Índice
1 Perspectiva bíblica
1.1 Antiguo Testamento
1.2 Nuevo Testamento
2 Perspectiva patrística
3 De la cura de almas al cuidado pastoral
4 Perspectiva teológica
5 Pastoral en el Concilio Vaticano II
6 La conversión pastoral
7 Referencias bibliográficas
Por acción pastoral se entiende la totalidad de la acción de la Iglesia y de los cristianos a partir de la práctica de Jesús para instaurar el Reino de Dios. Por lo tanto, la pastoral es el servicio salvífico de la Iglesia, cuyo fundamento se encuentra en el designio universal de salvación de Dios. En Jesucristo, Dios confió la Iglesia, la realización de ese servicio como continuidad de la obra pascal y escatológica de Cristo, por medio del Espíritu en Pentecostés, en la esperanza de la realización plena del Reino de Dios en la parusía.
Esa actuación implica una interpretación del mundo y de la historia e, igualmente, una concepción sobre una acción pastoral adecuada frente a la realidad. Por lo tanto, dos hermenéuticas se entrecruzan en la pastoral: la eclesial y la social. De ese modo, la pastoral se relaciona siempre con las dos partes envueltas en la historia de la Salvación: Dios y el ser humano. La pastoral, por ser responsable delante de Dios y de su revelación, debe ser también un servicio al ser humano.
1 Perspectiva bíblica
La palabra pastoral o pastoreo, connota originalmente la tarea del pastor en la cultura de Israel. La Biblia está marcada por la imagen del camino del Pueblo de Dios, bajo la guía del Pastor divino. Éste conduce y reconduce a Israel en las vicisitudes de su historia (cf. VON RAD, G., 1973).
1.1 Antiguo Testamento
En el Antiguo Testamento, aparecen tres características fundamentales relacionadas al término pastor:
- expresa el amor de Dios revelado en la historia de Israel. Los cuidados divinos se traducen en la retirada del pueblo de la esclavitud, para conducirlo por el desierto. Esa acción es comparada a la de la imagen del pastor que conduce el rebaño y sus ovejas (cf. Sl 78,52);
- designa a los servidores de Dios que dirigen al pueblo. Dios mismo pastorea al rebaño por medio de pastores que elige. Los servidores tenían a Moisés como prototipo (cf. Sl 77,21). Josué sucede a Moisés para garantizar que la comunidad no sea como un rebaño sin pastor (cf. Nm 27,17). David es elegido para pastoear al Pueblo de Dios (cf. 2 Sm 5,2) y se torna pastor poeta y fuerte. La pastoral de esos hombres es evaluada de acuerdo con el cuidado pastoral de Dios. Hay buenos y malos pastores de acuerdo con la fidelidad o infidelidad a la Alianza establecida con el Señor; e
- indica los tiempos mesiánicos anunciados por los profetas como la salvación futura. Ellos invitan al pueblo para ser fiel a la Alianza y denuncian a los malos pastores de Israel que conducen el rebaño a la ruina. Isaías describe al Señor como el pastor que cuida el rebaño (cf. Is 31,4). Jeremías alerta que Dios mismo enviará pastores según su corazón (cf. Jr 3,15). Ezequiel afirma que el rebaño conocerá al único y verdadero pastor (cf. Ez 37,24).
Por lo tanto, la figura del pastor describe el comportamiento de Dios relativo a los cuidados que Él da a los seres humanos. Dios ama a su pueblo, por eso lo conduce, alimenta, defiende y acompaña en el camino (BOSETTI, 1992, p. 9).
