Teologías Indias de América

Índice

Introducción

1 Pluralidad de teologías indias

2 Teologías de los pueblos originarios antes de la conquista

3 Teologías de los pueblos originarios después de la conquista

4 Teologías indígenas recientes

 5 Algunos desafíos en el diálogo de teologías

Referencias

Introducción

Usar las categorías Teología e India para hablar del pensamiento religioso de los pueblos que han habitado milenariamente el continente llamado ahora América es echar mano de un préstamo del mundo exterior, que no deja de causar problema tanto para los propios nativos como para los expertos en estos asuntos especialmente dentro de las iglesias.

En los diálogos con la Congregación para la Doctrina de la Fe, de inmediato se mostró que la aplicación del término teología a la sabiduría religiosa de los pueblos indígenas no está exenta de preocupaciones. Esto sucede no sólo porque en la Iglesia sigue prevaleciendo la idea de que la palabra de los pobres acerca de Dios es tan imperfecta y está tan contaminada que no merece ser considerada como verdadera ciencia teológica; sino también porque en los intelectuales indígenas de hoy se perciben serias reservas para aceptar que se aplique acríticamente a la producción intelectual de su gente las categorías del pensamiento occidental, de donde surgió la palabra teología. Por lo tanto, en el fondo está, por una parte, el prejuicio respecto al valor de las herramientas gnoseológicas populares; y, por otra, el miedo a usar categorías de pensamiento, que, como punto de partida, desvalorizan el ser y conocer indígenas.

Para superar este impasse, un sector importante de los pueblos indios, que ya son cristianos, se ha atrevido a reiniciar el diálogo interreligioso que hace 500 años no fue posible entablar directamente al interior de la Iglesia. En ese tiempo la teología del vencido fue descalificada y condenada rotundamente por el vencedor como palabra diabólica, aún después de los primeros intentos de comunicación en que los sabios de entonces dieron muestras de su saber profundo sobre Dios.

En los últimos años se ha reavivado el optimismo respecto a la existencia de condiciones propicias para que los pueblos originarios puedan sacar de las cuevas y mostrar a plena luz la riqueza de su sabiduría milenaria. Los principales actores de este nuevo momento consideran que, aún con riesgo de equivocarse, vale la pena intentar reabrir sin miedo el diálogo de teologías, ya que el clandestinaje y el enmascaramiento dejaron de ser la mejor estrategia de sobrevivencia de estos pueblos. Y por eso, insisten en mantener una actitud dialogante y hacer alianzas críticas y provechosas con otros sectores de la sociedad envolvente y de las iglesias. Ellos están convencidos de que las culturas indígenas pueden hoy reformularse y recrearse en el encuentro con las demás culturas y con la propuesta cristiana para seguir no sólo vivas, sino más dinámicas en el futuro en asuntos de tipo religioso y en todos los demás ámbitos de la existencia.

Para entender mejor este resurgir indígena, que trae a cuestas no sólo su tristezas y angustias sino también sus flores y sus cantos contenidos en su sabiduría milenaria, hace falta distinguir los matices multicolores de su palabra sobre Dios, sobre la humanidad y sobre el mundo.

1 Pluralidad de teologías indias

En realidad, no existe una única teología india, sino muchas teologías indias que se diversifican por razones geográficas, culturales, metodológicas. Es necesario tomar en cuenta esta diversidad amplia para comprender cabalmente el fenómeno de la llamada “teología india”. Ciertamente la expresión Teología India, en singular, es una generalización aceptada deliberadamente para simplificar las cosas y mostrar la condición de postración en que se hallan los pueblos originarios del continente y así encontrar un enfoque común que pueda aglutinar a todos frente a la adversidad, que procede de fuentes que no son plurales. Pero, en verdad, existen muchas teologías bajo esta nomenclatura. Y hay que analizar las razones que explican la diversidad.

