Ritual de la Iniciación Cristiana de Adultos (RICA)

Índice

1 Introducción

2 La necesidad pastoral actual

3 La estrutura

4 El contenido

4.1 La primera etapa de la iniciación

4.1.1 El pre-catecumenado

4.1.2 El catecumenado

4.2 La segunda etapa de la iniciación

4.3  La tercera etapa de la iniciación

4.3.1 Los sacramentos (àSacramentos, centro dE LA liturgia)

4.3.2 La mistagogía

4.3.3 Orientaciones y adaptaciones

5 Conclusión

Referencias

1 Introducción

A petición del Concilio Vaticano II (SC, n.64, CD, n.14, AG, n.14) se restableció el catecumenado de adultos, culminando, tras la consideración de las experiencias de catecumenado en diversos países, en la publicación  del RICA, en 1972. El propio deseo concilial de restaurar el catecumenado expresa la conciencia de que la iniciación cristiana (à INICIACIÓN CRISTIANA) de entonces había perdido, al menos en parte, su sentido originario.

De hecho, la iniciación cristiana comprendía, hasta el siglo V, las siguientes etapas: 1) El anuncio de Jesucristo para suscitar la fe y la conversión; 2) el catecumenado, con una duración aproximada de tres años; 3) inscripción de los elegidos y protocatequesis (homilía) por el obispo, durante la cuaresma; 4) catequesis mistagógica, durante el tiempo pascual. (CAVALLOTTO, 1996, p.8-11).

A partir del siglo V, con la conversión masiva de cristianos, las exigencias pastorales acabaron por simplificar drásticamente la iniciación cristiana. Se profundizó paulatinamente la separación entre liturgia y catequesis. Se perdió la unidad de los tres sacramentos de la iniciación: bautismo, crisma y eucaristía (ANCILLI, 1985, p.200). Por último, hasta el Concilio Vaticano II la catequesis quedó prácticamente reducida a la transmisión de verdades conceptuales, en detrimento del lenguaje litúrgico-simbólico de la patrística; y los sacramentos pasaron a ser comprendidos a partir de categorías filosóficas tales como hilemorfismo, causalidad, sustancia, etc. (CHAUVET, 1988, p.87). Es cierto que en ese largo período no faltaron intentos aislados de restauración de la iniciación cristiana, pero no alcanzaron gran éxito.

Además, detrás del restablecimiento del catecumenado, se encuentra no una mera vuelta al pasado de la iniciación cristiana, sino la recuperación de un dato fundamental de aquel período, la centralidad del misterio pascual de Cristo. Obviamente, esa centralidad del misterio estuvo siempre “supuesta”, pero no siempre “significada”. Esta sutil distinción entre “suponer” y “significar” (bezeichnen), propuesta por K. Rahner (RAHNER, 1967, p.145-7), nos ayuda a percibir que, de tanto estar implícita, la centralidad del misterio pascual de Cristo acabó por quedarse en segundo plano, si no hasta olvida, como insinúa el propio Concilio (SC, n.21).

Ahora bien, es sólo a partir del encuentro personal con el misterio de Cristo que se inicia el proceso de la conversión que culminará en la adhesión libre a su persona y misión, como explicita la Introducción al Rito de la Iniciación Cristiana de Adultos, n.1:

Este rito de iniciación cristiana está destinado a adultos que, iluminados por el Espíritu Santo, oyeron el anuncio del misterio de Cristo y, conscientes y libres, buscaban al Dios vivo y comenzaron el camino de la fe y de la conversión. Por medio de él, serán fortalecidos espiritualmente y preparados para una fructuosa recepción de los sacramentos en el tiempo oportuno.

 En esta breve introducción aparece todo un horizonte de “vuelta a las fuentes”, como deseaban los padres conciliares. La mención a la iluminación por el Espíritu se refiere al contexto profundamente mistagógico de la iniciación cristiana de los primeros siglos, caracterizada, entre otras cosas, por una pneumatología y una cristología más explícitamente desarrolladas. La expresión “oyeron el anuncio” se refiere a la evangelización o anuncio querigmático, que antecedía a la iniciación cristiana y a ella conducía. Luego, la primacía del proceso de atracción y conversión a la fe cristiana pasaba por el anuncio del kerygma y no tanto por el anuncio de verdades abstractas. Por último, el indicador de una verdadera iniciación a la fe cristiana se daba no tanto por el dominio cognitivo de la doctrina, sino sobre todo por la conversión ética, testimoniada particularmente por los que más cerca acompañaban al catecúmeno.

