El libro del profeta Oseas

Indice

1 El profeta

2 Época de actividad profética y de redacción del libro

3 El lenguaje del libro

4 Estructura del libro

5 Principales puntos de teología

5.1 La imagen de Dios

5.2 El pecado del pueblo y el juicio de Dios

5.3 Crítica al culto y a la monarquía

5.4 Posibilidad de salvación

1 El profeta

El nombre “Oseas” es la abreviatura de Yehôšua‘, YHWH es salvador, o Hôša‘yah, YHWH trae salvación. Estando, en Nm 10,24; 13,8 y 1Cro 27,20, asociado con la tribu de Efraín, se puede sospechar que el profeta Oseas había pertenecido a esta tribu del Reino del Norte.

Los datos biográficos son escasos. La fuente para el conocimiento de la vida del profeta se reduce a unos pocos versículos de los c. 1-3 del libro que lleva su nombre. De estos textos sabemos el nombre de su padre, Beeri, y de su esposa, Gomer, hija de Diblayîm (Os 1,3). Según el texto del libro, tuvo tres hijos (Oseas 1, 2-9). De su vida durante el ministerio profético, solo conocemos los datos, envueltos en imprecisiones, sobre su matrimonio y las vicisitudes que lo rodearon..

Se discute el tema de la esposa e hijos de Oseas. De hecho, el libro presenta dos narraciones sobre el tema, que no pueden armonizarse fácilmente. En el primero, Os 1, 2-9, un relato en tercera persona, se ordena al profeta que se case con una “mujer de prostitución”; en el segundo, Os 3, 1-5, un relato autobiográfico, se ordena al profeta que “ame nuevamente a una mujer que es amada por otro y comete adulterio”. Además, se discute la realidad del matrimonio y la situación de la mujer.

Las diversas hipótesis sobre el tema del matrimonio de Oseas se pueden agrupar por la forma en que se consideran los relatos (alegórica o real) y la relación entre ellos. La concepción alegórica del matrimonio de Oseas (como un mero símbolo y no como realidad) entró en la historia de la interpretación debido al carácter inusual del mandato de Dios al profeta de que él desposase una meretriz (Os 1,2). Sin embargo, la mayoría de los estudiosos consideran que se trata de un hecho real, aunque denso en significado simbólico..

Para los autores que consideran solo el significado alegórico, los relatos serían simplemente el atuendo literario de un mensaje amenazante (c. 1) que prevé una salvación futura (c. 3). Entre aquellos que consideran los relatos como eventos reales, hay diferentes interpretaciones de lo que realmente sucedió:

  • En relación con el c. 1, se presentan tres posiciones: el hecho real correspondería al texto actual purgado de los elementos censurables, es decir, Oseas habría tenido un matrimonio normal e íntegro; o se trataría de un matrimonio con una mujer fiel, que se habría prostituido solo después del matrimonio; o incluso se trataría del matrimonio real con una meretriz.
  • En cuanto al relato del c. 3, se ve como un hecho real paralelo al c. 1, narrado, sin embargo, por el propio profeta; o como una continuación de c. 1. En este último caso, cada narración indicaría una fase del mismo matrimonio, ya sea una mujer que, habiendo sido infiel al matrimonio, hubiera quedado en manos extrañas por fuga o expulsión, siendo luego rescatada por Oseas,  ya sea una mujer desposada con Oseas y que se habría sometido a los ritos de los santuarios israelitas influenciados por el culto cananeo, o ya sea como un segundo matrimonio con la misma mujer, Gomer, o con dos mujeres diferentes .

Desde el horizonte teológico del libro y del sentido de la alegoría del matrimonio (el profeta como representante de Dios y la mujer del pueblo de Israel), debe pensarse que se trata de una única mujer (porque uno solo es el pueblo de Israel).

Parece seguro que Oseas era del Reino del Norte y ejerció su misión allí. Porque su anuncio no solo se dirige predominantemente a Efraín y demuestra un conocimiento profundo de la situación política, social y religiosa del Reino del Norte (véase, por ejemplo, Os 5, 5.1.3-8-14; 7, 1.8-11; 8,5; 9,15-16), sino que también su lenguaje presenta particularidades de lo que sería un dialecto israelita. Además, Oseas nunca menciona a Jerusalén ni a ninguna otra ciudad de Judá, sino que a menudo cita la ciudad real de Samaria y los centros de culto en Betel y Gilgal (Oseas 4,15; 5, 8; 7,1; 8, 5 -6; 9,15; 10,5; 12,2.5; 14.1).

