Catolicismo contemporáneo

Índice

1 Revolución francesa y la Iglesia católica

1.1 Revolución inspirada en el iluminismo

2 Catolicismo y el proceso de restauración (1814-1846)

2.1 Restauración, un concepto

2.2 Estrategia agresiva contra la modernidad

3 Catolicismo y el combate al liberalismo (1846-1878)

4 Cuestión social y el catolicismo

4.1 León XIII (1878-1903) y la cuestión social

4.2 Rerum Novarum (1891)

5 Condenación del modernismo y las reformas intereclesiales

5.1 Contra el modernismo

5.2 Reformas intereclesiales

6 Movimientos de renovación

7 Catolicismo y las Grandes Guerras

7.1 Período entre Guerras

7.2 Pio XII: pastoral, teología y la 2ª Guerra Mundial

8 Transición y renovación, el papa cristiano 8.1 Juan XXIII (1958-1963)

8.1 Vaticano II (1962-1965) y su relación con la modernidad

8.3 Pablo VI, reformador e incomprendido (1963-1978)

9 El santo criticado y su continuador

9.1 Juan Pablo II (1978-2005)

9.2 Benedicto XVI (2005-2013)

10 El retorno al Cristianismo: Francisco

11 Referencias Bibliográficas

1 Revolución francesa y la Iglesia católica

1.1 Revolución inspirada en el iluminismo

En la transición de los siglos XVIII-XIX, la sociedad europea entra en el gran escenario de la transformación impulsada por las revoluciones de la Ilustración (pensamiento), francesa (social burguesa) e industrial (económica capitalista). La Ilustración, en el “siglo de las luces” (XVIII), rompe con el determinismo religioso, imprime fuerza incondicional en la acción crítica de la razón, cuestiona la  obediencia sumisa, organiza el conocimiento criando métodos de investigación, critica la  autoridad y el poder. No ahorraron críticas a la Iglesia Católica: la  brecha social entre el clero alto y bajo, la indiferencia ante  las dificultades del pueblo. La revolución social francesa afectó a todo el occidente, dejando marcas profundas en el catolicismo. La lucha se basa en los resultados de la sociedad medieval (clero, nobleza, artesanos) y la sociedad industrial (burguesía y los trabajadores). La revolución económica provoca cambios en el sistema de producción, el capitalismo explota las riquezas naturales, se beneficia del avance científico, pero el progreso lleva consigo graves consecuencias para la sociedad. Entre ellos, la exploración humana: largas jornadas de trabajo, el éxodo rural, fin de artesanos, la división social del trabajo, las concentraciones urbanas, precarias condiciones de vida, la prostitución, el alcoholismo, la delincuencia, las epidemias y una inmensidad de desposeídos.

La Revolución Francesa fue un acontecimiento inesperado para la Iglesia Católica, gestado en el seno de la Ilustración. En su despliegue se sucedieron otras revoluciones hasta la dictadura militar de Napoleón Bonaparte. El siglo XIX se inicia, para la Iglesia, con un nuevo pontificado, Pío VII (1800-1823). Después de varias negociaciones, el Papa firma junto con Napoleón el Concordato (1801). El documento es un intento de recuperar las relaciones diplomáticas entre ambos Estados. Así, la Iglesia renunció a los bienes expropiados y aceptó que la remuneración del clero fuera realizada por el Estado francés. Bonaparte añadió en secreto al Concordato 77 ‘artículos orgánicos’, que abolió en parte, las conquistas del  mismo. La protesta del papa no tuvo ningún efecto, y Pío VII aún sufriría otras humillaciones por parte de Napoleón, que en 1808 ordenó la ocupación de Roma y los Estados Pontificios. El Papa excomulgó a Napoleón y éste hizo a Pío VII prisionero en Fontainebleau, siendo presionado para renunciar al Estado Pontificio. Con la caída de Napoleón, a raíz de la campaña de Rusia (1812) y la Batalla de Leipzig (1813), y de las tropas aliadas haber invadido París (1814), el reordenamiento de Europa puede ser realizado por el Congreso de Viena (1814-15).

A principios del siglo XIX, el papado parecía atravesar  uno de los momentos más difíciles de la era moderna. Pío VI había muerto (1799) solo y abandonado, prisionero de la Revolución Francesa. El episcopalismo parecía triunfar, siendo el sistema papal y la infalibilidad, según algunos autores alemanes y franceses, cuestiones anticuadas y sin importancia histórica. Ningún otro evento histórico contribuyó tanto al triunfo del papado en el Vaticano I (1869-1870) como la Revolución Francesa. Con Pío VII se lleva a cabo la reorganización de la Iglesia de Francia (1801), y 36 obispos que vivían fuera de Francia fueron depuestos, lo que demuestra, a pesar de todo, que el papado tenía poder. Este fue un paso para el ultramontanismo.

2 Catolicismo y el proceso de restauración (1814-1846)

2.1 Restauración, un concepto

Con el final de la Revolución Francesa y del período napoleónico, Europa estaba en una situación política, cultural y religiosa de total desorden. Era esencial, pensaban que el sistema religioso y varios miembros de la sociedad, restablecer el orden restaurando  los principios de autoridad, de la religión y de la moral, tal y como eran en el Antiguo Régimen.

2.2 Estrategia agresiva contra la modernidad

El programa de restauración es evidente en el pontificado del Papa León XII (1823-1829). Su preocupación era recuperar todo lo que la secularización y la revolución habían destruido. La intención nunca fue adaptar la Iglesia a las exigencias de los tiempos, sino una restauración a los tiempos anteriores. Su sucesor, Pío VIII (1829-1830), no fue un Papa con objetivos diferentes. Su acción fue defensiva de la Iglesia y de la fe católica, defenderla de los errores de esas doctrinas, según él  mentirosas y perversas,  que atacaban la fe. La educación debería  estar en manos de la religión católica. Estaba claro que este pontificado sería una escala de transición. El gran cambio vendría con su sucesor.

