El libro del profeta Habacuc

Indice

1 El profeta y su tiempo – Época de la redacción  del libro

2 Contenido del libro

3 Estructura

4 Puntos principales de su teología

4.1 La cuestión del mal y la justicia de Dios

4.2 La fidelidad del justo

1 El profeta y su tiempo – Época de la redacción del libro

El libro identifica a Habacuc como un “profeta” (nābî’:Ha 1,1), un título que, en el período monárquico, a menudo se otorgaba a personajes proféticos que actuaban con el rey como parte del personal de la corte. Los rasgos cultuales del escrito puesto bajo su autoridad, sobre todo la presencia de lamentos y oráculos (Ha 1,2 – 2,5), el lenguaje y las imágenes utilizadas, relacionadas con el Salterio, así como su calificación como “centinela” (Ha 2,1; Ez 40,45-46) – nos hacen suponer que fue un profeta que actuó en el culto. La mención de los “caldeos” (Ha 1,6), que vienen contra Judá, nos permite localizar el libro en la época del imperio neobabilónico, que se estableció en la segunda mitad del siglo VII a. C. y alcanzó su mayor esplendor en el reinado de Nabucodonosor II (605 -562 a. C.). En su día, los babilonios dominaron a Judá, deportando primero al rey Joaquín y a una parte de la población mejor situada socialmente (alrededor de 598 aC; 2 R 24, 1-17). Unos años más tarde (alrededor de 587/6) se apoderaron completamente del país, destruyeron la ciudad y el templo de Jerusalén, y tomaron cautivos al Rey Sedecías, los miembros prominentes de la nación y muchos trabajadores calificados (2 R 25,1-21).  El profeta actúa en este período tan turbulento. Como el libro muestra la violencia de los babilonios y su gobierno, pero no menciona la ruina de Jerusalén y el templo, puede ubicarse antes del segundo ataque babilónico contra Judá, es decir, alrededor de la primera deportación (598 a. C.), unos años antes o después de la misma.

El escrito presenta tensiones de estilo y vocabulario, especialmente entre los capítulos iniciales y el capítulo final, lo que sugiere un proceso de escritura que al menos habría insertado el salmo del capítulo 3. Sin embargo, existe un fuerte consenso de que, aunque fuese formado gradualmente, llegó a una forma final bien unificada, formando un conjunto con sentido unitario.

2  El contenido del  libro

La comprensión del libro depende de la interpretación de sus palabras iniciales (Ha 1,2-4) y su relación con el resto de la escritura. Se trata fundamentalmente de comprender quién es el “impío” y el “justo” mencionado allí. La referencia a la ley y al derecho hace pensar en la sociedad judía, de modo el impío sería el rey Joaquín, el padre de Joaquín y sus partidarios, quienes pervertirían la voluntad de Dios con su política (2 R 23, 36-37). Los egipcios colocaron a Joaquín en el trono, para lo cual destronaron y deportaron al rey Joacaz, quien luego sería considerado en el libro “justo”. Sin embargo, a partir de 1.6, con la mención de la llegada de los caldeos y su descripción (Ha 1,6-11), los impíos citados en 1,4 estarían mejor identificados con los babilonios y el justo con Israel. De hecho, la crítica a los babilonios ocupa un lugar destacado en el libro. El inconveniente de que difícilmente Judá podría ser calificado simplemente como “justo”, se relativiza en la medida en que es comparado con Babilonia. En relación con este pueblo, Judá podría considerarse como “más justo” (Ha 1,3), ya que los babilonios son idólatras (Ha 1,16).

Este dato es confirmado por varios indicios. Con la mención de los caldeos en Ha 1,6 comienza la descripción de su forma de actuar, sin ninguna indicación de cambio del sujeto de referencia hasta 1,17. Por otro lado, la imagen del pescador y la red de pesca (Ha 1,14-17) pertenece al imaginario babilónico, que, en el poema Enuma Elish, presenta al dios Marduk aprisionando a la diosa Tihamat en una red. Además, el libro supone un determinado contexto internacional, ya que se refiere a otros pueblos (Ha 2,8.10.13.17), y su presentación como “proclamación” (hebreo mašša ‘: Ha 1,1), un término usado en el título de oráculos contra las naciones (Is 13,1; 15,1; 17,1; 19,1; Na 1,1; Za 9.1) apoya la interpretación de que el libro es sobre todo una palabra contra una potencia extranjera. Es decir, el libro está dirigido principalmente al poder de Babilonia.