1.2 Nuevo Testamento
Jesús de Nazaret es la encarnación del amor pastoral de Dios que confirma a su pueblo como la comunidad de la Nueva Alianza, de la cual participarán los excluidos y perdidos. La misión de Jesús se revela como el pastor anunciado y esperado en el Antiguo Testamento. Su fidelidad al Padre, se expresa en la mediación que realiza entre Dios y la humanidad. En el Nuevo Testamento, se encuentran tres situaciones fundamentales para la utilización del vocablo pastor:
- el pueblo vive en una situación comparada a la de un rebaño sin pastor (cf. Mt 9,36; Mc 6,34): lo que provoca la compasión de Jesús que actúa para sacar al pueblo del abandono;
- el mismo Jesús se presenta como el Buen Pastor anunciado en los tiempos mesiá En el Evangelio de Juan, se encuentran diversas imágenes que expresan ese pastoreo: la puerta del redil; aquel que camina al frente del rebaño; aquel que da la vida por el rebaño (cf. Jo 10, 1-18); y
- la elección de los discípulos puede ser entendida como el llamado de los pastores para cuidar del nuevo Pueblo de Dios. La terminología pastoral no es abundante al caracterizar la acción de los discípulos, sin embargo su elección y envío remiten a la continuidad de la misión de Cristo. Esta relación se justifica en el diálogo del Resucitado con Pedro, y en la recomendación para que el apóstol pastoree a los corderos de Cristo (cf. Jo 21,15-17). El pastoreo de Jesús continúa en la pastoral de aquellos que Él envía, y por eso ellos lo denominarán Príncipe de los Pastores que entregará la corona a los pastores fieles (cf. 1Pd 5,4).
Los apóstoles proclaman el Evangelio como cuidadores del rebaño de Cristo. Ellos deben seguir el ejemplo del Buen Pastor y considerarse servidores de las ovejas (FLORISTÁN, 1968, p. 22). En la comunidad primitiva, con los apóstoles y profetas, están también los pastores con una función carismática. A ellos son dadas recomendaciones precisas: “Pastoread el rebaño de Dios que os fue confiado, no a la fuerza, sino de forma mansa, según Dios; no por beneficio propio, sino con ánimo; no como dominadores sobre la herencia, sino sirviendo de ejemplo al rebaño”(cf. 1Pd 5, 2-3).
En suma, la acción de Jesucristo puede ser llamada acción pastoral, entendida como el cuidado que Él le da al rebaño. Igualmente, la acción de la Iglesia recibe la misma denominación para identificar la continuidad de la misión que realiza en nombre de Cristo.
2 Perspectiva patrística
En la patrística, especialmente en los siglos IV y V, se desarrolló un perfil pastoral vigoroso en las comunidades cristianas. A pesar de las crisis y los debates sobre la grandes preguntas dogmáticas y eclesiológicas, se estableció una relación estrecha entre el obispo y su comunidad. La pastoral cuidaba de la unidad eclesial que se manifestaba por los vínculos de comunión entre las Iglesias. Las comunidades se dedicaban a la solidaridad, a la ayuda mutua y al apoyo a los más pobres. Es conocido el ejemplo de San Lorenzo y su servicio diaconal en favor de los pobres en Roma. La vida litúrgica era igualmente importante pues, por la dimensión cultual, la comunidad se identificaba a sí misma como societas sancta (BOURGEOIS, 2000, p. 81).
La Iglesia se comprende a sí misma como cuidadora de la fe revelada en Jesucristo y como pastora por la acción sacramental y por el servicio a la vida de los fieles. Los Santos Padres son, al mismo tiempo, pastores de comunidades y comentadores de la Sagrada Escritura. En ese período, la Iglesia mantiene un equilibrio admirable entre la Teología y la Pastoral. Busca armonizar las responsabilidades del misterio jerárquico y la misión de los fieles bautizados, entre la catolicidad universal y la asamblea local, entre el valor del sacramento y la importancia de la fe y de la conversión de vida.