La reacción agresiva de la institución católica contra la modernidad no tardaría. Gregorio XVI (1831-1846), el nuevo papa realizó un pontificado dentro de una línea programática de la situación cultural y política de la época. La cultura fue dominada por la Ilustración, el anticlericalismo, la masonería y el elemento anti-religioso, mientras que en  la política oficial predominó la restauración. En este contexto, el Papa publicó la encíclica Mirari vos (1832). Entre los temas tratados en términos muy duros, están las dos fuentes del mal: la libertad de prensa y la indiferencia religiosa. En la mentalidad de la cristiandad medieval y de la sociedad perfecta reinantes, el Papa no puede encontrar ninguna señal positiva en su tiempo y, a su vez, no identifica las situaciones preocupantes dentro de la institución religiosa que necesitan de transformación. La idea de  renovación de la Iglesia es rechazada, considerada un ultraje. Condena las vías férreas, puentes, electricidad. Todo es señal  de la modernidad y, por tanto, errores que deben ser condenados. El modelo de Iglesia de la Cristiandad prevalecerá durante todo el siglo XIX.

Un aspecto importante de este período fue la vitalidad de la actividad misionera de la Iglesia a través de muchas comunidades religiosas y un interesante florecimiento de nuevas congregaciones, especialmente en el campo de la educación, la asistencia a los enfermos y el compromiso misionero. Las contradicciones de la historia se sucedieron en el transcurso del siglo XIX. Si, por una parte, un segmento de la institución construye un choque con la modernidad, otros sectores se ven dentro de una fiebre misionera, de la fundación de congregaciones dedicadas exclusivamente a las misiones, así como de preparación para futuras iglesias locales.

3 Catolicismo y el combate al liberalismo (1846-1878)

El final del pontificado Gregorio XVI era para los romanos una liberación. El Papa y su secretario de Estado, el cardenal Lambruschini no eran queridos y su gobierno fue considerado tiránico y oscurantista. Todo el mundo esperaba  un nuevo papa capaz de hacer frente, de forma diplomática, la situación social y política. Elegido Pío IX (1846-1878), los liberales y los demócratas construyeron la imagen del Papa liberal, aunque  luego fuese acusado de enemigo de la libertad de conciencia y de culto y de promover una Iglesia hostil a la sociedad moderna. Defendía la plena independencia del papa y la Iglesia en relación al Estado, siendo opositor  combativo del galicanismo. Si, por una parte, los anticlericales se convirtieron en grandiosos enemigos del Papa, sobre todo a partir de la segunda mitad del siglo XIX, por el contrario, los ultramontanos adoraban exageradamente al Papa al que atribuían el título de “Grande”. Hay tres puntos fundamentales en su pontificado: la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción (1854); publicación de la encíclica Quanta Cura y su anexo Syllabus (1864); y el Concilio Vaticano I (1869-1870).

Pío IX no aceptaba el régimen constitucional, no sólo por entender que no era apto para la Iglesia, sino porque lo enjuiciaba como ruin en sí mismo. Enorme era su aversión a los católicos liberales. El auge de su política antiliberal se da con la publicación de Quanta Cura y Syllabus. La encíclica tiene como objetivo señalar los errores “modernos” que colocaron la fe de la Iglesia en peligro y demuestran su capacidad de recuperación, la afirmación de la autoridad de la Iglesia, fundada en la autoridad divina. Estos errores resultantes de la aparición de las  filosofías modernas como  teorías de un nuevo estado de espíritu, distorsionan la conciencia humana y la conciencia eclesial. Se perdieron los valores morales y el carácter sagrado de la sociedad actual. Los errores modernos destacados son el naturalismo y el panteísmo, el liberalismo, el comunismo y el socialismo, la separación de iglesia y estado. El anexo de la encíclica, el Syllabus es una lista de 80 errores de la modernidad que habían sido expuestos y condenados en los documentos anteriores. El documento se publica en el momento en que hay una disonancia entre los católicos. Además de las motivaciones de la sociedad para mostrar estos errores, el Papa analiza negativamente a los católicos que estaban abiertos al diálogo con la sociedad moderna, democrática, progresista, constitucional. Sin embargo, los papistas, los tradicionalistas y los ultramontanos estaban dando demasiado  culto al pasado.

Las críticas de Pío IX pretendían salvaguardar la fe de la Iglesia y la autoridad de la Iglesia misma en la sociedad moderna. Su apologética, incluyendo el dogma de la Inmaculada Concepción, puso de relieve la posición de la Iglesia para defenderse de la modernidad y afirmar su identidad, construida en el Concilio de Trento (1545-1563). Las críticas también sirvieron para señalar los maximalismos tanto de los partidarios cuanto de los oponentes de la modernidad. Este Apologética hizo posible establecer un clima necesario buscar un equilibrio en la relación entre la iglesia y el estado, la fe y la razón.

En la  fiesta de la Inmaculada de 1869, se abrió el Concilio Vaticano I, que fue organizado con un principal objetivo: completar y confirmar el trabajo de exposición doctrinal anterior contra el racionalismo teórico y práctico del siglo XIX. Se aprobaron dos constituciones, una sobre la fe católica y la otra sobre el papel del Romano Pontífice y su autoridad doctrinal. En julio de 1870, la guerra franco-prusiana obligó a la suspensión del Vaticano I, que nunca más se volvió a abrir. También en 1870, el Estado papal fue anexado  oficialmente al territorio  italiano,  situación tan conflictiva que el Papa excomulgó al rey Vittorio Emanuelle y se refugió en su residencia, el Quirinal. Pío IX no autorizaba a los italianos que fuesen  candidatos o que votasen en las elecciones. Esta situación se prolongó durante más de treinta años. Empezaba la Cuestión romana (1870-1929).

A pesar de las controversias historiográficas, el Papa Juan Pablo II pidió la continuación del proceso de beatificación de Pío IX, que se llevó a cabo junto con el del  Papa Juan XXIII, el 3 de septiembre de 2000.

4 Cuestión social y el catolicismo

4.1 León XIII (1878-1903) y la cuestión social

Este pontificado consiguió alcanzar un prestigio no logrado en épocas anteriores. La situación final del siglo XIX coincidió con una serie de cambios radicales en el campo político, económico, social y científico. En 1892, el Papa aconseja a los franceses a aceptar la República, lo que significa el fin para el mundo católico, de la cristiandad. Su magisterio se ocupó de varios asuntos de gran importancia en aquel contexto, de la vida religiosa a la social. La sociedad estaba dividida por el conflicto entre capital y trabajo: se trata de la cuestión social. Esta preocupación social había comenzado en la segunda mitad del siglo XIX, cuando en diversos países fueron fundadas muchas asociaciones y círculos en favor de los trabajadores. León XIII publicará un documento histórico que trató de manera  objetiva del trabajo y la cuestión social: la encíclica Rerum Novarum.