El RICA, por lo tanto, no es mera recopilación de rúbricas, gestos y palabras normativamente establecidas. Es, ante todo, un itinerario que nació en el seno de las primeras comunidades cristianas, con el propósito de conducir no sólo a aquel que desea adherirse a la fe cristiana, sino, junto con él, a toda la comunidad de los fieles al buceo en el misterio pascual de Cristo. Se trata del carácter eminentemente soteriológico de la iniciación cristiana. Por eso el ritual no se destina tan sólo al catecúmeno, sino principalmente a la comunidad cristiana (RICA, Observaciones preliminares generales, n.7) que una y otra vez “vuelve a las fuentes” de su propia razón de existir, porque es “ecclesia semper initianda ” (OÑATIBIA, 2000, p.6). De ahí la importancia de la unidad entre catequesis, iniciación cristiana y liturgia (DGC, n.66). En fin, la iniciación cristiana es algo que concierne a toda la comunidad cristiana (RICA, n.41).

2 La necesidad pastoral actual

Considerando el hecho innegable de que una porción significativa de los bautizados católicos no tuvo propiamente una iniciación cristiana; que los países de misión y hasta los países que antes eran predominantemente católicos,  ahora se enfrentan a un significativo contingente de adultos que se convierten al cristianismo católico; que todavía persiste en nuestros días una comprensión débil de la vida cristiana como frecuencia a la liturgia y defensa de algunas verdades de fe, sin la consiguiente implicación ética; que la propia liturgia es a menudo desfigurada por el ritualismo y el rubricismo; y que aún permanece cierto distanciamiento entre catequesis, iniciación cristiana y liturgia, se comprende, al menos en parte, por qué razón todavía urge que la comunidad cristiana “vuelva a las fuentes”.

Si por un lado esa “vuelta a las fuentes”, alentada por los padres conciliares, puede ser comprendida como un llamamiento para retornar a la tradición más antigua de la fe, por otro, se puede también comprender, de modo aún más radical, como vuelta a las fuentes de los sacramentos de la iniciación cristiana y, por consiguiente, a la fuente bautismal. Es aquí donde el RICA ofrece a toda la comunidad cristiana una “rica” posibilidad de renovación, en la medida en que su progresiva implementación puede conducir a todos los fieles a reencontrar no sólo las razones de su fe, sino el propio “autor y consumador de la fe “(Hb 12,2).

3 La estrutura

En cuanto a la estructura, se puede notar que cada conferencia episcopal hizo pequeñas adaptaciones, en función de las necesidades pastorales locales.

En líneas generales la estructura básica del RICA es la siguiente:

  • Observaciones generales preliminares sobre la iniciación cristiana
  • Introducción al Rito de la iniciación cristiana de adultos
  • El catecumenado y sus etapas:
    • 1ª etapa:
      • Entrada: acogida, presentación, exorcismos, entrega de los Evangelios;
      • el Catecumenado: exorcismos, bendiciones, unción, entrega del Símbolo, entrega de la Oración del Señor;
    • 2ª etapa: Tiempo de la purificación e iluminación:
      • Elección
      • el triple escrutinio
    • 3ª etapa: Sacramentos de la iniciación cristiana
      • el Bautismo, la confirmación y la eucaristía
      • Mistagogía
    • Ritos especiales: ritos simplificados / abreviados, para adultos ya bautizados, para niños, para acogida de los bautizados válidos en otras tradiciones cristianas

En la propia estructura del RICA ya aparece claramente el rescate de la gradualidad del proceso de introducción al misterio de la fe cristiana. Además, el RICA demarca claramente la necesidad de un rito distinto para el bautismo de adultos y otro para el de niños, realidad que pastoralmente aún no había sido solucionada en todas partes.

En lo que se refiere a la estructura y al contenido, el RICA se inspira básicamente en la Tradición Apostólica de Hipólito (siglo III) y en el Sacramentario Gelasiano (siglo V).