Con respecto al entorno social y cultural inmediato en el que vivió el profeta, debido a su alto lenguaje, su conocimiento del pasado y su claridad para juzgar la historia, así como su conocimiento del mundo que lo rodea, podría ser situado  en la clase de los eruditos de Israel Pero no se puede afirmar con seguridad nada al respecto..

2 Época de actividad profética y de redacción del libro

El libro sugiere posibles alusiones al tiempo histórico de la actuación del profeta. El título nombra a los reyes de Judá (Ozías: 781-740; Jotam: 740-736; Ezequías: 716-687) e Israel (Jeroboam II: 783-743), ubicando la actividad del profeta en el siglo VIII. Algunos textos dan una idea de un tiempo de prosperidad y bienestar (Oseas 2, 4–5; 10, 1–2.13–15) que encajaría con el reinado de Jeroboam II. Otros datos apuntan a la segunda mitad del siglo VIII: las numerosas alusiones a los disturbios en la sucesión monárquica (Os 6.7-7.2; 8,4; 7,3-7), que ocurrieron de hecho después de la muerte de Jeroboam II; el pago de impuestos (Os 8,9-10; 10,6), que supone la época del rey Menahem (743-738) o del rey Oseas (732-724); y la política exterior de buscar alianzas (Os 7, 8-16; 9, 3-6; 8,8-10; 12, 2), que tuvo lugar en la época del rey Oseas. En 13,10 se ve la falta de un rey, y en 14,1 la caída de la capital, Samaria, a manos de los asirios, que ocurrió alrededor de los años 722/721.

En resumen, el período de la profecía de Oseas abarca, por un lado, un tiempo de prosperidad (el reinado de Jeroboam II); por otro lado, conoce un momento de inestabilidad en la monarquía, que podría identificarse con el período posterior a Jeroboam II, sin poder indicar con precisión si conocía o no la caída de Samaria.

Gran parte del contenido del libro se ajusta a la época antes mencionada, por lo que su escritura puede haber comenzado ya en la época del profeta o un poco distante de él. Sin embargo, hay ciertos pasajes que demuestran haber sido el libro releído y actualizado en Judá. Con la caída de Samaria, de hecho, las tradiciones y escritos ya existentes en el Reino del Norte fueron llevados al Reino del Sur (Judá), siendo allí reelaborado hasta su redacción final. Aquí se reconocen especialmente algunos que mencionan a Judá (Os 1, 7; 4,15; 5,5; 6,11; 8,14; 12,3), así como otros textos que no encajan bien con el pensamiento o el estilo. del libro, o que presentan perspectivas que suponen un tiempo posterior (Os 2,18-25; 3,5; 4,16-19; 11,10-11; 13,1-9; 14,2-9.10). El momento de la finalización de este proceso es controvertido y se extiende desde los años cercanos a la caída del Reino del Sur (la época de Josías con su florecimiento ) hasta el tiempo exílico o post-exílico.

3 El lenguaje del libro

El libro es el único escrito profético del Reino del Norte, y probablemente debido a las peculiaridades del idioma de esta región, con diferencias con el hebreo de los escritos del sur, a veces presenta problemas que dificultan su comprensión gramatical y sintáctica.

El estilo es elevado, con el uso de varios recursos lingüísticos (juegos de palabras: Os 4,14b; 8,7b; 5,15-16; 9,16; 11.3) y además dos casos de rimas, tan raros en el hebraico bíblico (Os 2, 7; 8,7b).

El mensaje se expresa con intensidad y vehemencia, con predominio del uso del “Yo” de YHWH y abundante uso de imágenes que no solo enriquecen el texto por su belleza y fuerza expresiva (Os 14, 6-8), sino que también sirven para demostrar tanto la situación de Israel como la profundidad de la fuerza y santidad de Dios.

La metáfora que más caracteriza al libro es la del matrimonio entre YHWH e Israel (Os 1, 2; 2,4-17; 3, 15). El pueblo aparece como meretriz (Os 4,11-14; 5,3-4; 9,1-6), paloma atolondrada (Os 7,11-12), pero también como un hijo amado (Os 11,1) y excelentes plantas (Os 14,7-8). Dios, por el contrario, es médico (Os. 5,12-14; 11,3; también: Os 7, 1-2; 14,5), carcoma y polilla (Os. 5,12), león, pantera, oso (Os 5,14; 13,7-8), pero también rocío y árbol siempre verde (Os 14,6,9), pastor (Os 13,6) y padre (Os 11,1).