4.2 Rerum Novarum (1891)

La encíclica dio a la Iglesia Católica una especie de carta de ciudadanía. Sin lugar a dudas, la encíclica fue a la acción social cristiana lo que fue el “Manifiesto Comunista” y “el Capital” de Karl Marx, para la acción socialista. El documento trata de la cuestión laboral, conteniendo los principios básicos de la Doctrina Social de la Iglesia, que serán recuperados, profundizados y aplicados en los sucesivos documentos y pronunciamientos del Magisterio. Esta encíclica es el primer texto del magisterio eclesiástico a estudiar seriamente los problemas sociales causados ​​por la industrialización. El texto, al mismo tiempo, condenaba el liberalismo y el socialismo, pero reconocía el derecho natural a la propiedad e hizo hincapié en su valor social atribuía al Estado el papel de promotor del bien común, de la prosperidad pública y de la privada, superando el absolutismo social del  estado liberal, y reconocía el derecho de los trabajadores a un salario justo. Condenaba la lucha de clases y aceptaba el derecho del trabajador a asociarse para defender sus intereses.

La encíclica fue publicada 44 años después de la aparición del ‘Manifiesto de Marx, y aparentemente no fue tan importante para el movimiento de emancipación de los trabajadores. A menudo  utiliza un lenguaje abstracto, sin analizar la situación real creada por el capitalismo y no presenta un análisis estructural de las causas de la miseria de la clase trabajadora. A pesar de estas y otras deficiencias, el documento representa una posición importante en la historia de la Iglesia Católica.

Estos cambios en la postura de la Iglesia también  producirán dificultades: no fueron pocas  las personas que pedían la conversión de León XIII, que lo consideraban entregado a las tesis marxistas. La otra cara de la moneda es que en países como Francia, Bélgica e Italia, nació un movimiento llamado democratacristiano, uniendo las aspiraciones apostólicas, el deseo de reformas sociales y una preocupación política, no siempre clara, pero a favor de la democracia.

5 Condenación del modernismo y reformas intereclesiales

5.1 Contra el modernismo

El modernismo y su consecuente crisis comenzó en tiempos de León XIII, pero su punto focal se produjo en el pontificado de Pío X (1903-1914). Este movimiento surge en el ámbito universitario liberal. Elaboró un pensamiento que consistió en la aplicación de métodos modernos de investigación científica a la teología. El objetivo era abrir el cristianismo a las exigencias filosóficas e históricas de la sociedad contemporánea. Un intento para acoger el pensamiento modernista se llevó a cabo en la obra filosófica de Maurice Blondel, L’Action (1893) .

Las ideas del modernismo se aplicaron a la teología y a la Escritura. Las proposiciones aplicadas en el campo eclesiológico tendían  a reducir la Iglesia a una forma democrática. El modernismo fue el intento de reconciliar a la Iglesia Católica con los resultados obtenidos por la crítica histórica. En este sentido, la Iglesia no es la jerarquía, sino que es  originaria de la conciencia colectiva, nacida no de la voluntad de Dios, sino dela  necesidad. Generada desde abajo hacia arriba. Las proposiciones modernistas fueron censuradas por la Iglesia, pero no encontraron apoyo, ya que se alejaban del proyecto de  cristiandad. Algunos representantes del modernismo tenían sus obras sometidas al Índice. Algunos se reconciliaron con la Iglesia y otros fueron excomulgados. Dos de los protagonistas son el cura francés Alfred Loisy (1857-1940) y el jesuita inglés George Tyrrell (1861-1909). El primero, que  fue excomulgado, interpretaba en sentido escatológico la predicación de Jesús, negaba la inmutabilidad y el valor objetivo de los dogmas; reducía el valor de la autoridad eclesiástica, predicaba la completa separación entre la fe y la historia. El segundo afirmaba que podía quedarse en el catolicismo con la condición de distinguir entre la fe viva y la teología muerta, entre la Iglesia real y la autoridad que la gobierna. Fue expulsado de la Compañía de Jesús y no fue aceptado en ninguna diócesis. Más tarde se decretó su exclusión de los sacramentos, pero no la excomunión.

A través de la encíclica Pascendi Dominici Gregis y del Decreto Lamentabili (1907), Pío X presenta una fuerte condena del modernismo, reprimiendo la conciliación de la doctrina cristiana con la ciencia y el conocimiento moderno. Se llevó a cabo una caza formal a la herejía de los teólogos reformistas, especialmente a exegetas e  historiadores. Son excluidas de la enseñanza  las obras de Lagrange, Funk, Delehaye, Duchesne. En 1910, es impuesto a los profesores de  seminarios  el juramento antimodernista. Son realizadas visitas apostólicas a los seminarios italianos, lo que resulta en  informes a veces duros  por parte de los visitadores. Uno de los evaluadores en estas visitas fue Ángelo Roncalli, el futuro Juan XXIII.

5.2 Reformas intereclesiales           

El Papa Sarto fue uno de los grandes reformadores de la Iglesia. Es de su iniciativa la organización legislativa de la Iglesia a través del Código de Derecho Canónico. Su presentación final se llevó a cabo en 1917 en el pontificado de Benedicto XV. Otras reformas se llevaron a cabo en la catequesis y la liturgia. Se organizó un catecismo de la doctrina cristiana. En la liturgia, publicó documentos sobre la música sacra (restauración del canto gregoriano), Breviario (armonización del Breviario y del año litúrgico) y la eucaristía (comunión frecuente y la edad para la primera Eucaristía). Pío X fue canonizado por el Papa Pío XII en 1954.