4 El contenido

Las Observaciones preliminares generales que abren el RICA se destinan básicamente a presentar una profunda teología del bautismo, instrucciones prácticas sobre los papeles de cada uno con relación al rito y al bautizado, las exigencias básicas para la realización del bautismo y posibles adaptaciones. Especialmente el primer párrafo es de una capacidad de síntesis teológica difícil de superar:

Los seres humanos, liberados del poder de las tinieblas, gracias a los sacramentos de la iniciación cristiana, muertos con Cristo, con él sepultados y resucitados, reciben el Espíritu de hijos adoptivos y celebran con todo el pueblo de Dios el memorial de la muerte y de la resurrección del Señor .

La larga Introducción (RICA, n.1-67) mezcla orientaciones prácticas, teología de la iniciación y una verdadera catequesis mistagógica. Se destacan el acento en el papel del testimonio y de la participación de la comunidad cristiana para la iniciación de los catecúmenos; las etapas y “tiempos de información y maduración”; la recomendación de que determinadas etapas suceden concomitantemente al ciclo pascual (RICA, n.1-8).

Además de las observaciones previas y de la introducción general, el RICA presenta antes de cada rito una serie de nuevas orientaciones y observaciones. Todas ellas serán analizadas conjuntamente aquí según la etapa de la iniciación a que se refieren.

Para la Liturgia de la Palabra, el RICA ofrece una abundante y cuidadosa selección de textos bíblicos más adecuados al contexto teológico de cada rito, además de acoger también algunas sugerencias del Elenco de las Lecturas de la Misa (RICA, n.92).

4.1 La primera etapa de la iniciación

4.1.1 El pre-catecumenado

Merece especial mención la importancia dada en la Introducción a la evangelización o pre-catecumenado. El texto insiste en el anuncio querigmático como el camino por el cual el Espíritu conduce a la persona “simpatizante” (RICA, n.12) a la experiencia de la fe (RICA, n.9-10). Es sólo después de esa experiencia inicial de ser alcanzada por la gracia que la persona es acogida al catecumenado. Esta preocupación con la evangelización previa es bastante consecuente, en la medida en que, al ignorarla, se corre el riesgo de reducir nuevamente la iniciación cristiana a la apropiación de verdades doctrinales y mantener el catecúmeno al margen de la experiencia salvífica del encuentro con el misterio de Cristo, especialmente en aquellos casos en que las motivaciones para la conversión son espurias.

4.1.2 El catecumenado

A fin de evitar equívocos sobre el significado de la etapa del pre-catecumenado, el RICA orienta para que se observe en el candidato al catecumenado los signos o las siguientes condiciones: el “inicio de conversión, de fe y de sentido eclesial” (RICA, n. 68),  el ” deseo de cambiar de vida y entrar en relación personal con Dios en Cristo”, la “costumbre de rezar”, y la “experiencia de la comunidad y del espíritu de los cristianos” (RICA, n.15). Sólo entonces el candidato podría ser acogido al catecumenado.

Los ritos relativos al catecumenado se dividen en dos momentos, el de la celebración de entrada en el catecumenado y los ritos relativos al tiempo del catecumenado propiamente dicho. Es importante notar que el catecumenado puede durar varios años (RICA, n.98), a lo largo de los cuales se distribuyen los diversos ritos propuestos para el catecumenado. Especial lugar corresponde a las celebraciones de la Palabra de Dios que tienen por finalidad: grabar en los corazones de los catecúmenos la enseñanza recibida en cuanto a los misterios de Cristo y la manera de vivir que de ello deriva, llevarlos a saborear la oración e introducirlos en la liturgia (RICA, n.106).

A partir do rito de entrada no catecumenato, os catecúmenos “já fazem parte da família de Cristo” (RICA, n.18). Daí a importância da ativa participação de toda a comunidade (RICA, n.70). Essa celebração de acolhida ao catecumenato compreende apenas a recepção dos candidatos, que fazem uma primeira adesão a Cristo, a assinalação da fronte e dos sentidos, a Liturgia da Palavra e a despedida.

A partir del rito de entrada en el catecumenado, los catecúmenos “ya forman parte de la familia de Cristo” (RICA, n.18). De ahí la importancia de la activa participación de toda la comunidad (RICA, n.70). Esta celebración de acogida al catecumenado comprende sólo la recepción de los candidatos, que hacen una primera adhesión a Cristo, la signación  en la frente y en los sentidos, la Liturgia de la Palabra y la despedida.

