Nuevo Testamento

Índice

1 “Nuevo Testamento”

2 Contexto socio-histórico y cultural

3 Documentación

4 Autoría

5 Evangelios y Hechos de los Apóstoles

6 Cartas paulinas (“Corpus paulinum”)

7 Cartas católicas o generales

8 El Apocalipsis

9 Canon del Nuevo Testamento y “apócrifos”

9.1 El Nuevo Testamento canónico

9.2 Textos extra-canónicos o apócrifos del Nuevo Testamento

10 Importancia y actualidad del Nuevo Testamento

10.1 El orígen del hecho cristiano

1.2 La persona y el mensaje de Jesús de Nazaret

11 Referencias Bibliográficas

1 “El Nuevo Testamento”[1]

El Nuevo Testamento (NT) es la parte de la Biblia cristiana que conserva por escrito el testimonio sobre Jesús de Nazaret, testimonio que proviene de los apóstoles de Jesús, que la Iglesia guiada por el Espíritu retuvo como referencia y expresión fundamental de la revelación de Dios en Jesús de Nazaret. Son los documentos que testimonian el momento fundador del “hecho cristiano”.

El nombre del “Nuevo Testamento” (Pacto, Alianza) remonta al concepto hebreo berît (“alianza, pacto atestado”), y apunta a la interpretación de la acción de Jesús de Nazaret – especialmente el sacrificio de su vida – como cumplimiento de la profecía de la “nueva alianza” según Jr 31,31-33 y textos análogos del Antiguo Testamento (AT). En el NT, la expresión sucede en relación a la última cena de Jesús en Lc 22,20 (Mt 26,28; Mc 14,24) y 1Cor 11,25; y también en  2Cor 3,6; Hb 8,8; 9,15; 12,24.

El NT puede ser considerado un “reposicionamiento” del marco referencial de la tradición escrita de Israel (el AT), del Éxodo de Egipto, evento fundador de la conciencia israelita, de la actividad de Jesús Cristo, evento fundador del cristianismo. En este reposicionamiento, las Escrituras de Israel no pierden su validez, aunque fueron leídas en la perspectiva del nuevo evento fundador.

El AT es “antiguo” en el sentido de primordial (algunos lo llaman “primer Testamento). Sin él, el NT sería impensable. Es por esto que la Iglesia incluye en sus Escrituras a las de Israel[2]. Jesús hablaba del lenguaje religioso de su pueblo, por lo tanto, del AT. Rezaba los Salmos, libro de oración y alabanza del AT. Discutía con los escribas sobre cómo interpretar la Torá: en nombre de la justicia y del amor relativizaba las prescripciones ritualísticas  (ex.: Mc 2,21–3,6; 7,1-23)  y radicalizaba las exigencias éticas, acentuando su base en el interior del corazón y su carácter universal, sin discriminación (ex.: Mt 5,17-48).

Para la conservación del AT en la Biblia fue fundamental el hecho de que allí se encuentran las “profesías”, hechos o figuras del AT que pueden ser interpretadas como prefiguraciones de Jesús, cuya obra entonces aparece como la plenitud de las Escrituras[3]. Por eso, el cristiano busca leer, en el AT, aquello que “hace surgir a Jesús”[4]. Pero, para encontrar eso, es preciso conocer bien el AT (“las cosas nuevas y antiguas, Mt 13,52) y transformarse en “judío con los judíos” (1Cor 9,20),  especialmente con el judío Jesús de Nazaret.

El NT es el más antiguo testimonio de la cristalización de la fe en Jesús como Cristo (Mesías), Hijo de Dios y Salvador del mundo. No contiene una teología sistemática como la que fue desarrollada en los siglos posteriores, sobre todo, a partir de los grandes concilios ecuménicos de los siglos 4to e 5to. Es, antes que nada, una colección de testimonios extremamente diversificados según los ambientes y las personalidades que los produjeron.