Una manera intermedia de resolver la identificación del impío y del justo en Ha 1,2-4 sería considerar solo estos versículos como referentes a una amenaza interna para Judá (Ha 1,2-4) y el libro de 1, 6, referido a la amenaza babilónica. Ante los desmanes que tienen lugar en la sociedad judía (Ha 1, 2-4), Dios enviaría esta nación (Ha 1, 5-6) para castigar al pueblo elegido. El profeta reflexionaría sobre esto y luego le haría preguntas al Señor.

3  Estructura

El libro está organizado en dos partes, cada una encabezada por un título: oráculo y visión (Ha 1, 1-2, 2) y una oración sálmica (Ha 3, 1-19). Las dos forman, por el sentido, una unidad.

La primera parte presenta los lamentos del profeta y las respuestas de Dios (Ha 1, 1-2), seguidos de cinco “ayes” contra el opresor (Ha. 2,5-20). La primera palabra del profeta se dirige a Dios; Es un lamento por la situación en Judá (Ha 1,2-4). Dios le responde indicando la venida de los caldeos como castigo para el pueblo pecador (Ha 1, 5-6). Los babilonios son descritos como poderosos y violentos, capaces de dominar todo, un pueblo que humilla a otros (Ha 1, 6-11). El profeta toma luego la palabra para comprender cómo es posible que Dios use a esta nación idólatra para castigar a su pueblo (Ha 1,12-17). Dios nuevamente le habla, indicando el principio al que el profeta se debe atener (Ha 2, 1-4).

Los siguientes cinco “ayes” se presentan como una “sátira” contra el obrar soberbio de Babilonia (Ha 2,5-6). El primero señala la ambición que lleva a los caldeos a atacar a sus vecinos (Ha 2,7-8) y continúa con la crítica al orgullo por el esplendor de Babilonia, logrado por el empobrecimiento de otros pueblos (Ha 2,9-11). El motivo de la ciudad se desarrolla en el tercer “ay” y culmina con la afirmación de la gloria del Señor que se impondrá a todas las naciones (Ha 2, 12-14). El cuarto “ay” toca el tema del vino y la embriaguez, lo que indica la humillación impuesta por Babilonia a otros pueblos (Ha 2, 15-17). El último “ay” representa el clímax al tocar la idolatría de los babilonios (Ha 2, 18-20). Los “ayes” culminan en la imagen de la majestad de Dios que domina todo desde su palacio (Ha 2,20).

En esquema:

Título: 1,1

1ª subsección: lamentos y oráculos

1er lamento: el justo es oprimido por el impío: 1,2-4

Primera respuesta del Señor: Dios envió a los caldeos: 1,5-11

2º lamento: el mal de los caldeos: 1,12-17

2ª respuesta del Señor: el mal caerá; es preciso ser fiel: 2, 1-4

2ª subsección: contra el opresor: cinco “ayes“:

Introducción: 2,5-6

Primer “Ay”: 2, 7-8: Contra el ambicioso dominio de Babilonia

Según “Ay”: 2, 9-11: la soberbia y la riqueza de Babilonia

Tercer “Ay”: 2,12-14: la violencia de Babilonia no le servirá de nada

Cuarto, “Ay”: 2, 15-17: Babilonia, que humilló, será humillada.

Quinto Ay: 2,18-20: la idolatría de Babilonia

Los “ayes” desembocan en la oración del profeta, que anuncia la poderosa venida del Señor para juzgar (Ha 3, 1-19) y forma la segunda parte del libro. Después de un título, el salmista se dirige a Dios pidiendo su intervención. A continuación, hay dos descripciones de la poderosa venida del Señor, que se distinguen por referirse a Dios indirectamente (en tercera persona) o directamente (en segunda persona). El motivo del lamento se retoma con una súplica a Dios y, finalmente, el salmo concluye con una confesión de confianza en la acción del Señor y una nota para su ejecución.