6 Movimientos de renovación

Los movimientos bíblico, litúrgico y ecuménico fueron la puerta de entrada del sujeto moderno en la Iglesia. Surgen en el siglo XIX y el siglo XX se despliegan. En los albores del Vaticano II también tiene su gestación en estos movimientos. El movimiento ecuménico, por ejemplo, nació fuera de la Iglesia Católica. En Edimburgo (Escocia) en 1910, los misioneros protestantes organizaron una conferencia para estudiar las posibilidades y los medios de unión en vista de una sola evangelización cristiana. Nacía el movimiento ecuménico. En 1960, en el pontificado de Juan XXIII, fue creada la Secretaría para la Unión de los Cristianos, presidida por el cardenal jesuita alemán Agustín Bea. El movimiento nació en el mundo protestante por razones de evangelización y asume relevancia en la Iglesia Católica a medida que los teólogos defienden un proyecto de este tipo.

7 Catolicismo y las grandes Guerras

En una línea intermedia y de gran importancia histórica para la comprensión de la modernidad está el pontificado de Benedicto XV (1914-1922). El Papa estuvo involucrado en la mediación con la 1ª Guerra Mundial, pero sin éxito. El caos global de la guerra (1914-1918)  hizo evidente que los valores fundamentales de la modernidad estaban en crisis: la absolutización de la razón moderna, del progreso, de la nación y de la industria. La creencia absoluta en la razón, en el progreso, en el nacionalismo, en el capitalismo y en el socialismo había fracasado. Europa estaba pagando un alto precio con los movimientos reaccionarios del fascismo, el nazismo y el comunismo. Estos movimientos idealizaban, de una manera moderna, la raza, la clase y sus líderes impidieron un orden mundial nuevo y mejor.

La 1ª Guerra puso en marcha una revolución global que se haría explícita después de la 2ª Guerra Mundial: el cambio del paradigma eurocéntrico de la modernidad, que tenía una marca colonialista, imperialista y capitalista. El nuevo paradigma, que había comenzado a desarrollarse, de la posmodernidad sería global, policéntrica y de orientación ecuménica. La Iglesia Católica reconocerá esto sólo en parte, y un poco tarde.

7.1 Período entre Guerras

El significado del pontificado de Pío XI (1922-1939), en el período de entreguerras, debe entenderse dentro de los acontecimientos políticos de su tiempo: una humanidad oprimida por los totalitarismos generados por la sociedad de masas, las profundas diferencias ideológicas que hicieron, sobre todo durante la guerra , los valores cristianos y la Iglesia acosados y perseguidos. La realización de este pontificado sucedió durante el drama de los grandes acontecimientos que marcaron el mundo contemporáneo: el fascismo, el nazismo y el totalitarismo estalinista. Todo este contexto justificó, en cierto modo, su política concordataria llevada a cabo en Italia con los Pactos de Letrán (1929). El desarrollo de sus actividades se explicará a través de las encíclicas: Non abbiamo Bisogno (1931), Quadragesimo anno (1931), Mit brennender Sorge (1937), y luego la condena del comunismo ateo en Divini Redemptoris (1937).

La Acción Católica (movimiento laico), organizada en  este pontificado, está en  la base de  la preparación del Vaticano II. A pesar de esta intención inicial, los laicos de la Acción Católica llevaron los estudiantes (JEC), los universitarios (JUC), los trabajadores (JOC, ACO), el mundo rural (JAC) y personas de medios independientes (JIC), a inserirse en sus ambientes específicos, hasta el punto de que ellos trajeron hacia dentro de la iglesia todos los problemas y la reflexión moderna que en tales situaciones se vivían. Esta actuación del laicado en el mundo, su implicación, asumiendo compromisos políticos, condujo a una mayor participación en la Iglesia, requiriendo una mayor formación espiritual y teológica. Es ahí que ese laicado se enfrenta a los problemas de la modernidad. Los grandes pensadores Yves Congar, Jacques Maritain y Emmanuel Mounier desarrollaron reflexiones teológicas sobre la presencia de los laicos cristianos en la Iglesia y en el mundo. Toda esta mentalidad se caracteriza por los señales de la modernidad.

Frente a las medidas fascistas adoptadas en Italia en junio de 1938, y también porque en Alemania el problema judío se estaba agravando, Pío XI encargó al jesuita estadounidense John La Farge la tarea de preparar un texto sobre la unidad del género humano, dirigido a particularmente condenar el racismo y el antisemitismo. El proyecto del texto  llegó a manos del papa sólo al final de 1938. El Papa estaba enfermo y poco después moriría, la encíclica nunca fue publicada. En Brasil la encíclica (y un extenso comentario) fue publicado por la Editora Vozes con el título “La Encíclica escondida de Pío XI”

7.2 Pio XII: pastoral, teología y la  2ª Guerra Mundial

Pío XII (1939-1958) hizo resurgir el proyecto de una civilización cristiana. Eugenio Pacelli, que había sido nuncio en Munich, tuvo un pontificado de extremos. Esto se explica por el marcado contraste entre su figura y  orientación y las de su sucesor Juan XXIII (el papa del siglo). Representaba  la encarnación del papado en toda su dignidad y superioridad. Heredó de su antecesor una Iglesia fuertemente centralizada. Las actividades de este papa fueron adquiriendo otro tono distante, especialmente en sus relaciones con Alemania y el nazismo. En este sentido, su pontificado fue muy criticado por algunos, que afirmaban la ausencia de  manifestaciones públicas del papa en la cuestión judía del Holocausto, y defendido por otros, que se decían que el Papa estaba haciendo todo lo posible por medios diplomáticos.

El magisterio de Pío XII se puede entender a través de sus mensajes, discursos y encíclicas. Su pontificado se puede considerar el último de la era anti-moderna medieval. Tenía muchos aspectos autoritarios: rechazó las doctrinas evolucionistas, existencialistas, historicistas y sus infiltraciones en la teología católica fueron de gran impacto, como censuras a los estudiosos Maritain, Congar, Chenu, de Lubac, Mazzolari, Milani y a  los sacerdotes obreros franceses.

La situación mundial e incluso, en muchos sentidos, el interior de la Iglesia respiraban un aire deseoso de novedad. Pío XII veía de forma positiva las reformas, pero su actitud tendía a una mayor precaución. Su creciente preocupación con una iglesia involucrada en un mundo de agitaciones y tensiones revolucionarias explica, en parte, porque comenzó a concentrar el gobierno en sus manos. Eugenio Pacelli veía en la exposición de la doctrina de la Iglesia, ante muchos problemas del  mundo moderno,  su misión más importante. Publicó numerosos encíclicas. Las principales fueron Mystici Corporis (1950) y Humani generis (1950). La primera trata de la identidad y el ordenamiento de la Iglesia, con franco combate a la nueva teología. La segunda determina la posición del Papa respecto a la moderna teoría evolutiva,  conteniendo rechazo a algunas hipótesis  de la escuela de Teilhard de Chardin (sin dar nombres). Dispensó una especial atención a la cuestión acerca de María. En 1950 proclamó el dogma de la Asunción de Nuestra Señora.