Son muchos los escritos de los Santos Padres que expresan la preocupación de integrar catequesis, liturgia y vida cristiana. Ignácio de Antioquía, describe una espiritualidad que abraza tanto la dimensión individual de la fe cristiana, cuanto las dimensiones comunitaria y eclesial. Para él, el obispo es antes que todo, un hombre de la Iglesia. Ése es el lugar privilegiado de la oración y del encuentro con Cristo y los hermanos. Irineo de Lion, insiste en la afirmación de la dignidad de la vida humana que consiste en la visión de Dios; alineando la fe al cuidado integral de las personas. Agustín de Hipona, afirma que la caridad es el alma, el centro y la medida de la perfección cristiana. Para él, existe una relación estrecha entre contemplación y vida pastoral, pues los pastores deberán dar cuentas a Dios del ejercicio de su ministerio, al final ellos tienen responsabilidad sobre el rebaño.
Un escrito importante es la Regla pastoral de Gregorio Magno, papa de 590 a 604. Se trata de la carta magna para la formación de los pastores. En la segunda parte de la Regla pastoral, donde se resaltan las vicisitudes del pastor, San Gregorio refuerza:
“El Pastor presta una atención plena de compasión a cada persona, una contemplación que lo desapega de la tierra más que todos los otros; por las entrañas de su bondad paternal, él cargará sobre sí las enfermedades de los otros, por la altura de su contemplación, él se elevará por encima de sí mismo aspirando a los bienes invisibles” (GREGÓRIO MAGNO, 2010, p. 71). “
Enseña también: “los pastores se presentan delante de los fieles de tal forma que éstos no se avergüencen de confiar sus propios secretos. Así, cuando sean atacados por las olas de la tentación, como niños, podrán refugiarse en el corazón de su pastor como en el regazo de una madre”(GREGÓRIO MAGNO, 2010, p. 74).
En suma, sugiere que el pastor no deje, por ocupaciones exteriores, debilitar su cuidado con la vida interior. De esa forma, critica a aquellos que se dedican demasiado a los quehaceres del mundo con intereses que pueden perjudicar al celo pastoral.
3 De la cura de almas al cuidado pastoral
A diferencia del tiempo de la Patrística, el período medieval se revela limitado en la estructuración de una pastoral orgánica y unitaria. La evangelización se expandió hacia las poblaciones rurales, y se fragmentó la realidad social de la Iglesia. Se reestructuró la relación entre el obispo y su presbiterio. Emergió una problemática pastoral porque se consideró a la Iglesia una societas perfecta. Se implantó el Derecho Eclesiástico que se convirtió en un medio de resolver los problemas pastorales. Se insistió en garantizar la autonomía de la Iglesia delante del poder secular. La pastoral sacramental adquirió una importancia creciente. El problema de la Edad Media fue la determinación de la vida cristiana con énfasis en la dimensión jurídica y disciplinar de la fe (BOURGEOIS, 2000, p. 90).
Después del impacto de la Reforma Protestante, el Concilio de Trento representó una recuperación tanto dogmática como pastoral de la Iglesia. La vertiente pastoral de Trento buscó definir el lugar y el significado la Iglesia como dispensadora del don de la salvación para la humanidad. El Concilio decretó estar equivocado al creer que la economía de la gracia tendría como base la destrucción de la naturaleza como resultado del pecado original. De manera diferente a los reformadores, el Concilio afirmó el poder de la gracia que salva la naturaleza herida por el pecado, pero que conserva la grandeza y dignidad otorgadas por el Creador. Se unificó así, la sacramentalidad de la Iglesia con la sacramentalidad de la creación (BOURGEOIS, 2000, p. 92). Por eso, la pastoral será tenida como el cuidado de las almas para la salvación.
El término más utilizado para la acción de la Iglesia era cura animarum, indicando el cuidado de las almas de los fieles por parte de los pastores de la Iglesia. La palabra pastoral entendida como cura de almas, fue creada especialmente a fines del siglo XVIII y pasó por una evolución, recibiendo muchos significados, algunos con ciertos reduccionismos y ambigüedades. Algunos entendieron que pastoral sería un conjunto de actividades bajo la responsabilidad exclusiva de los clérigos, orientada a atender solamente las necesidades religiosas y culturales de los cristianos. El sentido espiritualista redujo la pastoral a la dimensión religiosa y específicamente sacramental de la fe cristiana.