2 Contexto socio-histórico y cultural

El tiempo al que se refiere el NT comprende menos de un siglo: desde el nacimiento de Jesús hasta el fin del siglo I. Pero es un tiempo de grandes cambios. Palestina, como era llamada la tierra de Jesús desde Alejandro Magno (330 a.C.), después de la relativa autonomía bajo el dominio de los asmoneos (164-63 a.C.), que había sido incorporada al Imperio Romano, que nombró como autoridad local, primero a Antípater, y después al “rey” Herodes Magno. Éste fue sucedido en el siglo 4 a.C. por sus hijos, los “tetrarcas”, Herodes Felipe (Golán), Arquelao (Judea e Samaria) y Herodes Antipas (Galilea y Perea). En el siglo 6 d.C., Arquelao fue substituído por un gobernador romano. Durante la vida pública de Jesús, alrededor del siglo 30 d.C., Galilea era gobernada por el “rey” Herodes Antipas y Judea por el gobernador romano Poncio Pilatos. Más tarde aparecerán como autoridades locales los “reyes” Agrupa I y II, también del clan de Herodes.

El espacio del NT es en primer lugar la tierra de Jesús, Palestina (Judea, Samaria, Galilea). Después de Jesús, el escenario se trasladará a las regiones en la cuenca oriental del mar Mediterráneo, como se puede ver en los Actos de los Apóstoles.

El escenario socio-político está determinado por el Imperio Romano, omnipresente a través de su administración y su ejército. La política se hacía en base al clientelismo y el favoritismo: los herodianos en Palestina eran “clientes” del Emperador (el “César”) de Roma, el único que podía usar el título de rey (los herodianos tenían este título por concesión, ésta fue la causa por la cual los romanos ejecutaron a Jesús al ser acusado de haber sido proclamado rey). Las autoridades locales debían recoger los pesados impuestos que el Imperio exigía. Cierto poder en la vida cotidiana y en la comunidad religiosa (que también era política) era atribuído a las autoridades de la comunidad judaica, los sumos sacerdotes y el Sanedrín. La economía, tradicionalmente rural, será cada vez más urbana y mercantil, mientras que los pequeños propietarios muchas veces no conseguían entregar los elevados impuestos y se volvían arrendatarios o, inclusive, esclavos rurales. Es importante conocer la situación urbana en la “diáspora” fuera de Palestina en la época posterior a Jesús, donde los judíos (y por lo tanto los primeros cristianos) vivían en guetos sin derecho a la ciudadanía (Pablo era una excepción: At 16,37-38; 22,25-28). Contrariamente a las costumbres greco-romanas, los cristianos acogían a los esclavos en sus comunidades.

Con respecto a la cultura, se debe distinguir entre el ambiente judío tradicional que reinaba en Jerusalén y en la Baja Galilea (Cafarnaúm), y la cultura helenizada “global”, presente en los países vecinos y, también, en gran parte de Palestina (Samaria, Decápolis e inclusive Jerusalén). En el ambiente judaico, el culto era celebrado en hebraico y la lengua cotidiana eran los dialectos arameo-hebraicos. En los ambientes helenizados (ejército, comercio) se hablaba griego (inclusive en ciertos ambientes dentro de Jerusalén; cf. Hch 6,9  – la sinagoga de los Libertos – y 21,37).  La lengua administrativa era el latín (cf. Jo 19,20).  Para leer el NT es preciso tener conciencia del pluralismo cultural en las inmediaciones de Jesús (la mujer samaritana, la sirio-fenicia, Jesús en la Decápolis, el centurión de Cafarnaúm etc.).

3 Documentación

No contamos con ningún documento (“autógrafo”) del NT (de la mano del propio autor). Los “testigos textuales” más próximos de los originales son los documentos escritos en papiro (material usado hasta los siglos III-IV d.C.), con fragmentos de prácticamente todas las partes del NT. Muchas veces se unen diversos escritos en un solo documento (los evangelios, las cartas paulinas o hasta todo el NT), atestando así no solo la antigüedad de las escrituras individuales, sino también su integración a un canon de las Escrituras. Hay casos privilegiados, como el pap. 66 (Bodmer II),  cuya fecha es de alrededor del 200 d.C., que conserva varias partes del evangelio de Juan, el cual, según el consenso generalizado, habría recibido su forma final poco antes del 100 a.C. Se trata de un testimonio extremamente valioso, a un siglo apenas de la escritura original, un caso rarísimo en los escritos de la Antigüedad.