Durante el período del catecumenado propiamente dicho, varios medios son ofrecidos al catecúmeno para su maduración en la fe: 1) la catequesis, marcada por la liturgia, por el conocimiento de los dogmas y preceptos y, fundamentalmente, por la “íntima percepción del misterio de la salvación”; 2) la familiaridad con las prácticas de la vida cristiana: testimonio, oración, caridad, progresiva conversión; 3) ritos litúrgicos y celebraciones de la Palabra para los catecúmenos; 4) la cooperación, a través del testimonio y de la profesión de fe, con la misión de la evangelización; 5) los exorcismos, bendiciones y unciones; 6) la elección de padrinos (RICA, n.19-20, 98-105).

Las entregas del Símbolo y de la Oración del Señor pueden ocurrir durante el catecumenado o ser pospuestas para la segunda etapa, según se considere más oportuno (RICA, n.125).

4.2 La segunda etapa de la iniciación

Según la Introducción, el tiempo de la purificación e iluminación, que normalmente debería ocurrir durante la cuaresma, se consagra a “preparar más intensamente el espíritu y el corazón” (RICA, n.22) de los catecúmenos.

a) Elección o inscripción del nombre

 En esta etapa son “elegidos” aquellos catecúmenos que ya alcanzaron la madurez suficiente de la fe y de la caridad y desean participar de los sacramentos de la iniciación cristiana. A partir de ese momento, estos catecúmenos pasan a ser llamados “elegidos”, “competentes” o “iluminados”, refiriéndose a la luz de la fe (RICA, n.22-24). La elección marca el fin del catecumenado propiamente dicho y sólo debe suceder después de la aprobación del catecúmeno por aquellos que lo acompañaron de cerca, entre ellos,  los padrinos, que, a partir de ahora, asumen ante la comunidad su misión (RICA, n. 133-139).

La celebración de la elección, que debía ocurrir en el primer domingo de la Cuaresma, comprende la liturgia de la Palabra, la presentación de los candidatos, el examen y la petición de los candidatos, las oraciones y la despedida (RICA, n.140-150).

b) Triple escrutínio

La “purificación” propia de esta etapa consiste en acentuar más la vida interior que la catequesis, en los ejercicios del examen de conciencia y de la penitencia, culminando en los escrutinios realizados los domingos y que llevan a los elegidos a una mayor liberación del pecado y del mal. La “iluminación” se refiere especialmente a la fe, ritualizada por la entrega del Símbolo, y la acogida del espíritu de filiación que permite llamar a Dios  Padre y que es ritualizada por la entrega de la Oración del Señor (RICA, n.25-26).

El término “escrutinio” significa, etimológicamente, el acto de examinar rigurosamente. En el contexto del rito, el examen es hecho por la propia Trinidad, que en las oraciones por los elegidos y en los exorcismos es invocada para sondar al electo, purificarlo, orientarlo en sus propósitos, despertarle la conciencia del pecado y estimularle la voluntad y los deseos (RICA, n. 154-164). Por último, los tres escrutinios, realizados durante los días 3º, 4º y 5º de la Cuaresma, son tematizados en función de los respectivos Evangelios: samaritana (agua viva), ciego de nacimiento (luz) y la resurrección de Lázaro (resurrección y vida).

La etapa de la purificación e iluminación se concluye con una celebración prevista para el Sábado Santo, antes de la Vigilia Pascual. Se trata de los ritos de la recitación del Símbolo, del Éfeta (Escuchar) y de la elección del nombre cristiano, si es el caso. (RICA, n.194-203).

4.3  La tercera etapa de la iniciación

4.3.1 Los sacramentos (Sacramentos, centro de La liturgia)

Esta etapa comprende los sacramentos del bautismo, confirmación y eucaristía y se concluye con la mistagogía. El RICA, aunque no se extienda mucho sobre la teología de los sacramentos, presenta de manera sintética el sentido teológico de cada uno de los tres sacramentos. Sobre el bautismo, destaca su carácter trinitario, la alianza que se realiza con Cristo, la participación en su misterio pascual y en su filiación y la consiguiente agregación al pueblo de Dios, la importancia del símbolo del agua, de los ritos de la renuncia y profesión de fe (RICA, n.28-33, 210-211). Sobre la confirmación, se acentúa la efusión del Espíritu como en Pentecostés y el nexo entre los sacramentos de la iniciación (RICA, n.34-35, 229-231). Y sobre la Eucaristía, se destaca la elevación de los neófitos a la dignidad del sacerdocio real, participando en la “acción sacrificial” y recitando la oración del Señor, y, por último, el sentido de la comunión del Cuerpo y la Sangre del Señor como confirmación de los dones recibidos y anticipación de los eternos (RICA, n.36).