8 Transición y renovación, el  papa cristiano

8.1 Juan XXIII (1958-1963)

El pontificado de Juan XXIII fue marcado por una eclesiología profética y su pastoral en  continuación con la  tradición de la Iglesia. Sus primeros gestos pastorales indicaban una nueva dirección para la Iglesia. En 1959, anunció tres eventos eclesiales: el Sínodo diocesano de Roma, la revisión del Código de Derecho Canónico y un Concilio, el Vaticano II. Su pontificado de aggiornamento marcó un cambio de dirección debido a su intuición en la convocatoria del Concilio.

Angelo Giuseppe Roncalli nació en el pueblo de Sotto il Monte, en la provincia de Bérgamo, Italia, el 25 de noviembre de 1881, de una pobre familia campesina. El joven Roncalli estudió los dos primeros años de teología en el seminario de Bérgamo, siendo admitido en el año 1896 en la Orden Franciscana Secular, donde profesó las reglas en mayo de 1897. Con una beca que consiguió de su diócesis, fue alumno del Pontificio Seminario Romano, donde recibió su ordenación en agosto de 1904 – Roma. En 1905, fue nombrado secretario del obispo de Bérgamo, D. Giacomo Tedeschi Radini, lo que le permitió realizar innumerables viajes, visitas pastorales y colaborar con múltiples iniciativas apostólicas como sínodos, redacción de boletín  diocesano y obras sociales. Colaboró ​​con el periódico católico de la diócesis de Bérgamo y fue asistente de la Mujer de la Acción Católica Femenina. Fue como profesor en el seminario de la diócesis cuando profundizó sus estudios sobre tres predicadores católicos: San Francisco de Sales, San Gregorio Barbarigo (en aquel momento era beatificado y luego fue canonizado por el propio Roncalli en 1960), y San Carlos Borromeo, de quien publicó las actas de visitas realizadas en la diócesis de Bérgamo en el año 1575. Después de la muerte del obispo de su diócesis en 1914, del cual  era secretario, el padre Roncalli continuó su ministerio sacerdotal en la diócesis, donde tenía la intención de permanecer.

En 1915, Roncalli fue a la guerra para defender su país, pues en los años de seminarista en Roma había prestado un año de servicio militar. Roncalli fue llamado como sargento sanitario y nombrado capellán militar los soldados heridos que regresaban de la línea de combate, cuando Italia después de que el Tratado de Londres de 26 de abril 1915 renunció al acuerdo con la Triple Alianza, entrando en la guerra.

La segunda fase de su vida comenzó en 1921, con una llamada del Papa Benedicto XV (1914-1922), para formar parte del Consejo de las Obras Pontificias para  la Propagación de la Fe, de la que fue presidente, cargo que le obligó a pasar por numerosas diócesis italianas, organizando círculos misioneros. Esta fase romana y la vida aparentemente tranquila de presbítero  no duraron mucho. En el papado de Pío XI (1922-1938), el cura de la pequeña localidad de Sotto il Monte fue elevado al episcopado en 1925 y nombrado Visitador Apostólico para Bulgaria. En 1934, fue designado Delegado Apostólico en Turquía y Grecia y, al mismo tiempo, administrador del Vicariato Apostólico de Estambul, donde se destacó en el diálogo con los musulmanes y los ortodoxos.

En 1944, el Papa Pío XII nombró a Roncalli nuncio apostólico en París. Su nombramiento contó con la intervención directa del pro-secretario de Estado, Mons. Montini. A los cincuenta y tres años de edad, Roncalli fue elevado a cardenal y dos años más tarde patriarca de Venecia. A los setenta y siete años llegó al cónclave y fue elegido el Papa Juan XXIII. Su encíclica Pacem in Terris (1963) fue el último acto de un pontificado muy breve, pero intenso, dinámico e incisivo.

La muerte del Papa el 3 de junio 1963 –  día de Pentecostés – fue recibida con gran conmoción en varias partes del mundo católico. Impresionante esta ocasión, a diferencia de otras ocasiones, cuando los hombres y mujeres de todos los países y todas las religiones lloraban su muerte. Juan XXIII fue canonizado en abril de 2014, por el Papa Francisco.

8.2 Vaticano II (1962-1965) y su relación con la  modernidad

El 11 de octubre de 1962, el Papa Juan XXIII abrió el primer período del Concilio. El texto de apertura es de importancia fundamental (Gaudet Mater Ecclesia) y tuvo una profunda influencia en la redacción de todos los documentos conciliares. Tres puntos son dignos de mención. En primer lugar, el Papa se dirige a los profetas que anuncian sólo desgracias, viendo en el mundo moderno sólo deterioro y  desastres, comportándose como si  no hubieran aprendido nada de la historia. En segundo lugar, el punto central del Concilio. No será sólo una discusión de uno u otro artículo de la doctrina fundamental de la Iglesia, repitiendo y proclamando las enseñanzas de los Padres y de los teólogos antiguos y modernos, pues se asume que eso ya es muy presente y familiar. Para ello, no habría necesidad de un concilio. Se trata de  una renovación, con serena y tranquila adhesión a toda la enseñanza de la Iglesia. En tercer lugar, la Iglesia siempre se ha opuesto a los errores; a menudo, incluso condenando  severamente. La Iglesia ahora tomando a través del Concilio la antorcha de la verdad religiosa, desea mostrarse madre amorosa de todos, benigna, paciente y llena de misericordia con sus hijos separados de ella.

El Vaticano II promulgó dieciséis constituciones, decretos y declaraciones. Hay un consenso de que la Constitución dogmática Lumen Gentium y la Constitución pastoral Gaudium et spes son el eje del Concilio. La Iglesia tuvo el valor de mirar a su pasado, reflexionar y crear una nueva relación en el presente. La continuidad del diálogo y de todos los frutos generó continúan en marcha.