Además de los más de cien valiosos papiros, disponemos de los “códices”, es decir, de volúmenes encuadernados, escritos en pergamino, que se transformaron en la forma normal de transmitir el NT a partir del siglo IV d.C., tiempo de los grandes concilios. Los más antiguos, llamados “unciales”, fueron escritos solo con mayúsculas y prácticamente sin signos de puntuación, lo que acarrea problemas de interpretación. Los manuscritos unciales más famosos son el Codex Sinaiticus, encontrado en el monasterio de los monjes greco-ortodoxos del monte Sinaí, y el Codex Vaticanus que está guardado en el Vaticano. Ambos provienen de una cuidadosa “recensión” (=restauración del texto) alejandrina (de los cristianos de Alejandría de Egipto), considerada como altamente confiable[5]

Más tarde, el texto griego (en lengua original) continuó siendo copiado por la Iglesia greco-oriental, en letras cursivas minúsculas y con puntuación, en la forma padronizada que se volvió conocida también en Occidente en el inicio de la Era Moderna, cuando se comenzó a imprimir la Biblia. Ganó el nombre de  textus receptus y aun hoy es adoptado como base en algunas de las traducciones de la Biblia, incluso ha tenido una divulgación mundial[6]. Pero las ediciones y traducciones más críticas prefieren basarse en los documentos más cercanos a los originales, sobre todo los papiros.

Además de estos testimonios en griego, los estudiosos recurren también a las traducciones en diversas lenguas, principalmente en siríaco (próximo al arameo) y al latín (África del Norte, Italia, Galia). Estas traducciones remontan a veces a las formas del texto original anterior a los documentos griegos que hoy conocemos; por eso son importantes para la crítica textual (la búsqueda de la forma más original del texto).

4 Autoría

Sobre los autores del NT tenemos poca seguridad. Los estudios críticos reconocen a Paulo como autor de sus “cartas auténticas”  (cf. § 6),  y hay bastante unanimidad para reconocer a Lucas como autor del evangelio que lleva su nombre y de los Actos de los Apóstoles. En cuanto a los otros textos, no siempre la autoría tradicionalmente aceptada resiste los cuestionamientos históricos. Las cartas de Pablo muestran que él utilizaba secretarios (en Cl 4,18, él da a entender que la carta fue escrita por un secretario, mientras que fue él quien acrecentó el saludo “del propio puño”). Éste también fue el caso de los otros apóstoles. En algunos casos, probablemente los escritos fueron redactados por los discípulos para conservar la predicación de un apóstol moribundo o ya fallecido. El apóstol o evangelista es primero “autoridad” antes que escritor en el sentido moderno de la palabra. También las fechas exactas en las que los textos fueron redactados continúa siendo objeto de investigación histórica y no son conocidas de una manera definitiva.

La inspiración y la verdad salvífica de los textos no dependen de la identidad del escritor, sino de su valor como testimonio de los primordios de la fe. La inspiración no se sitúa en el acto mecánico de escribir, sino en la fe que la comunidad recibe y transmite por acción del Espíritu Santo. Por eso, según la Iglesia católica, el principal Autor de las Escrituras es el propio Dios, que utiliza a los autores humanos para que redacten los textos según los procedimientos válidos en toda la literatura (cf. Concílio Vaticano II, Dei Verbum, 11).

5 Evangelios y Hechos de los Apóstoles

Aun cuando los primeros textos del NT sean las cartas paulinas (cf. § 6), el NT coloca primero los Evangelios y los Hechos de los Apóstoles porque ellos contienen relatos sobre Jesús, sus seguidores y las primeras comunidades, es decir, la tradición de los orígenes presupuestos por los textos restantes del NT.

Los evangelios presentan los relatos de la actividad de Jesús, su mensaje e impacto; alimenta la predicación que es conducida por sus seguidores. Todos ellos siguen el mismo esquema fundamental: la actividad de Juan Bautista, la prédica inicial de Jesús y, a partir de cierto momento, la fricción con los maestros y jefes judíos, culminando con el conflicto final, la muerte y la resurrección en Jerusalén.