Los tres sacramentos de la iniciación cristiana se realizan de una sola vez, preferentemente durante la Vigilia Pascual. El RICA destaca la importancia de mantener el rito de la bendición del agua, aunque los sacramentos no ocurran en la Vigilia Pascual, dada la función mistagógica de esa bendición.

4.3.2 La mistagogía

En cuanto al tiempo de la mistagogía, se define como un tiempo de “conocimiento más completo y fructífero de los misterios a través de las nuevas explicaciones y sobre todo de la experiencia de los sacramentos recibidos” (RICA, n.38). Lo que se desea es que los neófitos adquieran un “nuevo sentido de la fe, de la Iglesia y del mundo” y establezcan una relación más provechosa y estrecha con los fieles de la comunidad (RICA, n.235). A la mistagogía se destinan especialmente las “misas por los neófitos” o las misas de los domingos de Pascua (RICA, n.236).

El término del tiempo de la mistagogía coincide con el término del tiempo Pascal.

4.3.3 Orientaciones y adaptaciones

La Introducción se concluye con orientaciones prácticas y exhortaciones sobre la participación de la comunidad en todo el proceso de la iniciación cristiana, empezando por la evangelización o pre-catecumenado. Se extiende sobre la función e importancia del introductor, del padrino, del obispo local, de los presbíteros, de los diáconos y de los catequistas. Y concluye con orientaciones sobre las adaptaciones posibles del ritual de la iniciación, conforme a las exigencias pastorales de cada lugar; y sobre los tiempos más adecuados para cada etapa (RICA, n.41-67).

El RICA ofrece una serie de ritos adaptados a las diversas circunstancias: 1) simplificado para los casos en que el candidato no puede recorrer todas las etapas de la iniciación (RICA, n.240-277); 2) abreviado para adultos en peligro de muerte (RICA, n.278-294); 3) para adultos bautizados en la infancia y que no recibieron la debida catequesis (RICA, n.295-305); 4) para la iniciación de niños en edad de catequesis y que no fueron bautizados (RICA, n.306-369). El RICA concluye con un apéndice, en el que se presenta el rito para la admisión en la plena comunión de la Iglesia Católica de las personas ya bautizadas válidamente.

5 Conclusión

Considerando que el Concilio Vaticano II estaba interesado principalmente en la satisfacción de las necesidades pastorales más urgentes de la Iglesia, especialmente en un diálogo más profundo con el mundo, que pone de relieve las principales aportaciones hicieron posible la restauración del catecumenado como propone el RICA:

1) El rescate de la iniciación cristiana en su vínculo con la liturgia, la catequesis y la vida comunitaria. La comunidad cristiana es, en su totalidad, la que, por la gracia divina, conduce al candidato a la participación progresiva en el misterio de Dios. Y mientras hace la iniciación, la comunidad cristiana es ella misma reintroducida en el mismo proceso de vuelta a las fuentes de la fe.

2) La recuperación de la mistagogía, tan utilizada en la Patrística. El término mistagogía, utilizado por los Padres, poseía innumerables significados: la celebración de los sacramentos de la iniciación cristiana, la catequesis sobre los sacramentos; una teología que se nutre de la experiencia litúrgica; el último período del catecumenado; el camino de iniciación al misterio de Dios, etc. (FEDERICI, 1985, p.163-245). La mistagogia se presenta hoy, como muy propicia para el diálogo con el contexto posmoderno, en la medida en que sobrepasa aquel discurso excesivamente gnosiológico y racional de la Edad Media tardía, acogiendo la riqueza del símbolo, de la metáfora, de la expresión y de los sentidos corporales para atraer, presentar e introducir los misterios de la fe cristiana.