Antes de la conquista europea, existían en los pueblos de este continente una variedad de funciones y categorías que tenían por objeto expresar la multiforme actividad teológica de sus miembros. Muchas de esas categorías y funciones, aunque menguadas o reformuladas en el contexto cristiano, se mantienen hasta nuestros días. Conviene recordar que existen tres grandes momentos de la sabiduría teológica de los pueblos originarios:

(1) El momento anterior al contacto con la cristiandad, cuando los habitantes de este continente podían elaborar por sí mismos, sin interferencias transcontinentales, los contenidos y formas de expresión de su fe. Es lo que se podría llamar Teologías Originarias u originales. Esas teologías tuvieron un largo período de desarrollo – algunos hablan de 15 mil años, otros de 25 mil y otros incluso de 50 mil – y estuvieron marcadas por las distintas vicisitudes de la historia de cada pueblo y bloque cultural.

(2) Durante los 500 años de coloniaje, en que las teologías originarias fueron negadas o agredidas y se convirtieron en resistencia o diálogo obligado. Son propiamente las Teologías Indias, que se refugiaron en las montañas, se enmascararon de cristianismo, se recrearon en los espacios disponibles o se hicieron clandestinas.

(3) En los tiempos actuales, en que las Teologías de nuestros pueblos salen de las cuevas y se convierten en propuesta de vida no sólo para ellos, sino también para los demás. Es el momento en que hay condiciones nuevas para el diálogo enriquecedor, porque el mundo vuelve la mirada a los indígenas como reserva de humanidad, donde pueden refontanarse las sociedades y las iglesias. Tal vez el nombre de Teologías Indias ya no sea entonces la expresión más adecuada y haya que adoptar o elaborar nuevas nomenclaturas.

Las teologías originarias han sido por miles de años matrices y compañeras del proyecto de vida de los pueblos. Las teologías indias, en el choque conquistador, fueron sostén de la fe agredida de la gente nativa. Las teologías indias durante la sociedad colonial se hicieron refugio, amparo y consuelo vitalizador de la fe del pueblo vencido. Se hicieron teologías apocalípticas, para mantener vivas las esperanzas utópicas de los pobres. Las teologías indias o indígenas de los tiempos actuales hacen esfuerzos por ser conciencia crítica frente al proyecto dominador y por ser teologías proféticas de los oprimidos.

En todos los casos las teologías indias son dinámicas, porque no sólo recitan textos indígenas del pasado, sino que, bajo la inspiración de tales textos, elaboran la palabra, el consejo, la luz, que son necesarios para la vida actual del pueblo. Es lo que hacen ordinariamente las y los servidores propios de las comunidades y que luego comparten en los encuentros regionales y latinoamericanos donde se van dando grandes consensos para seguir caminando en la historia y así construir juntos – o en sinodalidad como se dice ahora – el futuro deseado. Como muestra de esta diversidad que se comparte señalo lo que sigue:

2 Teologías de los pueblos de este continente antes de la conquista

Los primeros habitantes de este continente llamado ahora América forjaron aquí, desde milenios, una variedad amplia de teologías que dieron sentido y orientación trascendente a su vida desde que ellos llegaron a estas tierras y la embellecieron con su presencia.

En los relatos más antiguos la Divinidad (Huehuetéotl = Dios viejo en lengua náhuatl) está vinculada al fuego sagrado sin forma ni figura que dio origen a todo lo que ahora vemos. Y lo hizo sacrificándose y organizando con las partes de su cuerpo el cielo, la tierra y todas las demás criaturas del universo. De manera que todo está hecho no sólo por Él-Ella, sino que está formado de Él-Ella, y por eso, cada una, cada uno es una pequeña porción de su amor como dicen los guaraníes del sur del Continente. Y, si cada ser es parte del cuerpo de la Divinidad, nadie está separado del resto, todo está interconectado e interligado como afirman enfáticamente los amazónicos. La creación y los humanos somos la presencia tangible de Dios – que de suyo es invisible e impalpable –. Los humanos somos macehualme = los merecidos de la penitencia de la Divinidad Ometéotl, Padre-Madre, que puede recibir cuatrocientos nombres por sus presencias incontables. Ser sus colaboradores en la obra de la creación y del mantenimiento de la armonía de la vida nos da a los humanos una dignidad y responsabilidad de enormes dimensiones.