Los evangelios de Mateo, Marcos y Lucas son tan parecidos que se los puede comparar en tres columnas paralelas, haciendo una “sinopsis”. Es por eso que son llamados de “sinópticos” y la comparación entre ellos se llama la “cuestión sinóptica”. En la actualidad se acepta por lo general la siguiente hipótesis:

1) Mateo y Lucas adoptaron Marcos como un relato básico (de allí surge el acuerdo Mt=Mc=Lc).

2) Mateo y Lucas insertaron en este relato una colección de palabras de Jesús, ausentes en Marcos, que los estudiosos llaman de “Q” (del alemán Quelle=”fuente”), hoy perdida; es por eso que existe el acuerdo Mt=Lt (sin Mc). Pero este acuerdo es relativo, porque Mateo y Lucas ejecutaron esa operación de forma independiente, incluyendo las materias de Q en diferentes lugares del guión de sus respectivos evangelios. Aun así, el observador atento descubre una relativa coincidencia en el orden de los trechos usados en Q usados por Mateo y Lucas.

Evidentemente, Mateo y Lucas también integraron en sus escritos sus respectivas tradiciones particulares  (por ejemplo, los “evangelios de la infancia de Jesús”, que son diferentes en Mateo y en Lucas y no provienen ni de Marcos ni de Q).

30-50 dC: el evangelio es transmitido en la predicación apostólica oral

51-52: primeras cartas de Pablo

50-60: colección escrita de las palavras de Jesús [Q]

65-70: evangelio de Marcos

70: destrucción del templo de Jerusalén

80: Mateo y Lucas

Predicación apostólica/tradiciones diversas

“triple” Marcos             “doble” [Q]

particular                                 particular

Mateo                                  Lucas

 El cuarto evangelio canónico, titulado “según Juan”, sigue la estructura narrativa fundamental de los tres primeros, pero con numerosas diferencias en el modo de organizar el relato (un orden diferente, selección muy restricta de los gestos de Jesús) y en el estilo (diálogos largos y discursos en el lugar de parábolas breves)

Los Hechos de los Apóstoles constituyen la continuación del Evangelio de Lucas (cf. Hch 1,1-2). Describen el anuncio universal de la salvación según el mandato de Jesús resucitado (At 1,8, cf. Lc 24,48) – lo que es considerado debidamenteencaminado cuando Pablo, misionero por excelencia, llega a Roma, centro del  mundo conocido hasta entonces (Hch 28,16-31).

6 Cartas paulinas (“Corpus paulinum”)

Los primeros escritos del NT son las cartas del apóstol Pablo, escritas aproximadamente entre el 50 d.C. y la muerte de Pablo en el año 64 (o 67). El orden canónico (como aparece en la Biblia el NT) no es necesariamente cronológico. Algunos, inclusive, pueden haber sido publicados después de su muerte por los discípulos (las deutero y tritopaulinas).

Orden canónico en la Biblia Probable orden cronológico y autenticidad
Cartas largas: Rm, 1 e 2Cor, Gl;cartas del cautiverio: Ef, Fl, Cl;primeras cartas: 1 e 2 Ts;cartas pastorales: 1e 2Tm, Tt e Fm;

carta a los Hebreos (Hb).protopaulinas: 1Ts, 1 e 2Cor , Gl , Rm, Fl,  Fm, e talvez Cl;deuteropaulinas: Ef, 2Ts;tritopaulinas: las cartas pastorales 1 e 2 Tm, Tt;atribuidas a Pablo: Hb

1 Tesalonicenses es sin duda la primera carta de Pablo, bañada de esperanza en la espera de la llegada gloriosa de Cristo a la brevedad (“parusía inminente”). 2 Tesalonicenses está fechada varios años después y reinterpreta esa perspectiva.

Entre las cartas largas se acostumbra utilizar 1 Corintios como puerta de entrada al pensamiento paulino, por su carácter bien concreto. Lo mismo se dice de la carta a los Gálatas, que opone un tono polémico a la salvación por la gracia de Cristo (la justificación por la gracia) la confianza en las obras de la Ley judaica, que Pablo considera válida para el pasado judaico, pero inadecuada para los no judíos que entran en la comunidad cristiana. La carta a los Romanos, a veces llamada “el Evangelio de Pablo”, expone la misma idea de modo más sistemático y extenso. 2 Corintios es una colección de diversas cartas posteriores, valiosas, sobre todo, por dejar entrever la personalidad de Pablo. Este acceso directo a la persona de Pablo se encuentra también en la carta a los Filipenses y la nota a Filemón.