El acontecimiento conciliar tuvo dos grandes personalidades al frente: Juan XXIII, que murió después del primer período del Concilio, a los 82 años, y Pablo VI (1963-1978), quien reemplazó. Montini (Pablo VI – beatificado en 2014 por el Papa Francisco) se tomó en serio su gran tarea de continuar el Concilio, por supuesto, con una tónica diferente. Roncalli (Juan XXIII) era pastor y Montini era integrante de la curia. En este sentido, el análisis del post-concilio merece una reflexión sobre los avances y retrocesos dentro del propio acontecimiento conciliar. A pesar de las concesiones sobre la reforma de la liturgia, la renovación de la Iglesia Católica y el diálogo ecuménico con las otras Iglesias cristianas, deseada por Juan XXIII, el Concilio no tuvo un  gran avance, pero sí una estabilidad. Históricamente era demasiado pronto, a pesar de la ventana abierta, para percibir en la práctica cotidiana relaciones de transformaciones absolutas, abriendo la ventana, puertas, limpiando el gran polvo de los   muebles, y especialmente de sus interiores.. Fue un gran paso para el diálogo con la modernidad. A veces se hizo de nuevo monólogo.

8.3 Pablo VI, reformador e incomprendido (1963-1978)

El Papa Pablo VI, Giovanni Battista Montini nació en Concesio, cerca de Brescia, en el año 1897. En familia acomodada, su madre, muy católica, fue presidente de la Asociación de Mujeres Católicas de Brescia; su padre era un doctor en derecho, escritor y fundador del periódico “Il cittadino de Brescia”, fue presidente de la Unión Electoral Católica de Brescia y diputado en el Parlamento por el Partido Popular, del que fue uno de los fundadores. Ordenado sacerdote en 1920, Montini estudió derecho canónico en la Universidad Gregoriana (Roma) y después de un examen de admisión  se convirtió en  profesor por un período corto.

Después de su trabajo en la Secretaría de Estado de la Santa Sede, Montini fue nombrado arzobispo de Milán. En el período de su arzobispado de Milán (1955-1963), se acercó a los trabajadores, y a las reivindicaciones de la izquierda que actuaban en su arquidiócesis, y también no se olvidó de los que estaban lejos de la Iglesia. Uno de los acontecimientos más importantes que se celebró en Milán fue la misión de Milán (5-24 de noviembre de 1957). Fue un enorme trabajo pastoral, que implicó a toda la inmensa ciudad. Preparado durante dos años, participaron 500 agentes de pastoral, dos cardenales, 24 obispos, y se llevaron a cabo siete mil discursos y conferencias en las iglesias, establecimientos industriales, entidades culturales. El tema central de todas las predicaciones era Dios  Padre. El arzobispo Montini participó directamente en estas actividades a través de radio, escritos y conferencias. Trató de establecer una reforma pastoral  favoreciendo la renovación de la liturgia y promoviendo la construcción de nuevas iglesias. Consagró 72 iglesias en el período que  permaneció en Milán. En el momento de la elección papal, otras 19 iglesias estaban en construcción.

 El día después de su elección, Pablo VI anunció a través de un mensaje de radio, su intención de continuar con el Consejo. Coordinó los siguientes tres períodos del Vaticano II.

De América Latina, el Papa recibió denuncias de la situación degradante de las poblaciones empobrecidas que vivían en situación de miseria y en gran parte bajo regímenes dictatoriales funestos, apoyados por el capitalismo “democrático” estadounidense. El papa no era inmune a esta situación, lanzando la Encíclica Populorum  Progressio (1967), lo que causó gran debate en los medios eclesiales y fuera de ellos, especialmente entre los conservadores de la Curia, que pensaban que el Papa se había excedido en sus colocaciones a la izquierda, como por ejemplo, cuando citó y cuestionó la supremacía de la propiedad privada en detrimento de los derechos colectivos.

El Papa publicó otras encíclicas, pero la que causó más discusión fue Humanae Vitae (1968). La encíclica trataba un tema muy complejo para la sociedad: el control de la natalidad. Nunca una encíclica causó tantas controversias internas y externas. El texto aborda el tema de la sexualidad humana. La pretensión es que la sexualidad debe ser vista no como placer  animalesco. La incomprensión del documento se debe principalmente a una lectura reductiva de la encíclica, teniendo en cuenta la cuestión de la prohibición de la píldora y haciendo caso omiso de otra parte muy positiva: la función creadora de la sexualidad, no sólo biológica, sino personalista.

En Jerusalén (1964), abrazó con el patriarca Antenágoras el diálogo con todos los cristianos. En el Congreso Eucarístico de Bombay (India – 1964), estuvo presente en el encuentro con los fieles católicos. Discursó en  la ONU (1965) ante 117 delegados de varios países, marcando el diálogo con la sociedad. Celebró misa en Fátima, Portugal, en 1967, para conmemorar los 50 años de la aparición de María a los pastorcitos. En el Congreso Eucarístico de Bogotá (1968), abrió la Conferencia Episcopal Latinoamericana de Medellín II, un encuentro con los pobres del entonces tercer mundo. En el encuentro de oración en el Congreso Ecuménico  de las Iglesias en Ginebra (1969), abraza todos los hermanos cristianos de otras denominaciones.

La cuestión de la colegialidad fue para Pablo VI, fundamental, por estar conectada a otra que le preocupaba, el ecumenismo. A estas cuestiones internas se une a la gran pregunta que hoy sigue siendo de gran importancia y con la que la institución religiosa tiene dificultades para manejar: el diálogo con la sociedad. Para encaminar estos temas abordados en el Vaticano, el papa era consciente de que dentro de la institución había dos polos opuestos en alta conflictividad: la novedad y la tradición, la verdad y la caridad, la historicidad y la permanencia, la autoridad y la libertad, el poder y la fraternidad, la superioridad y la humildad, la separación del mundo y la unidad con el mundo. Pablo VI también era plenamente consciente de que debería reconciliar estas dicotomías. También es importante destacar que este pontificado se inició en un período conciliar y tuvo su continuidad difícil en los primeros años del post-Concilio.

Pablo VI murió el 6 de agosto de 1978 en Castel Gandolfo, con 81 años de edad. Fue enterrado en la cripta de la basílica de San Pedro, en una tumba humilde, como él mismo pidió en su testamento.