4 Estructura do libro

Considerando la repetición del término “proceso” (rîb) en Os 2,4; 4,1 y 12,3, junto con las palabras de salvación que ocurren en los primeros tres capítulos y también en Os 11, 10-11 y 14,2-9, algunos estudiosos dividen el libro en tres partes, respectivamente: capítulos 1- 3; 4-11 y 12-14. Sin embargo, la prometedora finalización en 11, 10-11 se refiere propiamente a los versículos anteriores (Os 11, 1-9), mientras que Os 14, 2-9 retoma temas y terminología de todo el libro. Por lo tanto, aunque en Os 12,3 también se anuncie un proceso (rîb) contra Israel, este anuncio no es un indicador univoco para distinguir los capítulos 12-14 de los anteriores. Además, los capítulos del 4 al 14 pueden considerarse un bloque en la medida en que el llamamiento inicial a escuchar (Os 4, 1), que proclama el proceso entre Dios y los “habitantes de la tierra”, llega a su gran conclusión solo en oráculo final (Os 14, 2-9). En otras palabras, el libro está organizado en dos partes: capítulos 1-3 y 4-14.

Esta distinción es confirmada por la temática. Si bien los primeros tres capítulos están fuertemente marcados por la metáfora matrimonial, en el resto, aunque pueden vislumbrarse algunos ecos de esta metáfora, ya no lo hace con la misma fuerza. En los primeros tres capítulos hay una alternancia entre palabras de juicio y salvación, que ya señala al lector la línea maestra de interpretación de toda la profecía de Oseas: la condenación no es la última palabra de Dios; El Señor está listo para perdonar y prepara para el pueblo un futuro favorable.

En el segundo gran bloque del libro, se pueden distinguir algunas secciones, especialmente por el tema que se aborda. El primer tema se refiere a las faltas cultuales y a la responsabilidad de los sacerdotes, con dos secciones paralelas entre sí (Os 4,4-19 y 5, 1-7). A partir de 5,8 hay dos subsecciones que abordan la debilidad de la monarquía en el liderazgo de la nación, presentando este tema en forma paralela (Os 5,8-7, 16 y 8,1-14), finalizadas por la síntesis de Os 9,1-9, que señala cuestiones culturales y aspectos políticos. Luego hay palabras que aluden a eventos pasados en la historia de Israel, desde las cuales se puede mostrar hacia dónde puede llevar la conducta del pueblo, sus sacerdotes y gobernantes. En esta parte, desde Oseas 4,1, solo hay acusaciones y amenazas, con una breve pausa en el capítulo 11 (Os 11,10-11). Sin embargo, el libro termina con una gran perspectiva del futuro (Os 14, 2-9), que transforma las primeras palabras de condena en una fase provisional de acción divina para devolver a Israel a la fidelidad a su Dios y, por lo tanto,  a sus bienes salvíficos.

La sentencia sapiencial final (Os 14,10: “Quién es sabio, que comprenda estas cosas …”) hace que el lector piense en todo lo que se ha anunciado, reflexionando sobre los caminos de Dios hacia su pueblo y finalmente sobre quién es este Dios que se inclina con tanto amor sobre Israel y, a pesar de la infidelidad del pueblo, siempre busca abrirle la puerta de la salvación.

5 Principales puntos de teología

5.1 La imagen de Dios

El punto central de la teología del libro es la imagen de Dios que presenta. Puede entenderse mejor desde el panorama religioso de la época del profeta, donde al lado, tal vez,  de un culto a Baal, se practica un culto israelita sea mezclado con elementos cananeos (sincretismo: Os 4,17), sea celebrado sin comunión con Dios (Os 5, 6; 8,5; 10, 5).