En la carta a los Colosenses aparece un lenguaje diferente, en diálogo con el pensamiento helenista-gnóstico. Por eso se cuestiona que sea del propio Pablo, pero nada excluye esta posibilidad. Efesios es una carta circular que amplía Colosenses (la cual estaba destinada a diversas comunidades, como muestra Cl 4,16).

Con respecto a las cartas pastorales, que ya suponen una cierta organización de las iglesias y son dirigidas no a las comunidades, sino a sus jefes, la 2da carta a Timoteo tiene más chances de ser del propio Pablo, ya al final de su recorrido; 1 Timoteo y Tito (que repite 1Tm) parecen ser posteriores.

Debido al tema y al lenguaje, la carta a los Hebreos debe ser atribuida a otro autor, probablemente alguien que pertenezca a una comunidad paulina, lo que explica que ella fue conservada en el Corpus Paulinum.

7 Las Cartas católicas o generales

La Carta de Tiago (Sant), las dos cartas con el nombre de Pedro (1-2Pd), las tres cartas de Juan (1-3Jn) y la Carta de Judas (Jd) son llamadas “católicas” o “generales” (significando el término griego katholikós), a diferencia de las cartas de Pablo destinadas (normalmente) a una iglesia particular. Pero esta diferencia es relativa, pues también algunas cartas paulinas son “generales” (Cl, Ef, cartas pastorales). Las cartas Católicas, junto con la Carta a los Hebreos, nos muestran algo de la enorme diversidad teológica existente en las primeras comunidades cristianas.

8 El Apocalipsis

El último libro del NT, conocido como el Apocalipsis o Libro de la Revelación trae el nombre de su autor: Juan (Ap 1,4.9), aunque no existe un acuerdo sobre quién es ese Juan. Es un texto de género apocalíptico, o sea, de visiones de revelación. Encierra el Nuevo Testamento, no solo por su fecha tardía (ca. de 100 d.C.) sino, sobre todo, por su mensaje de esperanza y su grandiosa versión final, la nueva Creación y la Jerusalén celeste (formando una “inclusión” con el inicio de la Biblia, Gn 1–2).

9 El Canon del Nuevo Testamento y “apócrifos”

Reconociendo en los textos descriptos anteriormente los fundamentos de su fe, la Iglesia estableció desde temprano el “canon”, una lista de los textos que forman parte del NT. Ellos son referencia y norma de nuestra fe, pero no hay que tomarlos necesariamente “al pie de la letra”. Como toda la Biblia, también el NT debe ser entendido según el género y la finalidad de cada texto, dentro del espíritu de la comunidad de fe, la cual, fiel a sus orígenes, hace comulgar sus miembros en la comprensión global y siempre actualizada de la Palabra de Dios.

9.1 El Nuevo Testamento canónico

La “canonización” se dio por la recepción de los textos en las comunidades (con el respaldo de sus pastores). El “canon” (=lista, regla) surgió como reacción contra la proliferación incontrolable de los textos, y también contra la restricción propuesta por el gnóstico Marciano, quien aceptaba solo diez cartas paulinas (debidamente expurgadas) y el evangelio “paulino” de Lucas, vedando las escrituras judaicas y todo lo que en el NT sonara judaico. Tuvo una gran influencia en la canonización progresiva Irineo de Lyon, quien combatió a los gnósticos y sus textos, mostrando que el elitismo y la mente complicada de ellos se oponía diametralmente a la propuesta de Jesús.

Los primeros indicios de la recepción por parte de la comunidad se encuentran todavía en la fase de la tradición oral: la constitución de las colecciones de las sentencias y los hechos de Jesús y, sobre todo, del relato de su pasión, muerte y resurrección, a la que ya apuntaba el apóstol Paulo, alrededor del 52 d.C., en 1Cor 15,3-5 e 11,23-25. Cerca del año 70, el evangelio de Marcos y la colección de sentencias de Jesús (Q) son utilizados por dos escritos posteriores, Mateo y Lucas. Aun existían dudas en relación a muchas cosas que se escribían respecto a Jesús, como muestran las observaciones críticas en Lc 1,1.