9 El santo criticado y su continuador

9.1 Juan Pablo II (1978-2005)

Karol Wojtyla, el Papa Juan Pablo II, elegido en 1978 después de la repentina muerte de Juan Pablo I, con 33 días de pontificado, recibió el legado espiritual de Pablo VI y el espíritu pastoral del Vaticano II. Su pontificado largo (1978-2005) se caracterizó por varios factores, uno de los cuales es religioso. Aumentando este carácter religioso, el Papa propuso una nueva evangelización. Él escribió 14 encíclicas (3 sociales) y otros documentos y catequesis. El Código de Derecho Canónico (1983) y el Catecismo de la Iglesia Católica fueron la culminación de un proceso iniciado y enriquecido en este pontificado. Presentó duras críticas al sistema totalitario comunista y al capitalismo. Alentó el ecumenismo y el diálogo interreligioso. Visitó 114 países, reuniendo multitudes. El Jubileo, en 2000, fue una gran celebración y estimuló la nueva evangelización.

El pontificado Wojtyla también sufrió críticas, como las del jesuita brasileño João Batista Libânio (2005) sobre el Código y el Catecismo, y se refiere a los puentes que no crearon la continuidad con el  Vaticano II. Varios teólogos presentaron sus observaciones sobre el Sínodo 1985 extraordinario convocado para evaluar el Vaticano II, pero visto, sin embargo, como un retorno al pre-concilio. Juan Pablo II es criticado, a pesar de la afirmación de la colegialidad, por la centralización que tenía como pilar de la curia romana, con una eclesiología jerárquica, perjudicando la concreción de la Iglesia del Pueblo de Dios. Fueron cuestionadas las restricciones hechas a las mujeres en los distintos niveles ministeriales y la condena de muchos teólogos. Renació el  autoritarismo y el clericalismo durante el pontificado, a diferencia de las directrices del Vaticano II.

El Papa enfrentó muchos sufrimientos particulares relacionados con su salud, incluyendo un atentado en 1981 en medio de la plaza de San Pedro. Su salud pasó por muchos momentos difíciles, lo que llevó a un sufrimiento general de los fieles en los últimos años de su pontificado. Una multitud acompañó a su largo velorio en Roma y pidió que fuese  hecho santo inmediatamente. Su canonización tuvo lugar en 2014, juntamente con Juan XXIII.

9.2 Benedicto XVI (2005-2013)

El sucesor de Juan Pablo II fue su  brazo derecho en la Curia Romana, el prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el cardenal alemán Joseph Ratzinger. La elección realizada en el cónclave fue recibida con numerosas reservas en esferas eclesiásticas. Se enfrentó a una serie de dificultades y pasará a la historia como el Papa teólogo y el que renunció.

El 11 de febrero de 2013 en la Ciudad del Vaticano, en la sala del consistorio, Benedicto XVI presidió un consistorio público para la canonización de Beatos. Luego siguió la lectura de una breve declaración en latín que  llevaba su firma y la fecha del día anterior, en la que anunciaba su decisión de renunciar al pontificado por razones de edad, indicando que la Sede de Pedro quedaría vacante a partir de las 20 horas del dia  28 de febrero. La declaración consta de 22 líneas, líneas destinadas a cambiar la historia de la Iglesia. Su renuncia es un gran gesto, que se convertirá en revolucionario. Benedicto XVI llevó el papado a los tiempos modernos.

Su pontificado fue extremadamente difícil. Cargado de obstáculos, ataques, crisis, escándalos (pedofilia) y las tensiones en el gobierno de la Curia Romana, el arribismo, las luchas internas. Sus pocos años de su pontificado fueron marcados por otras situaciones conflictivas: las relaciones con los obispos lefebvrianos; la autorización de la misa en latín a través del motu proprio Summorum Pontificum (2007), trayendo a colación la oración por la conversión de los Judíos; las discusiones sobre las hermenéuticas del Vaticano II; el discurso en Ratisbona (Alemania 2006); el caso Richard Williamson de la Fraternidad San Pio X, excomulgado por el Papa Juan Pablo II y rehabilitado por el Papa Ratzinger; las notificaciones de la Congregación para la Doctrina de la Fe para varios teólogos. Entre ellos se encuentran: Roger Haight, Jon Sobrino, Jacques Dupuis, Peter Phan, Queiruga Torres, José Antonio Pagola.

Algunos de los proyectos iniciados por Benedicto XVI se paralizaron, desde  los de “la reforma de la reforma” de la liturgia a la relación con los lefebvrianos, pasando por el diálogo ecuménico. El caso Vatileaks, en el último año del pontificado, creó una realidad compleja, sin duda no  limitada sólo a la traición del mayordomo Paolo Gabriele, entregando los documentos secretos a terceros no autorizados, los cuales fueron después publicados.  Este es el contexto en el que el Papa Benedicto renuncia y, al mismo tiempo, el escenario de crisis en la que se eligió a Jorge Mario Bergoglio, el Papa Francisco. Su elección (2013) parece evocar aquella visión de ocho siglos atrás: “Va Francisco, y repara mi Iglesia en ruinas.” Su misión, otorgada por sus cardenales electores, es cambiar la imagen áspera de la Iglesia.

10 El retorno al Cristianismo: Francisco

Elegido en 2013, Francisco es el primer papa jesuita y latinoamericano (Argentina) en 20 siglos de la Iglesia Católica. Su nombre es un programa pontificado: la proximidad a los pobres y el compromiso de renovar la Iglesia. El cardenal Bergoglio nació en 1936, en el barrio de Flores, el corazón de Buenos Aires. En 1957, entra en la Compañía de Jesús. Sus años de estudio de la teología y la filosofía se dieron en Argentina y Chile. En diciembre de 1969, fue ordenado sacerdote. No se puede definir como un gran arribista, fue prior Provincial de los Jesuitas en Argentina de 1973 a 1979. De 1980 a 1986 fue decano de la Facultad de Teología de San Miguel. En 1992, fue nombrado obispo auxiliar de la archidiócesis de Buenos Aires, dirigido por el cardenal Antonio Quarracino. Desde 1998, con la muerte de Quarracino, Bergoglio será el nuevo arzobispo de Buenos Aires. Fue creado cardenal por Juan Pablo II en 2001. En la tarde del 13 de marzo de 2013, en la Capilla Sixtina, Ciudad del Vaticano, a las 16:30 en la cuarta votación, es elegido como nuevo Papa. Francisco se enfrentará a una tarea enorme, no sólo para el servicio en sí, sino por las enormes dificultades que vive la institución en este contexto. Son  desafíos que el Papa jesuita conoce bien; es importante sembrar la semilla, pero no es necesario cosechar los frutos en el tiempo presente. Francisco dijo: “Desconfío de  las decisiones tomadas de modo repentino” (SPADARO, 2013, p.11). En este primer año de su pontificado,  se puso en marcha la encíclica Lumen Fidei, iniciada por Benedicto XVI.