Al paso del tiempo, la sabiduría científica, cultural y religiosa que las abuelas y abuelos del pasado fueron recolectando, en procesos de acumulación continua de saberes, los llevó a construir admirables civilizaciones, mediante grandes concentraciones urbanas que articulaban, en una visión más globalizada, el conjunto de las pequeñas unidades vitales existentes en territorios de miles de kilómetros. Es el caso de los Mayas, de los Mexicas o Aztecas, de los Incas y de los Guaraníes. Y con ese poder civilizatorio, que los hizo semejantes a Dios, alcanzaron una grandeza humana al servicio del Buen Vivir para todos. Esa grandeza duró alrededor de mil años porque funcionó efectivamente para el bien del conjunto. Pero, cuando el poder corrompió a los dirigentes, que aplastaron u olvidaron a los hermanos más pequeños, éstos simplemente abandonaron las metrópolis. Y sobrevino el colapso de las grandes ciudades hace más de mil años.

Entonces los habitantes de los poblados menores se pusieron en búsqueda de otro modelo de vida que fuera más acorde con el ideal soñado por Dios y por los pobres; un modelo que surgiera desde abajo, desde aquellos que habían cargado con el peso de las grandes ciudades y que recogiera lo mejor de las etapas anteriores. En el caso de Mesoamérica fue el tiempo de la espera del retorno de Quetzalcóatl, es decir, del Dios pobre y sencillo; y en otras regiones fue el momento de la utopía de la Tierra sin males, de la Casa Grande o Casa Comunitaria donde cupieran dignamente todas las hijas e hijos de la Divinidad.

3 Las teologías de los pueblos originarios después de la conquista

A la llegada de los europeos a este continente, hace poco más de 500 años, las posibilidades de encuentro de pueblos y culturas eran propicias. No únicamente por la crisis civilizatoria que hubo aquí ni sólo por la expectativa del retorno de Quetzalcóatl o por la búsqueda del Buen Vivir o de la Tierra sin males, sino porque los pueblos de aquí habían elaborado esquemas culturales y religiosos que permitían el encuentro entre nacionalidades y culturas diferentes a partir de su perspectiva religiosa. Había la conciencia de que existían muchas modalidades de entender la vida y de ubicar en ella a Dios, que podían sumarse en conjuntos polisintéticos o polisinfónicos. En consecuencia, el Dios cristiano podía sentarse, sin ningún problema, en el petate o estera de los pueblos amerindios. Para las sabias y sabios su manera de entender y vivir con Dios era perfectamente compatible con la nueva fe que llegaba. Así lo plantearon los teólogos nativos a los misioneros en el famoso “Diálogo de los Doce” (1525).

Sin embargo, de parte de los europeos no hubo la misma actitud dialogante. El haber ganado la guerra les daba la certeza de que su Dios (o mejor dicho, su teología) era el único Dios verdadero. Y, por lo tanto, el Dios indígena debía ser aniquilado. Eso fue lo que plantearon al término del supuesto Diálogo: “Os es muy necesario despreciar y aborrecer, desechar y abominar y escupir todos estos que ahora tenéis por Dioses y adoráis, porque a la verdad no son Dioses, sino engañadores y burladores” (PORTILLA, 1986, p. 89)[1].

La mayoría de los habitantes de este continente no comprendieron el razonamiento de la intolerancia religiosa de los advenedizos y no lo tomaron en serio. Simplemente ajustaron en adelante su vivencia espiritual y elaboración teológica a los márgenes de acción que les permitió la sociedad colonial y su situación de vencidos. Y siguieron adelante con la vida haciendo elaboraciones y reelaboraciones de sus esquemas de comprensión de Dios y de la vida. Es lo que dio por resultado lo que ahora llamamos Religiosidad, Espiritualidad o Piedad Popular, cuyo ingrediente principal tiene que ver con las múltiples manifestaciones de la llamada Teología India.