No solamente las tradiciones orales y las escritas sobre Jesús, sino también los textos del apóstol Pablo gozaron de rápido reconocimiento, como lo muestra 2Pd 3,15-16, recomendando la lectura de las cartas de Pablo al lado de las “demás Escrituras” (= el AT). Las cartas de Pablo eran, de hecho, leídas en las asambleas (1Ts 5,27) e intercambiadas (cf. Cl 4,16) o llevadas a otras iglesias (es el caso de Ef, derivada de Cl). Otras cartas eran escritas directamente para varias iglesias (las “cartas católicas”, más arriba § 6), recibiendo una rápida “canonización oficiosa”.

La constitución del canon del NT no estuvo libre de problemas. En la Iglesia de Siria se adoptó, a fines del siglo II, un evangelio que fundía los cuatro evangelios canónicos en uno solo, el Diatessaron (=”cuatro en uno”) de Taciano. Este hecho muestra que los cuatro todavía no tenían el peso que recibieron posteriormente. Pero la Iglesia percibió que reducir los cuatro evangelios a uno solo sería una gran pérdida.

El primer elenco de los libros del NT que conocemos es el “canon de Muratori”, texto del siglo II, descubierto por el investigador Muratori en 1740. Aun cuando falta la parte inicial, que con seguridad mencionaba a Mateo y Lucas, este documento comenta Lucas, Juan, Actos, las cartas de Pablo, las cartas católicas y el Apocalipsis. Faltan Hebreos y 2 Pedro. De Juan son mencionadas solamente dos cartas en lugar de tres.

Una distinción clara entre los escritos canónicos y los apócrifos/extracanónicos aparece en la lista de Eusebio de Cesarea, en el inicio del siglo IV. Sin embargo, deja entrever la duda que existe alrededor del Apocalipsis, que en aquel momento todavía era rechazado por un buen número de teólogos. Atanásio, a fines del siglo IV, consiguió romper la resistencia a este libro.

La canonización del NT acompañó a la de toda la Biblia, en el Concilio regional de Hipona (África del Norte) en 393, en el Concilio de Cartago (419), en el Concilio “in Trullo”, en 692 y en el Concilio de Florencia, en 1441. Lutero mostraba reservas en relación a Hb, Tg, Jd e Ap, pero no llegó a excluirlos. Aun cuando el canon existía anteriormente de facto, la proclamación oficial del canon bíblico por el magisterio católico solo ocurrió en el Concilio de Trento en 1546, juntando Mt, Mc, Lc, Jn, Hch, Rm, 1 y 2Cor, Gl, Ef, Fl, Cl, 1 y 2Ts, 1 y 2Tm, Tt, Fm, Hb, Sant, 1 y 2Pd, 1, 2 y 3Jn, Jd, Ap.  Las iglesias orientales y protestantes aceptan el mismo canon para el NT.

9.2 Los textos extracanónicos o apócrifos del NT

Existen unos cincuenta libros de los primeros siglos cristianos que se presentan como evangelios o escritos de los apóstoles, pero que no fueron admitidos dentro del canon. Son comúnmente llamados de “apócrifos”. Las razones de su no aceptación pueden ser diversas. Algunos de esos libros surgieron mucho después del tiempo apostólico, pero otros son casi contemporáneos al NT (hasta el siglo II-III d.C.): Proto-evangelio de Santiago, Evangelio de Pedro, Evangelio de María, Evangelio de Tomás… En este caso, no basta que lleven el nombre de algún apóstol; la comunidad debe reconocer en los textos la experiencia de Dios en Jesús Cristo. Esto es ilustrado en el siguiente ejemplo. El Evangelio de Tomás, conservado en lengua egipcia antigua, puede ser casi contemporáneo del 2Pd. Sin embargo, no posee el espíritu legítimo del evangelio de Jesús, como aparece en esta comparación de la parábola del buen pastor en Mateo y en el Evangelio de Tomás (las cursivas son nuestras):

