis (SRS). Solicitud por la cuestión social. En el 20º Aniversario de la Populorum Progressio, 1987.
_____. Centesimus Annus (CA). En el Centenario de la Rerum Novarum, 1991.
BENEDICTO XVI. Caritas in Veritate (CV). Sobre el desarrollo humano integral en la caridad y la verdad, 2009.
FRANCISCO. Evangelii Gaudium (EG). La Alegría del Evangelio. Sobre el Anuncio del Evangelio en el mundo actual, 2013.
_____. Laudato Si’ (LS) – Alabado Seas. Sobre el cuidado de la casa común, 2015.
Otros documentos sociales oficiales de la Iglesia Católica
CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II. Constitución pastoral Gaudium et spes (GS). Sobre la Iglesia en el mundo de hoy, 1965.
_____. Decreto Apostolicam Actuositatem (AA). Sobre el Apostolado de los Laicos, 1965.
CONSEJO EPISCOPAL LATINOAMERICANO. Conclusiones de la II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano.Documento de Puebla (DP), 1979.
_____. Conclusiones de la II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano. Evangelización en el presente y en el futuro de América Latina. Documento de Aparecida (DA), 1979.
Textos y libros de referencia
GASDA, E. E., Economia e Bem Comum. O cristianismo e uma ética da empresa no capitalismo. S. Paulo: Paulus, 2016.
FRANÇA FILHO, G. C., e LAVILLE, J.-L. Economia Solidária. Uma Abordagem Internacional. Porto Alegre: UFRGS Editora, 2004.
MORAES, C. B. Cristianismo e Libertação. A Fé Cristã e a Práxis Histórica na Teologia de João Batista Libânio. Dissertação de Mestrado em Teologia. Belo Horizonte: FAJE- Faculdade Jesuíta de Filosofia e Teologia, 2014 (manuscrito, disponível na Internet).
PIKETTY, T. A Economia da Desigualdade. Rio de Janeiro: Intrínseca, 2015.
PONTIFÍCIO CONSELHO “JUSTIÇA E PAZ”. Compêndio da Doutrina Social da Igreja (CDSI). São Paulo: Paulinas, 2005.
SOUZA, A. R., CUNHA, G. C., DAKUZAKU, R. Y. (Orgs). Uma outra Economia é Possível. Paul Singer e a Economia Solidária. S. Paulo: Contexto, 2003.
ZACARIAS, R., e MANZINI, R. (Orgs.). Magistério e Doutrina Social da Igreja. Continuidade e desafios. S. Paulo: Paulus, 2016.