En síntesis:

Título: 3,1

Introducción: petición del salmista para que el Señor demuestre su poder: 3,2

Teofanía: 3,3-15:

                 himno teofánico (que se refiere a Dios en 3ª persona): 3,3-7

                 himno teofánico (que se refiere a Dios en 2ª persona): 3,8-15

Oración y lamento: 3,16-17

Conclusión y confesión de confianza: 3,18-19a

Instrucción al maestro del coro: 3,19b

4 Principales puntos de teología

4.1 La cuestión del  mal y la justicia de Dios

El problema central que aborda Habacuc es el del mal en el mundo. El libro es una reflexión sobre la acción de Dios en la historia humana, el permiso divino y su providencia: ¿cómo puede Dios permitir que el mal prevalezca sobre el bien, que los impíos dominen a los justos? Con respecto a Babilonia, la pregunta surge de la siguiente manera: los caldeos son suscitados por Dios (Ha 1, 5-6) para castigar los pecados de Judá; pero actúan con gran violencia y orgullo (Ha 1, 9-10). ¿Cómo puede un pueblo tan pecador como los babilonios ser el instrumento de Dios? Una pregunta que el profeta le hace al Señor aborda el problema con el que se enfrenta: “¿Por qué contemplas a los que actúan traicioneramente, callas cuando el impío devora a uno más justo que él?” (Ha 1,13). ¿Cómo puede Dios permitir esto dejando que impere la injusticia sin intervenir en la historia?

A menudo sucede en el Antiguo Testamento que las naciones extranjeras son usadas por Dios como un instrumento de castigo (Is 10, 2-34; Je 20, 4-5). Pero, a su vez, ellas son después castigadas, y la razón dada es que superaron su misión y se aprovecharon del pueblo dominado (Is 10,7-8.12-19). Lo característica de Habacuc es ir más allá, cuestionando la razón de que Dios lo permita, ya que los pueblos extranjeros también merecerían ser castigados.

El profeta recibe la respuesta en una revelación: Babilonia será castigada. El punto central de la respuesta de Dios es 2,4, al mostrar que, aunque puede retrasarse, su acción tendrá lugar indefectiblemente. De esta manera, el Señor se mostrará como realmente es: señor de todos los imperios y de toda la historia. Dios es dueño de todos los eventos; él tiene la última palabra. Por lo tanto, el pueblo puede esperar confiadamente en él,  que no fallará. Los babilonios serán aniquilados y humillados; lo que han hecho lo sufrirán (Ha 2,6.8.10.16-17). Dios se manifestará poderosamente (Ha 3, 3-6) y los aniquilará (Ha 3,16). Su poder supera incluso a las naciones que parecen invencibles (Is 14, 3-23). Esto explica tanto la prominencia de Babilonia a nivel internacional (ella fue un instrumento de castigo divino) como su caída (será juzgada por el Señor).

4.2 La fidelidad del justo

Ha 2,4 enuncia un principio rector frente a la pregunta planteada por el libro, y al mismo tiempo establece una condición para la intervención salvífica de Dios hacia su pueblo: “He aquí que sucumbe quien no es recto, pero el justo por su fidelidad vivirá “. Hay dos actitudes opuestas: la soberbia, la violencia y la idolatría de “quien no es recto”, descrito en 1, 6-11.15-17, y la fidelidad del justo. Ésta consiste en mantenerse firme en la promesa de Dios que, aunque se retrase, no fallará (Ha 2,3). La justicia divina ocurrirá en su momento; forma parte de la fidelidad del justo no desanimarse ante el retraso de Dios, creer que él actuará, y así superar el momento de prueba e incertidumbre: los babilonios, contra toda evidencia humana, tendrán su fin.

El salmo final del libro (Ha 3) le pide a Dios que intervenga (Ha 3,2) y sintetiza la actitud del profeta correspondiendo a la exigencia hecha en Ha 2,4: “”Tranquilo espero el día de la angustia, que va a subir sobre el pueblo que nos asalta” (Ha 3,16): la certeza de la intervención divina, la confianza en el cumplimiento de la palabra de Dios. Con esto él permanece inquebrantable: “El Señor, “mi señor, es mi fuerza, él me da pies como los de ciervas, y por las alturas me hace caminar.” (Ha 3,19).

El libro afirma, por lo tanto, que por encima de toda prepotencia está el poder de Dios. Los imperios mundiales no están fuera de su control. Dios es santo (Ha 1,12; 3,3) y se manifestará a su debido tiempo (Ha 3,4-15). Domina a todos los pueblos y actúa con justicia. Por eso el profeta dice: “¡Silencio delante de él, toda la tierra!” (Ha 2,20).

Maria de Lourdes Corrêa Lima, PUC Rio – Texto original portugués.

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