Mt 18,12-14 Ev. Tomé, 107
¿Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas, y se descarría una de ellas. ¿No deja las noventa y nueve y va por los montes a buscar la que se había descarriado? Y si acontece que la encuentra, de cierto os digo que se regocija más por aquella, que por las noventa y nueve que no se descarriaron. Así, no es la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos, que se pierda uno solo de estos pequeños. El reino es semejante a un pastor que tiene cien ovejas. Una de ellas, la mayor, se desgarro. Él dejó a las noventa y nueve y la buscó hasta encontrarla. Cansado, dijo a la oveja: “Yo te amo más que a las noventa y nueve”

El texto de Mateo (igual al de Lc 15,4-6) acentúa la universalidad del amor de Dios, especialmente por los más pequeñitos. Cualquier hijo pródigo, al ser reencontrado, completa la alegría de Dios. Pero en el evangelio de Tomás, se trata de la oveja más grande y más bonita: es una lectura elitista de la parábola original de Jesús

Se observa, así, que algunos escritos extra-canónicos no fueron rechazados tan radicalmente. Aquellos que contaban historias populares y piadosas al respecto de Jesús, María, los ángeles, Adán y Eva, etc. penetran en la catequesis popular y continúan influenciándola hasta hoy – no sin problemas, pues muchas veces vehiculan el dualismo y el anti-judaísmo, además de realzar cuestiones periféricas, que tienen poco a ver con lo esencial de la fe. Existe el peligro de privilegiar todo lo que parece extraño y curioso, por encima de la verdadera fe cristiana.

10 La Importancia y la atualidad del Nuevo Testamento 

10.1 El origen del hecho cristiano

El NT nos hace asistir al origen de la fe de los primeiros discípulos y de las primeras comunidades cristianas en Jesús de Nazaret. Estos orígenes están inseparablemente vinculados a un determinado contexto cultural e histórico, que para la tradición cristiana forma parte de la “encarnación”, es decir, de la verdadera humanidad de Jesús no solo biológicamente, sino que también, histórica, social y culturalmente. ¡El cristianismo no es, en primer lugar, un conjunto de simbolismos religiosos y/o de máxima sabiduría universal y supra-temporal, sino un evento situado en la historia y “cómplice” de ella! Por eso, los escritos fundamentales del NT (y de la tradición cristiana) son relatos de la actuación y la predicación de Jesús de Nazaret, cada uno a su modo. En realidad, narran la llegada al mundo de un nuevo paradigma que podemos llamar “hecho cristiano”. Una nueva forma mental y práctica de considerar el mundo y vivir y organizarse en él, abiertos a una trascendencia en la que se ve en Jesús la revelación indicativa: “Yo soy el camino” (Jo 14,6).

10.2 La persona y el mensaje de Jesús de Nazaret

Según el NT, sobre todo en el segundo de los cuatro evangelios canónicos [7], la actuación de Jesús de Nazaret consistió fundamentalmente en anunciar la llegada del Reino de Dios (Mc 1,14-15 parr.), es decir, de una nueva realidad, ya no más dominada por los intereses religiosos y políticos vigentes, sino por el proyecto de amor de Dios para con todos los seres humanos (cf. Mt 5,45-48), realizando la esperanza de la paz y la fraternidad del tiempo final (=>escatología). En su expresión concreta de palabras y gestos, este mensaje desentonó, por un lado, con las estructuras establecidas, y también, por otro lado, de ciertas expectativas mesiánicas inadecuadas que reinaban en el pueblo (cf. Mc 8,27-33). Por eso, Jesús tuvo que enfrentar una previsible oposición, al punto de ser condenado por la propia lideranza del pueblo, en confabulación con la potencia imperial de Roma, que dominaba la tierra de Israel en aquellos días. Después de su muerte, sin embargo, Jesús apareció, resucitado y vivo frente a sus seguidores, quienes organizándose en comunidades, se empeñaron en guardar y llevar adelante su mensaje y su modo de vivir.

Las comunidades conservaron también testimonios del modo en que asumieron el camino de Jesús de Nazaret. Este testimonio nos fue legado en forma de relato por Lucas, en el libro de los Actos (cf. la comunidad como “el camino”, At 9,2; 19,5; 22,4; 24,14.22), pero también en forma de instrucciones, en las cartas de Pablo y de los otros maestros de las comunidades, inclusive, en el Apocalipsis de Juan, que comienza con una evaluación crítica de las siete iglesias de la región de Éfeso (Ap 1-3).