Sin embargo, la Sagrada Escritura describe el cuidado pastoral en la integridad del ser humano, en la interacción con toda la comunidad cristiana, extendiendo su mirada sobre toda la humanidad. Partiendo de este sentido original, es posible profundizar en el significado de la expresión cura de almas, liberándola de las falsas comprensiones que recibió a lo largo de la historia. Originalmente el término cura, en latín quaera, era empleado en un contexto de relaciones de amistad y amor, indicando actitudes de preocupación y cuidado para con alguien muy estimado. El cuidado pastoral debería ser comprendido como interés, atención y preocupación. Esa solicitud, ese celo y esa atención, se traducen en la acción del pastor o sacerdote que tiene la misión de cuidar y acompañar a las personas en su camino espiritual. Por lo tanto, la acción pastoral implica tanto la atención para con las personas, como la inquietación y ocupación del pastor para que todos se sientan efectivamente cuidados. Su mirada no excluye a la sociedad, ni a las diversas instancias con las cuales la vida humana está envuelta.
4 Perspectiva teológica
La fuente de toda pastoral es la Santísima Trinidad: del Padre procede el designio de la salvación; el Hijo es enviado para revelar ese proyecto de amor, siendo el sacerdote, pastor eterno y mensajero del Reino; y el Espíritu Santo, quien actualiza la acción salvífica del Padre y del Hijo, para que todos tengan una vida en abundancia (cf. Jo. 10,10). La acción pastoral de Cristo pretende “reunir en un solo pueblo a todos los hijos de Dios que están dispersos” (cf. Jo 11,52), para que haya “un solo rebaño y un solo pastor” (cf. Jo 10,18).
La Iglesia es sacramento de salvación, y todas sus acciones están marcadas por el cuidado amoroso y salvífico de la Trinidad. El resultado de la acción pastoral se traduce en la conversión de las personas, en la edificación de la comunidad y en la transformación de la sociedad como señal anticipada del Reino que Cristo inauguró. De tal modo, el pastoreo de la Iglesia continúa la acción de Jesús, el Buen Pastor que dona su vida por las ovejas. Se trata de la acción real, sacerdotal y profética de la comunidad cristiana que testifica, anuncia y sirve al Reino de Dios acogiendo a todas las personas y amándolas como Jesús enseñó. De esta manera, se ejerce el tríplice múnus que los apóstoles recibieron de Cristo (cf. Mt 28, 8-20). Se trata de la misión profética de proclamar la Palabra de Dios en todas las instancias (evangelización, catequesis, predicación); de la misión sacerdotal, ejercida en el misterio litúrgico de celebrar los misterios del culto cristiano; y de la misión real, con las tareas de gobierno, disciplina, caridad y promoción integral de la vida humana.
La pastoral se estructura fundamentalmente en las dimensiones: eclesial, personal, social, cósmica y escatológica. En la dimensión eclesial, está el principio formal de toda pastoral, pues Dios es la causa principal de la salvación de la que Cristo es el único mediador. En la dimensión personal, se hace la defensa de la vida, específicamente de los pobres y excluidos, es la acción que libera de todo pecado y esclavitud. La dimensión social impulsa a cuidar las personas para que se establezcan en la sociedad relaciones de libertad, justicia y paz. La dimensión cósmica se interesa por la creación, por las cuestiones ecológicas y por el destino de todo el universo creado. Y la perspectiva escatológica hace a la Iglesia mirar hacia el futuro de la historia y del mundo; cuando el pastoreo pretende colaborar para que Cristo sea todo en todos.