En tiempos de neoliberalismo, nada es tan actual como elaborar enseñanzas sociales en situaciones siempre nuevas ahí anunciarlas profética y críticamente. El Papa Francisco, preocupado por la tarea pendiente del Vaticano II y en curso, dice que el mandamiento de no matar pone un límite claro para garantizar el valor de la vida humana, por lo que, hoy en día, hay que decir “no a la economía de la exclusión y la desigualdad social “( Evangelii Gaudium n.53  ). La Exhortación Apostólica del Papa, Evangelii Gaudium, publicada en 2013, ya causó gran debate en todo el mundo. Por un lado, muchos analizan el documento como un gran paso en la cuestión social, pero, por otro lado, los empresarios, especialmente los estadounidenses, eran extremadamente descontentos con las críticas al capitalismo. Críticas que Juan Pablo II ya había hecho. En la exhortación Francisco denuncia que “el ser humano es considerado en sí mismo, como una mercancía que se puede utilizar y luego echar fuera” (EG n.53). Por lo tanto es una declaración y, al mismo tiempo, una necesidad de actualizar  el Vaticano II,  valorando la dignidad de la persona y diciendo, sin temor, un enorme no a la sacralización del mercado. No a un dinero que gobierna en lugar de servir.

Lo que el Papa está realizando fue un sueño de Juan XXIII, a saber, que la Iglesia saliese del Vaticano II y permaneciese muy cerca de los pobres para ellos se sintiesen dentro de la iglesia en su casa, pero que en el  fondo documental del Concilio, los pobres se pierden. Los empobrecidos no pueden salir de la óptica de una Iglesia que sigue las inspiraciones del Vaticano II. Este tema está evangélicamente siempre presente, aunque a menudo ha sido silenciado en la sociedad e incluso dentro de la Iglesia en ciertos sectores eclesiásticos.

El Papa ha demostrado su capacidad para relacionarse con judíos, musulmanes y otros de diferentes denominaciones religiosas, desde la perspectiva de una eclesiología misionera: Iglesia en salida,  centró en la sociedad y al servicio de la humanidad. Iglesia que sepa escuchar y realizar la urgente enculturación de la fe, enculturación que fue obstaculizada en los últimos años por la centralización.

Un acontecimiento histórico y emblemático del inicio de su pontificado fue la celebración de la XXVIII  Jornada Mundial de la Juventud (julio de 2013), en Río de Janeiro – Brasil. Sus discursos, homilías, los gestos y la inmensa presencia de fieles pusieron de manifiesto la relación que ya se marca este pontificado: cercano al pueblo, no sólo en el discurso sino también en una rebelión sana contra su seguridad personal. Visitó periferias de la ciudad maravillosa y celebró en el Santuario de Aparecida del Norte, en Sao Paulo. Se reunió con argentinos en la catedral de San Sebastián de Río de Janeiro. Por donde pasó dejó un signo diferente del obispo de Roma, en el camino hacia Asís en busca de  reformas de la Iglesia y de una Iglesia misionera. En ese mismo año visitó aún, en Italia, Cagliari, Asís y el viaje emblemático a Lampedusa y su discurso sobre la tragedia global de la inmigración y delas innumerables de muertes en el mar, especialmente el naufragio de africanos.

El Papa visitó en 2014, Turquía, Tirana (Albania), el Parlamento Europeo, Corea del Sur y Tierra Santa. En Italia, llevó a cabo visitas en 2014: Redipuglia, Caserta, Campobasso y Boiano, Isernia-Vesafro y Cassano allo Jonio. Convocó y participó del Sínodo extraordinario de la Familia en 2014, que tuvo su continuidad y fin en octubre de 2015. En 2015, visitó las Filipinas, donde más de 6 millones de personas asistieron a la misa celebrada en Manila, y Sri Lanka; Ecuador, Bolivia, Paraguay, Bosnia, Cuba y los Estados Unidos y las Naciones Unidas (ONU). Y, también, en noviembre visitó Kenia, Uganda y la República Centroafricana. En Italia, ya visitó, en 2015, Prato, Florencia, Turín, Pompeya y Nápoles.

“Cuando insisto en la frontera, en particular, me refiero a la necesidad de que el hombre de la cultura esté inserido en el contexto en el que opera y sobre el cual reflexiona. Está siempre al acecho el peligro de vivir en un laboratorio “y también Francisco continua afirmando que” nuestra fe no es una fe-laboratorio, sino una fe-camino, una fe histórica. Dios se reveló como historia, no como un compendio de verdades abstractas … es preciso vivir en la frontera “(SPADARO de 2013 p.33-4).

En otra encíclica de 2015 Laudato Si ‘- “Alabado Seas, sobre el cuidado del hogar común”, el Papa ofrece una gran reflexión para las discusiones sobre el tema de la ecología integral. El texto presenta un análisis de lo que está sucediendo en el planeta (la contaminación, el clima, el agua, la biodiversidad, el deterioro de la vida y la degradación social). Luego trata de la Creación y abordar el problema de la raíz humana de la crisis ecológica. Se trata sin duda de un documento magistral que presenta enorme contribución y críticas al sistema económico generador de las crisis de la integridad ecológica.

En su bula Misericordiae Vultus (2015), invita a la realización del Año Santo del Jubileo extraordinario de la Misericordia a ser realizado entre el 8 de diciembre de 2015 (Fiesta de la Inmaculada Concepción) y 20 de noviembre de, 2016 (fiesta de Cristo Rey)

Ney de Souza, PUC São Paulo

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