De modo que, tras la conquista material y espiritual europea, las teologías aquí preexistentes no desaparecieron; sino que, mediante procesos de yuxtaposición, sobreposición, sustitución y síntesis, se fusionaron con la propuesta del exterior no sólo por conveniencia o sobrevivencia, sino porque encontraron en ambos caminos al mismo Dios que acompaña a todos los pueblos del mundo y el mismo proyecto de vida que hay que mantener armonizado entre los humanos y con la creación entera. Esta actitud no tuvo correspondencia en conquistadores y tampoco en todos los misioneros, pues la mayoría atacó las creencias de estos pueblos tildándolas de diabólicas o heterodoxas.

Eso explica por qué, desde la época colonial hasta ahora, la mayor parte de la búsqueda de Dios impulsada por indígenas y afroamericanos quedó fuera de las iglesias y de sus teologías oficiales y sigue en la llamada religiosidad popular que generó un cristianismo indigenizado o una religión indígena o afro cristianizada, que es compartida hasta nuestros días con los demás pobres de la tierra.

4 Teologías indígenas de los tiempos recientes

La inculturación hecha por el pueblo sencillo, durante la época colonial, está recibiendo en los últimos 60 años el respaldo de importantes miembros de la jerarquía eclesiástica que se convirtieron en aliados de la causa indígena y afro, logrando cambios en la actitud institucional hacia estos grupos humanos. Y lo más valioso es que los mismos indígenas y afrodescendientes de los tiempos actuales, formados dentro de las iglesias con esquemas a menudo en contra de sus pueblos, se han atrevido a reapropiarse la teología de su gente, visibilizando y demostrando que ella es el motor más fuerte de las luchas afroamerindias y replanteando la necesidad de un diálogo abierto y transparente entre esa teología ancestral y la fe cristiana.

La Iglesia Católica y algunas iglesias evangélicas están uniendo esfuerzos para acompañar este diálogo macro-ecuménico a fin de encontrar todo lo noble y bueno que nos une y también para dilucidar los puntos neurálgicos que requieren de una atención especial. Los avances que se van consiguiendo manifiestan el kairós abierto recientemente en las iglesias como don del Espíritu y conquista de quienes han luchado por hacerlo posible.

El fruto mejor es que los mismos indígenas y afros ahora se identifican más con la teología de sus pueblos y con el dinamismo que ella genera para llevar a la práctica los ideales teológicos de sus ancestros que coinciden con los del Reino de vida, de justicia, de paz, de ágape (compartir) que Jesús, el Hijo de Dios, trajo para todos al poner su morada entre nosotros. Por eso, cada vez aumenta el consenso eclesial sobre la importancia de estas teologías de la periferia con sus sujetos comunitarios, sus contenidos humanistas, su lenguaje simbólico y sus metodologías propias para el conjunto de voces teológicas de las iglesias.

Queda aún el mayor desafío: dialogar con las teologías indias y afros que no buscan el aval de las iglesias y, sobre todo, dialogar con el mundo moderno que obliga a las teologías ancestrales y a las iglesias a reformular sus propuestas en esquemas más urbanos que rurales y más seculares que religiosos, más de cara al presente y al futuro que al pasado; más hacia el conjunto de la humanidad que sólo al interior de cada pueblo o de cada iglesia.

5 Algunos desafíos por asumir en el diálogo de teologías

En el Sínodo Panamazónico de octubre 2019 y en el IX Encuentro latinoamericano de Teología India (2020) quedó evidenciado que los contenidos y el modo en que los pueblos amerindios elaboran sus teologías plantea los siguientes desafíos:

(1) Superar la colonialidad teológica aun existente en las iglesias, que está estrechamente ligada a las culturas y esquemas dominantes del primer mundo, para abrirse y recibir humildemente la pluralidad multicolor de las flores y los cantos teológicos de la humanidad que se encuentra en la periferia.