3)  El acento en la verificación ética del proceso de la iniciación como criterio para la recepción de los sacramentos de la iniciación cristiana; al mismo tiempo que se presenta como un desafío para su implementación, valora la centralidad del seguimiento de Jesús como el verdadero signo de la identidad cristiana. Esto significa que no es tan sólo la ortodoxia, sino sobre todo la ortopraxis que identifica al verdadero discípulo de Cristo, lo que no es más que la reafirmación del criterio juanino: “Si alguno dice: ‘Amo a Dios’, y odia a su hermano , es un mentiroso “(1Jn 4,20). Sin embargo, la ética no es sólo el criterio de entrada a la comunidad de los cristianos. El propio RICA, y por extensión toda liturgia cristiana, pretende configurar la asamblea reunida a Cristo, llevándola a pensar, sentir y actuar como Cristo. Se trata, pues, de la recuperación del conocido axioma teológico: lex orandi, lex credendi, lex agendi (la norma del orar es la norma del creer y del actuar). De ahí la insistencia del RICA en el tema de la conversión a lo largo de los diversos ritos, utilizando con frecuencia, especialmente en el caso del bautismo, de las antítesis “vida-muerte”, “luz-tinieblas”, “viejo-nuevo” etc. Eloquente a ese respecto es el rito de entrada en el catecumenado, al sugerir la siguiente alocución al que preside la celebración:

La vida eterna consiste en conocer al verdadero Dios y a Jesucristo, a quien  él envió. Resucitando de los muertos, Jesús fue constituido, por Dios, Señor de la vida y de todas las cosas, visibles e invisibles. Si quieren ser discípulos suyos y miembros de la Iglesia, es necesario que sean instruidos en toda la verdad revelada por él; que aprendan a tener los mismos sentimientos de Jesucristo y procuren vivir según los preceptos del Evangelio; y, por tanto, que amen al Señor Dios y al prójimo como Cristo nos mandó hacer, dándonos el ejemplo. (RICA, n.76)

5) La reiterada referencia a la centralidad del misterio pascual de Cristo. La implementación del RICA puede efectivamente ser una fuente continua de catequesis y de espiritualidad para la comunidad cristiana en la medida en que, pedagógicamente, la conduce al núcleo de la fe cristiana, lo que favorece enormemente el discernimiento sobre la jerarquía de las verdades en la Iglesia, impidiendo así que el secundario acabe por ocupar el primer puesto, cosa que desafortunadamente todavía aflige innumerables comunidades cristianas.

6) La valoración de la Biblia para la introducción a la fe. Todas las oraciones y gestos propuestos por el RICA son acompañados de una fundamentación bíblica en algún evento de la historia de la salvación, como explicita de forma paradigmática la bendición del agua para el bautismo. De esta forma, el RICA reubica la liturgia y las Sagradas Escrituras como los lugares ineludibles de la catequesis. De hecho, una catequesis que se aparta de la liturgia cristiana y de las Escrituras deja de ser iniciación a la fe cristiana y se vuelve una introducción fenomenológica a la religión cristiana. La diferencia entre ambas es que en aquella el individuo es conducido a la experiencia de la fe, y en ésta a la experiencia cognitiva sobre la religión cristiana. En aquella nace un discípulo, en ésta un conocedor de la religión.

7) El RICA recoloca, a través de su propuesta, la liturgia como actualización de la historia de la salvación a través de acciones simbólico-sacramentales (→ SÍMBOLO Y SACRAMENTO), como expresión de la acción salvífica de Dios en la historia (SC, 9-10). Y, justamente por su carácter simbólico, la liturgia abre al fiel a las interminables experiencias con el misterio de Dios Uno y Trino. Es en este horizonte que la praxis humana es mistagógicamente movida para la identificación con la causa y la persona de Jesús de Nazaret, en la obediencia al Padre, en la fuerza del Espíritu Santo.

8) Finalmente, el RICA se presenta como una forma de rescate de la liturgia como lengua materna del creer. Antes de que el catecúmeno comprenda más profundamente el misterio de la fe, él es introducido a llamar a Dios como lo hace la comunidad cristiana, valiéndose de términos como: Padre, Hijo, Espíritu Santo, Señor, Luz, Amor, Creador, Redentor, etc. Lo confirma, por ejemplo, el rito de entrega del Símbolo al catecúmeno, el rito de entrega de la Oración del Señor y el rito de entrega del Evangelio. Toda esta iniciación al contenido de la fe, que, insistimos, también es iniciación al lenguaje de la fe y, más exactamente, iniciación a nombrar a Dios, expresa que ese nombrar a Dios no es algo accesorio, ni ingenuo. El modo en que Dios es nombrado se vincula estrechamente al modo en que Dios es entendido y acogido. De hecho, detrás de cada forma de referirse a Dios hay una peculiar revelación divina (LÖHRER, 1972, p.276-8).

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