Oseas conoce el nombre propio del Dios de Israel, YHWH (Os 12,10), pero también lo llama “Dios”, ‘Elōhîm’, sobre todo vinculado a un sufijo posesivo: “tu Dios” (Os 4,6; 9,1; 12.7.10; 13.4; 14.2) “vuestro Dios” (Os 3,5; 4,12; 5,4; 7,10; 14,1) “nuestro Dios” (Os 14, 4 ) Esta forma de hablar establece una relación cercana entre YHWH y el pueblo de Israel. En algunos pasajes, la designación de Dios como ‘El‘ está vinculada al énfasis en su santidad y poder (Os 11, 9; 2, 1; 8, 6). Al final del libro, se presenta la prerrogativa de YHWH como el único Dios de Israel (Os 13, 4; 14, 4).

Las fuertes imágenes utilizadas por el profeta (Os 5,12.14; 13,7.8) a menudo sirven para transmitir la idea de la santidad, exclusividad y poder del Señor. Pero es sobre todo la imagen matrimonial utilizada en los primeros capítulos del libro (c. 1-3) y que también deja rastros en capítulos sucesivos (Os 4,12-16; 5,3-4; 6,10; 9,1, etc.), la que distingue la presentación de Dios con la característica del amor y la fidelidad. YHWH es como un esposo fiel traicionado y olvidado por su esposa (Israel) (Os 2,15). Pero también es el padre ignorado que se inclinó hacia su hijo y lo cuidó con todo amor (Os 11, 1-4).

Por lo tanto, Él, que es el Dios de Israel (ver los posesivos en el nombre de Dios), amenaza con romper la relación con su pueblo. El texto de Os 1, 9 expresa esta idea de manera profunda al explicar el nombre dado al tercer hijo (“No [sois] mi pueblo”): “porque vosotros no sois mi pueblo y Yo no soy para vosotros“. Con la formulación “Yo no soy”, se niega el nombre divino (“Yo soy”) revelado en Ex 3:14, y por lo tanto la fundamental relación salvífica de Dios con Israel, librándolo de la esclavitud de Egipto, dándole la Ley (Alianza) e introduciéndolo en su tierra.

5.2 El pecado del pueblo y el juicio de Dios

Desde esta imagen de Dios, el pecado de Israel se tematiza, como en ningún otro profeta, directamente desde la relación de amor. El pecado no es para Oseas solo una transgresión de los mandamientos (también lo es: Os 4, 1-2). El profeta va más allá, descifrando las raíces del obrar pecaminoso y llegando así a la concepción del pecado como una ruptura del amor (Os 2, 7). Desde aquí se entiende el tono de luto presente en varios momentos del libro: al ver su amor traicionado, YHWH llora por aquella a la que ama y que desearía que le fuese fiel (Os 2, 10; 13, 5-6). ), recuerda su obrar lleno de ternura hacia su hijo, quien, sin embargo, le abandona (Os 11, 3-4). Vinculada a la metáfora nupcial, la pecaminosidad de Israel se caracteriza como “prostitución” (Os 2, 4; 5, 4). Israel traicionó a su esposo, fue detrás de “amantes” (los Baales; Os 2, 9; 3, 1; 4,18), apartándose de Dios (Os 1, 2; 7, 13).

En este contexto, el pecado también se tematiza como “olvido” de Dios (Os 2,15; 8,14; 13,6), es decir, por falta de atención y negligencia ante un amor fuertemente manifestado. Es algo que hiere, por lo tanto, la relación íntima del amor. Golpea a alguien concreto: es “contra Mí” (Os 7, 13-15; 14, 1; 2,15).

En este contexto, el concepto del conocimiento de Dios es central en la teología del profeta. No es solo un conocimiento intelectual de la voluntad de Dios, de sus preceptos, sino que incluye la comunión íntima de la vida, la confianza total. Principales acusados son los sacerdotes, que descuidan su tarea de instruir al pueblo guiándolo en su relación con Dios. Oseas los acusa de rechazar el “conocimiento”, lo que también tendrá consecuencias negativas para la gente (Os. 4,6). No logran instruir al pueblo en el conocimiento de la voluntad divina y, por lo tanto, éste no recibe los elementos necesarios para vivir la fe y la comunión con Dios. A partir de ahí, el libro puede afirmar, en un veredicto global, que “no hay conocimiento de Dios en el país” (Os 4, 1). Dicha ausencia se refleja en una vida en la que predominan los delitos de todo tipo (Os 4,2).

Ante la búsqueda de acercarse a Dios con la ofrenda de sacrificios (Os 5, 6; 8,13), el profeta anuncia el gran principio: los sacrificios no valen nada si no hay una verdadera comunión con Dios. El Señor desea más “conocimiento” que gestos de sacrificio que se reducen a actos externos (Os 6, 6).