 (2) Pasar de la perspectiva de la verdad sobre Dios, que se razona y se pone en tesis y libros, para llegar a la propuesta del buen vivir y convivir, según el plan de Dios, que se construye en unidad de esfuerzos. Dicho de otra manera, pasar de una teología como doctrina que busca complacer a la razón, para lograr una teología como “Vidalogía”, que se corazona o se sentipiensa con el conjunto de nuestro ser en orden a responder a las exigencias de la vida en todos sus aspectos desde el proyecto de Dios.

(3) Asumir la integralidad de la teología de los pobres que saben que nada y nadie está fuera del amor de Dios, retomando lo que ya desde la antigüedad sostenía San Ireneo: “Lo que no se asume no se redime”.

(4) Tomar en serio en las iglesias que el verdadero sujeto de la fe y de la teología es la comunidad creyente, no únicamente las lumbreras individuales desligadas del pueblo.

(5) Asumir conscientemente el lenguaje analógico o simbólico del pueblo como la mejor manera de hablar de Dios, saboreando vivir y estar con Él-Ella, y no tanto querer entender, con ideas claras y distintas, el misterio divino.

(6) Reconocer y acompañar la acción de Dios presente en los pueblos originarios y afroamericanos aceptando humildemente que no se trata de otro dios, sino del mismo Dios de nuestro Señor Jesucristo quien lleva adelante su proyecto salvífico en todos los pueblos del mundo y en toda la creación.

Eleazar López Hernández. Del pueblo zapoteca de Oaxaca, México. Colaborador emérito del Centro Nacional de Ayuda a las Misiones Indígenas. Texto original castellano. Enviado: 30/09/2022; Aprobado: 30/10/2022; Publicado: 30/12/2022.

Referencias

SAHAGÚN, Bernardino; VALERIANO, Antonio (et alii). Coloquios y doctrina cristiana: con que los doce frailes de San Francisco, enviados por el papa Adriano VI y por el emperador Carlos V, convirtieron a los indios de la Nueva España (1524). Edición facsimilar, introducción, paleografía, versión del Náhuatl y notas de Miguel León-Portilla.

Para avanzar

SUESS, Pablo; GORSKI, Juan F.; DETSCHY, Beat; MIRES, Fernando; GÓMEZ-MARTÍNEZ, José Luis. Desarrollo histórico de la teología india. Col. Iglesia de Pueblos y Culturas, n. 48-49, Quito: Abya-Yala, 1998.

HERNÁNDEZ, Eleazar López. La teología india y su lugar en la Iglesia. In CIMI, 2008. Disponible: https://cimi.org.br/2008/01/26934/ Acceso: 28/09/2022.

HERNÁNDEZ, Eleazar López. Diálogo de la Iglesia con el mundo indígena: flores y espinas. In Centro Nacional de Ayuda a Misiones Indígenas, México, 2004. Disponible en http://www.missiologia.org.br/cms/UserFiles/cms_artigos_pdf_27.pdf (acceso: 28/09/2022).

HERNÁNDEZ, Eleazar López. Teologías Indias de hoy. En Teología India, tomo II. Segundo Encuentro‑Taller Latinoamericano, Panamá, 29 de noviembre al 3 de diciembre de 1993, México / Ecuador: Cenami / Abya‑Yala, pp. 22‑23.

HERNÁNDEZ, Eleazar López. Teología india, Tomo I. Memoria del Primer Encuentro Taller Latinoamericano. Quito: Abya Yala, 1991.

[1] El texto original es de los frailes franciscanos enviados por el Carlos V a Nueva España. La referencia es de la edición facsimilar, con introducción, traducción y notas de Miguel León Portilla, publicada en 1986.