5 Pastoral en el Concilio Vaticano II
El Concilio Vaticano II destacó la pastoral y la acción evangelizadora de la Iglesia para que ésta sea señal de Cristo en el mundo. Para eso es necesario considerar que los cambios en la Iglesia, especialmente en su forma de evangelizar, constituyen la identidad de acoger lo que el Espíritu Santo revela en diferentes momentos históricos. La eclesiología del Concilio Vaticano II (cf. Lumen Gentium) entiende que la pastoral es el misterio de la Iglesia, Pueblo de Dios, guiado por el Espíritu Santo que actualiza la acción evangelizadora de Cristo, con el objetivo de expandir el Reino de Dios en el mundo.
La Constitución Pastoral Gaudium et Spes responde a la maduración de la conciencia de que la Iglesia existe en la historia y que profundiza su misión y su naturaleza. La Iglesia es Pueblo de Dios en comunión, el cual posee la característica de ser sujeto histórico, que vive en el tiempo, que cumple su misión aproximándose a los problemas culturales y sociales de cada época. La Iglesia se empeña en presentar al mundo el Evangelio de la salvación, y colabora con la humanidad en la búsqueda de la verdad, la justicia y la paz. De ese modo, la pastoral supera la excesiva atención que es dada a los asuntos internos de la Iglesia y se abre a la interacción con el ser humano, con sus alegrías y tristezas, angustias y esperanzas. A partir de la Gaudium et Spes, la pastoral no puede ser comprendida sólo desde la dimensión práctica, de la doctrina eclesial, pues integra y reconcilia los planos teórico y práctico del Cristianismo.
Otra insistencia importante del Concilio Vaticano II, está en la dignidad de todo aquel que fue bautizado. Todo cristiano es sujeto de la acción pastoral de la Iglesia (RAMOS, 2006, p. 78). Por el bautismo, el cristiano pertenece al Pueblo de Dios, y esa incorporación es anterior a toda división de carismas y ministerios. El bautismo hace que todo cristiano participe del sacerdocio común, recibiendo la tarea de transformar la realidad a partir del Reino de Dios. La dignidad bautismal insiste en la vocación especial del apostolado de los laicos. Eso implica superar una visión de la pastoral como actividad preferencial de clérigos. La pastoral es la acción de todo el Pueblo de Dios, no es un ministerio exclusivo de la jerarquía eclesiástica, pues todos los fieles participan de la acción pastoral con sus múltiples carismas y ministerios de acuerdo con su vocación específica.
6 La conversión pastoral
La expresión conversión pastoral fue formulada por la Conferencia del Episcopado Latinoamericano en Santo Domingo (1992), y retomada en la Conferencia del Episcopado Latinoamericano en Aparecida (2007). Ésta remite a la superación de una pastoral de la conservación -por la renovación del Concilio Vaticano II- a la tradición latinoamericana y pretende una nueva evangelización. Se trata de una conversión personal y comunitaria. Es necesario renovar en cada bautizado el ardor de ser discípulo de Jesucristo y misionero de la Buena Nueva del Reino de Dios. Se emplea el término conversión para indicar el cambio. Es necesario arrepentirse de un estilo de pastoral de la manutención, para asumir una nueva postura misionera. Hay muchos bautizados, agentes de pastoral inclusive, que no hicieron el encuentro personal con Jesucristo que muda la vida y convierte la persona. Algunos viven el Cristianismo de forma sacramentalista, sin dejar que el Evangelio renueve su vida. Otros perdieron el sentido del discipulado y olvidaron la dimensión misionera de la fe cristiana.
La falta de conciencia comunitaria que el individualismo moderno instaló, inclusive entre los líderes de la pastoral junto con la cultura del egoísmo y del aislamiento, suscita cambios en la acción pastoral. Existen muchas personas que buscan la experiencia con lo sagrado, sin compromiso con la fraternidad y la solidaridad. Viven la fe cristiana buscando atender solamente las demandas personales. Hacer una acción eclesial sin convertir esas búsquedas, es sostener una religiosidad que no es evangélica, y que por lo tanto carece del cuidado pastoral que Jesús propone.