Junto con el “conocimiento”, el pueblo también carece del “amor” expresado en Oseas seis veces con el término ḥesed (Os 2,21; 4,1; 6,4.6; 10,12; 12,7) . Es el amor en su carácter espontáneo, que surge no desde una exigencia que alguien pudiese hacer, sino solo desde la decisión del que ama y no del que recibe el amor. Incluso si hay expectativa de un comportamiento conforme el hesed, éste no se deriva de una relación de deber. El concepto de hesed también está vinculado a la idea de superlativo, algo que va más allá de todas las medidas. Es un comportamiento más allá de las medidas esperadas o requeridas: una relación de bondad magnánima que va más allá de la mera obligación y de las medidas impuestas por una relación de deber. Como tal, puede referirse tanto al amor de Dios hacia Israel y de Israel hacia Dios, como a la relación de los miembros del pueblo entre sí. Las dos dimensiones van juntas: el pecado es al mismo tiempo contra Dios y contra los hermanos (4, 1-2).

En este sentido, el pecado de Israel en Oseas no se reduce a actos aislados. Es una realidad globalizadora. Al pecar, Israel se identifica con su pecado, se asimila con él (Os 9,10), se vuelve diferente de lo que era antes. Más que marcado por el pecado, el pueblo es caracterizado por la dureza de corazón, por lo que Israel se niega a admitir su pecado y no reconoce su culpa (Os 12,9). De esta manera, su naturaleza pecaminosa es una fuerza interna que impulsa aún más a pecar. Se convierte en un “espíritu de prostitución” (Os 5, 4). Por lo tanto, es una fuerza que atrapa a Israel, una red que lo enreda (Os 11, 7). Por lo tanto, para el profeta, el pueblo por sí solo no puede regresar a Dios, no puede convertirse (Os 7, 10; 10, 2).

En este contexto, el profeta destaca la naturaleza pecaminosa de Israel desde el comienzo de su historia. Para este propósito sirve el recuerdo de eventos de las tradiciones históricas que ocurren a partir del capítulo 9 (Os 9,10.15; 10,9; 11,1-4; 12,3-5.13). Demostrando que Israel siempre ha sido culpable, el libro enfatiza aún más cómo el pueblo, incluso en tiempos posteriores, tiende a pecar. Y, por otro lado, evidenciando que el amor de Dios ha estado presente desde que el pueblo estaba en Egipto (Os 11, 1), también en el tiempo del desierto (Os 13, 4-6), así como en su establecimiento allí (Os. 9,10), subraya la falta de correspondencia de Israel hacia su Dios. Por lo tanto, justifica el castigo tan a menudo anunciado en el libro.

Sobre la base del amor divino, puede entenderse mejor el mensaje de condena que recorre el libro. El juicio de Dios es el reverso de su amor traicionado y, por lo tanto, expresa su justa ira. Como esposo que podría darle carta de divorcio a su esposa infiel, Dios tiene el derecho de terminar su relación de salvación con Israel. Dios amenaza al pueblo (Os 2,11; 9,12,16; 12,15) e incluso dice, como en una palabra final: “No los amaré más” (Os 9,15). De esta forma  prepara para el fin de la nación, representado por la invasión asiria, que aniquilará el país y deportará a sus habitantes (Os 9,17; 13,15–14,1).

5.3 La crítica al culto y a la monarquía

Las faltas que están en el centro de la condena hecha por Oseas pertenecen en primer lugar al ámbito cultual. Se consideran al menos dos aspectos: el recurso a la religión cananea, con sus baales y cultos de fertilidad (Os 2, 4-15; 4,10-11.13-14; 9,1.11.14 etc.), ya sea por sí misma o uniéndose. a elementos de la fe yavista, en una especie de sincretismo; y el culto a YHWH, pero celebrado por motivo interesado y sin dos condiciones fundamentales: amor y conocimiento (Os 6, 6). En este contexto, la crítica está fuertemente dirigida contra los sacerdotes: por descuidar la enseñanza de la fe yavista y abrir así el camino para la difusión de la religión cananea (Os 4,6.12); por aprovecharse del culto para su propio beneficio (Os 4, 8; 813); finalmente, como parte de las clases dominantes, por usar la religión como un medio para obtener ventaja (Os 8, 4. 10).