Este “camino” no se estancó cuando las primeras comunidades dejaron de existir, y el próprio hecho de que ellas hayan transmitido los testimonios de aquellos momentos iniciales prueba que el “camino”, o el “hecho cristiano”, continúa hasta hoy. Sin embargo, él pasa por contínuas reconfiguraciones y, en función de esto, por contínuas relecturas de los textos fundadores, enriquecidos no solo por la sucesión temporal, sino también por la pluralidad simultánea de diversas interpretaciones.

Este dinamismo hizo con que el NT no pudiera ser considerado como testimonio de un pasado muerto, sino que se presenta como la inspiración de un camino vivo y continuamente reinventado, sin perder su identidad, como el mar que es siempre diferente y siempre el mismo.

Es por eso que para el Cristiano creyente, el NT no es apenas un documento arqueológico de los orígenes de su tradición religiosa, sino la referencia permanente y siempre nuevamente inspiradora de su existencia y praxis histórica. Ser fiel significa: hacer suceder, siempre de nuevo y en nuevas constelaciones históricas, el “evento Jesús” del cual el NT da un testimonio único e insustituible.

Johan Konings, SJ. FAJE, Brasil. Texto original en portugués.

11 Referencias Bibliográficas

BORNKAMM, Gunther. Bíblia Novo Testamento: introdução aos seus escritos no quadro da história do cristianismo primitivo. São Paulo: Paulinas, 1981.

BROWN, Raymond E. Introdução ao Novo Testamento. 2.ed. São Paulo: Paulinas, 2012.

MAINVILLE, Odete (org). Escritos e ambiente do Novo Testamento: uma introdução. Petrópolis: Vozes, 2002.

GILBERT, Pierre. Como a Bíblia foi escrita: introdução ao Antigo Testamento e ao Novo Testamento. São Paulo: Paulinas, 1999.

KOESTER, Helmut. Introdução ao Novo Testamento: historia, cultura e religião do período helenístico. São Paulo: Paulus, 2005. 2v.

KONINGS, Johan. A Bíblia, sua origem e sua leitura. 7.ed. Petrópolis: Vozes, 2012.

KÜMMEL, Wener Georg. Introdução ao Novo Testamento. São Paulo: Paulinas, 1982.

LOHSE, Eduard. Introdução ao Novo Testamento. 3.ed. São Leopoldo: Sinodal, 1980.

SCHNELLE, Udo. Introdução à exegese do Novo Testamento. São Paulo: Loyola, 2004.

STOTT, John. Homens com uma mensagem: uma introdução ao Novo Testamento e seus escritores. Campinas: Cristã Unida, [1996].

VIELHAUER, Philipp. História da literatura cristã primitiva: introdução ao Novo Testamento, aos apócrifos e aos pais apostólicos. São Paulo: Academia Cristã, 2005. (Historia de la literatura cristiana primitiva: introducción al Nuevo Testamento, los apócrifos y los padres apostólicos. Salamanca: Sigueme, 1991.)

[1] Para las abreviaciones de los libros bíblicos, =>Abreviaciones bíblicas

[2] Contraria a la posición del teólogo hereje Marciano  (séc. II).

[3] Sobre el uso del AT en el Nuevo, puede leerse: DODD, C. H. Segundo as Escrituras: estructura fundamental del Nuevo Testamento. São Paulo: Paulinas, 1979.

[4] Cf. Martinho Lutero: “was Christum treibt” (Tischreden, Weimarer Ausgabe 38, 364, 25-27).

[5] Además de Alejandría hubo otros centros de recensión del texto del NT, principalmente en Cesarea de Palestina y en Bizancio.

[6] Esto explica la diferencia entre las diversas ediciones, por ejemplo, de la traducción de João Ferreira de Almeida (siglo XVII, continuada en los siglos posteriores ): la “corregida y fiel” (ACF) y la “revisada y corregida” (ARC), que tiene como base el textus receptus, y la “revista y actualizada” (ARA), que adopta el “texto crítico”, actualizado tomando como base los recientes descubrimientos de los antiguos documentos. Todas ellas publicadas por la Sociedade Bíblica Brasileira.

[7] Sobre los evangelios apócrifos , =>Textos extracanónicos.