Solamente con una profunda conversión de personas y estructuras, será posible superar una pastoral de la mera conservación o manutención, para asumir una pastoral decididamente misionera (DOCUMENTO DE APARECIDA, 2007, n. 370). La Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium explicitó las consecuencias de esa conversión:
La reforma de las estructuras, que la conversión pastoral exige, solo se puede entender en este sentido: hacer que todas ellas se vuelvan más misioneras, que la pastoral ordinaria en todas sus instancias sea más comunicativa y abierta, que coloque los agentes pastorales en actitud constante de “salida”, y de esta forma, favorezca la respuesta positiva a todos aquellos a quien Jesús ofrece su amistad (PAPA FRANCISCO, 2013, p. 27. b).
En suma, la pastoral es la acción de Dios por medio de su Espíritu. El actor principal de la pastoral es el Espíritu Santo, quien actualiza la práctica de Jesús; ésta es la norma de todo ministerio pastoral de la Iglesia. Solamente lo que posibilita actualizar la presencia de Jesús en la Iglesia y en el mundo, puede recibir el título de pastoral. Por eso, también es importante la evangelización, el anuncio de la Buena Nueva, la predicación del Reino de Dios. Pastoral y evangelización no se separan. No puede haber pastoral sin la prioridad de la evangelización integral y misionera. No basta con cuidar el mantenimiento del culto, la catequesis o la caridad. Es necesario ser misionero, capaz de atraer muchos otros que acojan el designio universal de la salvación. La pastoral de la Iglesia jamás puede estar cerrada a las diversas realidades que afectan su contexto. No se trata de un grupo que sólo satisfaga su dimensión religiosa, sino que integre toda la experiencia personal, comunitaria y social a partir de la fe en Jesucristo. Para el Papa Francisco, la “pastoral no es más que el pretexto hacia la maternidad de la Iglesia. Ella genera, amamanta, hace crecer, corrige, alimenta, conduce de la mano … por eso, hace falta una Iglesia capaz de redescubrir las entrañas de la misericordia” (PAPA FRANCISCO, 2013, p. 54. a).
Leomar Antônio Brustolin, PUC RS, Brasil. Texto original portugués.
7 Referencias bibliográficas
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CELAM. V Conferência do Episcopado Latino-Americano e do Caribe. Documento de Aparecida (31 maio 2007). São Paulo: Paulus; Paulinas, 2007.
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GREGÓRIO MAGNO. Regra pastoral. São Paulo: Paulus, 2010. (Coleção Patrística).
PAPA FRACISCO. Pronunciamentos do Papa Francisco no Brasil. São Paulo: Paulus, 2013a.
RAMOS, Júlio A. Teología pastoral. Madrid: BAC, 2006.
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VON RAD, Gerard, Teología del Antiguo Testamento. Salamanca: Sígueme, 1973.
Para saber más
ARNOLD, F. X. Teología e historia de l’acción pastoral. Barcelona: Herder, 1969.
BOURGEOIS, Daniel. La pastorale de l’Église. Paris: Cerf, 1993.
BRIGHENTI, Agenor. A pastoral dá o que pensar: a inteligência da prática transformadora da fé. São Paulo: Paulinas; Valência: Siquém, 2006.
DUFFY, R. A. A Roman Catholic Theology of Pastoral Care. Philadelphia: Fortress, 1983.
FLORISTÁN, S. Casiano. Teologia práctica: teoria y práxis de la acción pastoral. Salamanca: Sígueme, 1991.
PAPA FRANCISCO. Exortação Apostólica Evangelii Gaudium (24 novembro 2013). São Paulo: Paulinas, 2013b.
ZULEHNER, Paul M. Teologia pastorale. Brescia: Queriniana, 1992.