En el libro gana también gran relieve la crítica política. La monarquía es acusada severamente, ya sea por sus decisiones en el ámbito interno, en la propia dirección del pueblo (Os 10, 3. 15; 13, 10-11), o, sobre todo, por la política de alianzas con potencias extranjeras (Os 5, 8-14; 7,11-12; 8,8-9; 12,1-2). Ésta última, hecha sin tener en cuenta a YHWH y su voluntad, en la práctica se convierte en una consecuencia del abandono de la religión..

Del pecado en la esfera de la justicia social, Oseas habla solo en unos pocos textos (Os 4, 1-2; fraude en el comercio: Os 12, 8). El énfasis que su contemporáneo Amos le da a este ámbito puede haber influido en los redactores del libro de Oseas para subrayar otros aspectos no tan enfatizados en Amos. En este sentido, los dos libros proféticos en conjunto ayudan a obtener una visión más completa de la sociedad y sus problemas, así como de la religión desde mediados del siglo VIII hasta la caída del Reino.

5.4 Posibilidad de salvación

En este contexto, ¿podría Dios una vez más tener misericordia de este pueblo?

El libro muestra cómo las personas no pueden, por sí mismas, regresar a Dios. El texto de Oseas 6, 1-3 describe un posible retorno del pueblo a Dios, pero con actitudes donde la confianza en la ayuda divina no está acompañada por una contrición real. En estos versículos, de hecho, no se menciona el arrepentimiento de la culpa; solo se espera que Dios, automáticamente, venga al rescate de Israel. Dios reconoce que el pueblo tiene un cierto “amor”, pero éste es fugaz y, por lo tanto, no cumple con las exigencias divinas (Os 6, 4). También en Os 10, 12-13 se muestra que el pueblo no sabe cómo responder a las exigencias divinas.

Con esto, la restauración de la relación rota solo se puede hacer sobre la base de Dios mismo, quien, con su amor fiel, aún abre una oportunidad (Os 11, 8-9). En lo más profundo de sí mismo (“corazón”, “entrañas”: Os 11, 8) y en virtud de su propia santidad (Os 11, 9) Dios no permite que Israel se destruya totalmente (Os 11, 8). 6) El castigo se produce, por lo tanto, al mencionar el regreso del extranjero, Os 11,10-11 muestra que hubo, en efecto, el destierro. Pero todavía  reserva una esperanza de restauración.

Ésta, sin embargo, también debe incluir la reestructuración mental y espiritual del pueblo. YHWH debe preparar a Israel, sanar la dureza del corazón, que le impide ver sus propias desviaciones y, por lo tanto, convertirse (Os 14,5). Solo de esta manera el pueblo podrá responder apropiadamente a la invitación: “Regresa, Israel, al Señor tu Dios” (Os 14, 2).

El objetivo de la conversión se describe en el capítulo 2, dentro de la analogía del matrimonio, como la celebración de nuevas nupcias con Dios. Israel será llevado a un encuentro personal con Dios, quien “hablará a su corazón”, abriéndolo a una relación renovada. Entonces la “esposa” responderá a su esposo como en los tiempos del primer amor cuando, en el camino a la tierra prometida, todavía no se había entregado a la adoración cananea (Os 2, 16-17. 19). El Señor renueva en profundidad a la esposa infiel. Dios le ofrece, como regalos de matrimonio, los dones necesarios para que ella viva “para siempre” en amor y fidelidad (justicia y derecho, amor y ternura, fidelidad: Os 2, 21-22). A partir de entonces, ella podrá corresponder totalmente a su amor. Dios le mostrará misericordia y reanudará la alianza con Israel (Os 2,25). En este ideal de comunión, que se realizará en el futuro, estarán presentes los elementos fundamentales de la vida que faltan al pueblo (amor, fidelidad, conocimiento de Dios: Os 4,2), de modo que el futuro es  proyectado como la situación de realización  de todas las más altas expectativas de Israel.

Con tales perspectivas de salvación, el castigo divino anunciado en el libro adquiere otro valor: se convierte en un instrumento a través del cual Dios quiere purificar a su pueblo. Por lo tanto, recibe la función de castigo pedagógico (Os 3, 3-5; 2, 16-17; 5, 14-15).

 Maria de Lourdes Corrêa Lima, PUC Rio – Texto original português.

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